Crónica de Jorge Gutman
THE GOODNIGHT BIRD – Autora: Colleen Murphy – Dirección: Roy Surette — Elenco: Nicola Cavendish, Graham Cuthbertson, Christopher Hunt — Escenografía y Vestuario: Pam Johnson – Iluminación: Luc Prairie – Sonido: Nico Rhodes. Duración : 1h35 (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 22 de marzo de 2015 en el Centaur Théâtre (www.centaurtheatre.com)
Utilizando como premisa la inesperada visita de un intruso al hogar de un matrimonio, The Goodnight Bird intenta demostrar el modo en que un factor externo inesperado puede poner a prueba la estabilidad conyugal de una pareja en los años dorados de su existencia.
Aunque ciertamente el punto de partida puede resistir credibilidad, el tono cálido y en parte gracioso del relato propuesto por la dramaturga canadiense Collen Murphy permite atenuar ese aspecto. Lilly (Nicola Cavendish), una profesora de historia ya jubilada, y su marido Morgan (Christopher Hunt) que recientemente sufrió un ataque cardíaco y aún sigue trabajando, han vivido un período de larga convivencia donde por lo que se puede apreciar en los primeros minutos, hay cierto desgaste en la relación, producto quizá de la rutina o de la ausencia de algo más excitante que este matrimonio pudiera aguardar. La primera escena es lo suficientemente demostrativa cuando en vísperas de acostarse a dormir, Lilly que se encuentra en el baño recrimina desde allí a su marido de estar ensuciando el espejo cuando se cepilla los dientes.
Cuando todo está dispuesto para el reposo, un golpe los despierta y cuál será la sorpresa cuando en el balcón del departamento aterriza Parker (Graham Cuthbertson), un vagabundo sin hogar, andrajoso y sangrando porque aparentemente llegó hasta allí al lanzarse o caerse del techo del edificio. Tremendamente asustados por la presencia del corpulento desconocido que invadió el hogar, en lugar de llamar a la ambulancia o a la policía para que se ocupe del hecho, la pareja permite que el individuo tome un baño para asearse y deshacerse del desagradable olor que desprende su cuerpo.
Aceptando esa premisa un tanto irrealista, lo que sigue posteriormente es una serie de situaciones cómicamente absurdas al observar el comportamiento del no deseado visitante que sin pudor alguno transita por breves instantes completamente desnudo en la habitación de Lilly y Morgan quienes lo contemplan con estupefacción.
Cuando Parker abandona el departamento, el intruso ha dejado una profunda huella en la relación matrimonial donde comienzan a aflorar las desilusiones y frustraciones que afligen a ambos integrantes, en gran parte motivadas por la ausencia de hijos como consecuencia de una serie de abortos involuntarios que afrontó Lilly en el pasado. Con ciertas reminiscencias de ¿Quien le Teme a Virginia Woolf?, aunque lejos de la profundidad y agresividad de la obra de Albee, marido y mujer comienzan a agraviarse recíprocamente hasta que finalmente queda claro cómo la visita de Parker ha servido en a como un elemento catalizador para que el matrimonio aliente una esperanza de comunicación que pueda reavivar el amor de otros tiempos.
Dentro de ese clima absurdo y surrealista en que la obra transita, la autora ha sabido equilibrar ingeniosamente la caótica comedia de la primera parte agraciada de jugosos diálogos con las situaciones dramáticas que emergen en su segunda mitad.
El trío actoral demuestra su gran competencia interpretativa; así, Cavendish caracteriza perfectamente a la dominante y rezongona Lilly, Hunt ofrece el justo perfil del sosegado y resignado marido y Cuthbertson se luce como el vital y excéntrico errante. El director Roy Surette ha sabido dotar al relato la fluidez necesaria tanto en los momentos cómicos como en los sombríos de modo que el resultado mantenga el interés de la platea.
Ciertamente, esta obra sin ser pretenciosa ni tampoco muy profunda es lo suficientemente entretenida, está ágilmente dirigida y magníficamente interpretada para que merezca su recomendación.