Una His­tó­ri­ca Marcha

SEL­MA. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Ava DuVernay

Sin asu­mir el carác­ter de una bio­gra­fía tra­di­cio­nal, la direc­to­ra Ava DuVer­nay enfo­ca a Mar­tin Luther King Jr. en uno de los epi­so­dios his­tó­ri­cos más tras­cen­den­tes de Esta­dos Uni­dos que tuvo lugar des­pués de haber­se san­cio­na­do en 1964 la ley de los Dere­chos Civiles.

David Oyelowo

David Oye­lo­wo

El film comien­za con King (David Oye­lo­wo) reci­bien­do en Oslo en diciem­bre de 1964 el Pre­mio Nobel de la Paz e inme­dia­ta­men­te se asis­te a una fugaz esce­na mos­tran­do el bom­bar­deo por par­te del Ku Klux Klan de una igle­sia batis­ta de Bir­mingham en Ala­ba­ma con su secue­la de víc­ti­mas que, aun cuan­do tuvo lugar el año pre­ce­den­te, mar­ca el tono de la vio­len­cia ejer­ci­da con­tra los negros que sobre­ven­drá después.

La acción se tras­la­da a la ciu­dad de Sel­ma en Ala­ba­ma don­de una mujer negra (Oprah Win­frey) ve recha­za­da su soli­ci­tud de regis­tro para votar por par­te del fun­cio­na­rio blan­co que la atien­de a pesar de haber com­ple­ta­do correc­ta­men­te los for­mu­la­rios per­ti­nen­tes. Así, y a pesar de la impor­tan­te legis­la­ción de los dere­chos cívi­cos prohi­bien­do la segre­ga­ción racial, el esta­do de Ala­ba­ma lide­ra­do por su ultra racis­ta gober­na­dor Geor­ge Walla­ce (Tim Roth) está lejos de cum­pli­men­tar­la al impe­dir que los negros pue­dan regis­trar­se para poder votar, oca­sio­nan­do de este modo una gran frus­tra­ción de la mayo­ri­ta­ria pobla­ción negra. Eso con­lle­va a que el 7 de mar­zo de 1965 se lle­ve a cabo una pací­fi­ca mar­cha negra de pro­tes­ta que comen­zan­do en Sel­ma debe­ría haber con­clui­do en Mont­go­mery, la capi­tal del esta­do; sin embar­go, la repre­sión racial impul­sa­da por las fuer­zas del orden lide­ra­das por el she­riff Jim Clark (Stan Hous­ton) impi­de ese pro­pó­si­to, cau­san­do un bru­tal derra­ma­mien­to de san­gre de la gen­te de color en el puen­te Edmund Pee­tus. Es allí que entra a gra­vi­tar con toda fir­me­za la figu­ra de King pre­sio­nan­do al pre­si­den­te John­son (Tom Wil­kin­son) para que tome car­tas en el asun­to y logre que el Con­gre­so legis­le sobre la mate­ria. Des­pués de una segun­da mar­cha esta vez lide­ra­da por el gran pas­tor que no lle­gó a con­cre­tar­se por­que él que­ría con­tar con la pre­via apro­ba­ción de la cor­te fede­ral para la mis­ma, final­men­te vol­vió a enca­be­zar­la el 21 de mar­zo de 1965 con la par­ti­ci­pa­ción de negros y blan­cos de dife­ren­tes luga­res de la nación; esa mar­cha triun­fal que tuvo amplia reso­nan­cia per­mi­tió que John­son logra­se meses des­pués la san­ción legis­la­ti­va que habría de rei­vin­di­car la igual­dad de los dere­chos al voto de todos los habi­tan­tes sin dis­tin­ción de raza o color.

Aun­que lo que se apre­cia en el guión de Paul Webb pue­da no res­pon­der exac­ta­men­te a cómo los hechos se die­ron en las dis­tin­tas com­po­nen­das polí­ti­cas que se apre­cian en el film, la direc­to­ra ha logra­do una bue­na recons­ti­tu­ción de los suce­sos acae­ci­dos des­ta­can­do el espí­ri­tu de una épo­ca en con­vul­sión y el rol juga­do por el pala­dín de la no vio­len­cia que tres años des­pués sería vil­men­te ase­si­na­do a los 39 años de edad.

A pesar de que el film ado­le­ce de meno­res obje­cio­nes, como por ejem­plo el tra­ta­mien­to de las aven­tu­ras extra­ma­tri­mo­nia­les de King y la tole­ran­cia de su abne­ga­da espo­sa Coret­ta (Car­men Ejo­bo) que bien podía haber­se pres­cin­di­do sin alte­rar el espí­ri­tu del rela­to, eso que­da amplia­men­te com­pen­sa­do por haber­se cum­pli­do el pro­pó­si­to esen­cial del rela­to resal­tan­do la extra­or­di­na­ria per­so­na­li­dad del nota­ble acti­vis­ta de los dere­chos cívi­cos con su per­sis­ten­te lucha en defen­sa de las mino­rías des­fa­vo­re­ci­das y opri­mi­das. Al hacer­lo, la direc­to­ra trans­mi­te con gran fuer­za expre­si­va la huma­ni­dad de King, gra­cias en gran par­te a la exce­len­te carac­te­ri­za­ción que logra Oye­lo­wo en el rol cen­tral; ade­más del pare­ci­do físi­co con el per­so­na­je que encar­na, el actor repro­du­ce con acier­to su tim­bre de voz, fir­me mira­da y la for­ma en que con gran auten­ti­ci­dad pro­nun­cia su vibran­te dis­cur­so fren­te al Capi­to­lio de Mont­go­mery al con­cluir la his­tó­ri­ca mar­cha; así, sus últi­mas pala­bras “glo­ria, ale­lu­ya” cun­den sen­si­ble­men­te en el áni­mo del público.

Ade­más de sus sóli­dos valo­res cine­ma­to­grá­fi­cos, el estreno de Sel­ma no pue­de resul­tar más opor­tuno tenien­do en cuen­ta que medio siglo des­pués de los acon­te­ci­mien­tos narra­dos, dra­má­ti­cos dis­tur­bios racia­les siguen afec­tan­do al país. De allí que el film cons­ti­tu­ya un recor­da­to­rio para las nue­vas gene­ra­cio­nes de que aún exis­te una asig­na­tu­ra pen­dien­te de apro­ba­ción para que el racis­mo que­de defi­ni­ti­va­men­te erradicado.

Con­clu­sión: Un impor­tan­te epi­so­dio de los dere­chos civi­les de Esta­dos Uni­dos y un cáli­do tri­bu­to a la memo­ria de Mar­tin Luther King Jr en un film hon­da­men­te emo­cio­nal.  Jor­ge Gutman