Un Esplén­di­do y Absor­ben­te Thri­ller Psicológico

GONE GIRL. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de David Fincher

Des­de el vamos pue­de cali­fi­car­se a Gone Girl como un film apa­sio­nan­te. Superan­do las expec­ta­ti­vas, el nue­vo opus de David Fin­cher, uno de los más impor­tan­tes rea­li­za­do­res con­tem­po­rá­neos, ade­más de ser un dra­ma sofis­ti­ca­do capaz de satis­fa­cer a audien­cias selec­ti­vas con­tie­ne los ingre­dien­tes nece­sa­rios para que el gran públi­co tam­bién pue­da dis­fru­tar­lo. El rela­to está basa­do en el best seller del mis­mo nom­bre de Gillian Flynn quien tam­bién se ocu­pó de adap­tar­lo a la pan­ta­lla; al así hacer­lo con­den­só lo más impor­tan­te de su libro per­mi­tien­do al rea­li­za­dor trans­mi­tir en casi dos horas y media de metra­je el inten­so thri­ller que lo ani­ma de mane­ra tal que quie­nes hayan leí­do la nove­la no se sien­tan de nin­gún modo desilusionados.

En esen­cia el tema gira en torno a la his­to­ria de un matri­mo­nio y sobre lo que no andu­vo bien en el mis­mo. La acción trans­cu­rre en North Car­na­ge, una peque­ña loca­li­dad del esta­do de Mis­sou­ri, don­de habi­tan Nick (Ben Affleck) y su espo­sa Amy (Rosa­mund Pike) y comien­za en el día que habrán de cele­brar el quin­to ani­ver­sa­rio del casa­mien­to. Cuan­do Nick regre­sa a su casa com­prue­ba que su mujer ha des­apa­re­ci­do y en el salón de estar se evi­den­cia que hubo algu­nos indi­cios de vio­len­cia refle­ja­dos por un vaso de una mesa de café des­trui­do con sus peda­zos de vidrio cubrien­do el sue­lo así como por man­chas de san­gre. Infor­man­do a la poli­cía sobre el hecho, el mari­do cuen­ta con el incon­di­cio­nal apo­yo fami­liar de su her­ma­na Mar­go (Carrie Coon) y en un prin­ci­pio con el de la detec­ti­ve ins­pec­to­ra Rhon­da Boney (Kim Dic­kens) y su taci­turno asis­ten­te Jim Gil­pin (Patrick Fugit).

 Ben Affleck

Ben Affleck

El desa­rro­llo del rela­to, que en su pri­me­ra mitad trans­cu­rre entre el pre­sen­te y el pasa­do, per­mi­te que median­te flash­backs uno se impon­ga a tra­vés del dia­rio escri­to por Amy sobre cómo comen­zó su noviaz­go color de rosa en la ciu­dad de Nue­va York para cul­mi­nar en boda.  En tan­to, la inves­ti­ga­ción poli­cial pro­si­gue sin resul­ta­dos con­cre­tos por­que no hay señal algu­na de la esfu­ma­da mujer. Avan­zan­do en la lec­tu­ra del dia­rio, Amy des­cri­be las grie­tas matri­mo­nia­les reve­lan­do la infi­de­li­dad de Nick al pro­pio tiem­po que deta­lla su carác­ter vio­len­to al extre­mo tal de temer­lo y de tener que pro­veer­se de un arma para pro­te­ger­se de él en el caso que qui­sie­ra matarla.

Las sos­pe­chas de que Nick pudie­ra ser el vic­ti­ma­rio de su espo­sa comien­zan a sur­gir a tra­vés de las apre­cia­cio­nes rea­li­za­das dia­ria­men­te por una sen­sa­cio­na­lis­ta ani­ma­do­ra de la tele­vi­sión (Missy Pyle) quien deja entre­ver que se tra­ta de un acto de homi­ci­dio come­ti­do por el mari­do de la víc­ti­ma; a pesar de que la opi­nión públi­ca, fuer­te­men­te influi­da por los medios de difu­sión, va desa­rro­llan­do un sen­ti­mien­to de duda que avan­za gra­dual­men­te has­ta trans­for­mar­se en una fran­ca anti­pa­tía hacia Nick, las auto­ri­da­des no pue­den dete­ner­lo por­que al no encon­trar­se el cadá­ver de la víc­ti­ma no hay evi­den­cia con­cre­ta de que él la haya asesinado.

Lo ante­rior cons­ti­tu­ye una muy esque­má­ti­ca sinop­sis de lo que suce­de en la pri­me­ra mitad del film don­de úni­ca­men­te el espec­ta­dor se impo­ne sobre lo acon­te­ci­do con Amy y que obvia­men­te no se habrá de deve­lar. Con todo, el giro impre­vis­to de los acon­te­ci­mien­tos pos­te­rio­res va crean­do una nota­ble ten­sión don­de resul­ta difí­cil pre­de­cir sobre cómo el rela­to habrá de con­ti­nuar. Lo cier­to es que la his­to­ria que se va desa­rro­llan­do a dife­ren­tes nive­les se den­si­fi­ca con­si­de­ra­ble­men­te y a dife­ren­cia de otras de géne­ro simi­lar, la com­ple­ji­dad de la mis­ma no va en detri­men­to de su com­pren­sión; por el con­tra­rio, lo úni­co que se requie­re es man­te­ner­se aten­to y obser­var cómo los per­so­na­jes secun­da­rios van gra­vi­tan­do en el com­por­ta­mien­to de los prin­ci­pa­les carac­te­res; todo ello per­mi­te que la intri­ga del film se sos­ten­ga con recur­sos legítimos.

Ade­más de lo que en tér­mi­nos de entre­te­ni­mien­to el film ofre­ce, lo que se cons­ta­ta es cómo los medios de difu­sión van mani­pu­lean­do la opi­nión públi­ca des­per­tan­do serias dudas sobre si lo que se lle­ga a cono­cer refle­ja la reali­dad de los hechos; cier­ta­men­te ese aspec­to no es nove­do­so, pero aquí adquie­re rele­van­cia en fun­ción de las carac­te­rís­ti­cas espe­cia­les que adop­ta el rela­to. Tam­bién cabe men­cio­nar que mos­tran­do al públi­co la for­ma corro­si­va y áci­da que pue­de asu­mir la vida matri­mo­nial deja abier­ta la pre­gun­ta sobre si por más inti­mi­dad que exis­ta entre las par­tes uno pue­de lle­gar a cono­cer bien a su cón­yu­ge. Final­men­te, el des­en­la­ce de este dra­ma deja un extra­ño sabor amar­go al demos­trar cómo la caren­cia de valo­res mora­les pue­de crear un pro­fun­do vacío exis­ten­cial refle­jan­do el lado lúgu­bre de la con­di­ción humana.

En adi­ción a su rique­za argu­men­tal, el film está nota­ble­men­te inter­pre­ta­do comen­zan­do con Affleck don­de nun­ca se ha desem­pe­ña­do mejor que aquí; no menos impor­tan­te es la reve­la­ción de Pike como con­su­ma­da actriz y sobre todo la par­ti­ci­pa­ción de Coon quien como la devo­ta her­ma­na de Nick asu­me con con­vic­ción la voz de su con­cien­cia; en los roles de apo­yo se des­ta­can Neil Patrick Harris ani­man­do al ex novio de Amy, Lisa Banes y David Clen­non como los padres de Amy y Tyler Perry como el abo­ga­do defen­sor de Nick. Para con­cluir, dis­tin­ción espe­cial mere­ce Fincher;:gracias al meticu­loso cui­da­do impre­so por el rea­li­za­dor en cada uno de los pla­nos así como la flui­dez logra­da en su pues­ta escé­ni­ca y direc­ción de acto­res, el públi­co apre­cia un film de gran cali­dad a pesar de su exten­sa duración.

Con­clu­sión: Un absor­ben­te thri­ller psi­co­ló­gi­co que sin duda Alfred Hitch­cock habría apro­ba­do incon­di­cio­nal­men­te. Jor­ge Gutman