LAGGIES. Estados Unidos, 2014. Un film de Lynn Shelton
Un film que no tiene un propósito definido asume el riesgo de ser desenfocado y eso es lo que ocurre precisamente con Laggies, una comedia pretendidamente realista pero que su falta de plausibilidad la torna insípida y sin mayor gracia.
Lynn Shelton que con su breve filmografía utiliza sus propios guiones un tanto improvisados, aquí recurrió a un libreto ajeno y decididamente mediocre preparado por Andrea Seigel. Todo gira alrededor de Megan (Keira Knightley), de aproximadamente 30 años de edad viviendo en Seattle y trabajando en el estudio contable de su padre (Jeff Garlin). Tal como se la observa, es una chica de adolescencia tardía que parece estar alejada de la realidad que la circunda; mientras que sus amigas de los años de juventud están haciendo planes de casamiento y otras ya tienen familia formada afrontando la vida con un nivel de madurez, ella se encuentra ajena a esa situación y parece estar despistada sobre lo que quiere o desea hacer en la actualidad o en el futuro. Sentimentalmente, está unida a Anthony (Mark Webber) con quien ha estado conviviendo desde los años de escuela secundaria y él está ansioso de formalizar la situación; sin embargo cuando le propone casamiento y formar una familia, Megan se retrae asustada por el compromiso de asumir un mayor grado de responsabilidad.
El disparador que pone en marcha al relato es la relación que establece con Annika (Chloë Grace Moretz), una chica de 16 años a quien circunstancialmente llega a conocer y con quien consolida una singular amistad. Dando una excusa a Anthony de que debe partir para efectuar un seminario durante una semana, Megan resuelve permanecer durante ese lapso en el hogar de Annika. Cuando llega a conocer a Craig (Sam Rockwell), el divorciado padre de la adolescente, el relato se vuelve tan predecible como inaguantable hasta arribar a un imperdonable final feliz.
Si acaso la idea del film es mostrar las inseguridades que pueden asistir a ciertas personas adultas que no han alcanzado a madurar, la forma como aquí está expuesta deja que desear, debido a la poca satisfactoria descripción de los personajes y por la caprichosa resolución de un guión que se asemeja más a una pobre situación de comedia televisiva que al de un relato aspirando a un nivel de mayor seriedad. De todos modos, como se dijo al principio de esta nota, no queda para nada claro la intención, mensaje o propósito de esta insulsa comedia.
En materia de interpretación, Knightley de ninguna manera logra una caracterización creíble; a pesar de ser una buena actriz, su persona de mujer inmadura, mentirosa e insoportablemente chiquilina, además de no ser convincente, tampoco alcanza a ganar la simpatía del público. El resto del elenco se adecua a lo que el libreto le exige y nada más.
Conclusión: Una comedia fallida que no llega a generar entusiasmo. Jorge Gutman