Crónica de Jorge Gutman
EN ATTENDANT GODOT – Autor: Samuel Beckett — Dirección: François Girard. Dramaturgia: Serge Lamothe — Elenco: Benoît Brière, Pierre Lebeau, Alexis Martin, Emmanuel Schwartz, Mounia Zahzam — Escenografía: François Séguin — Vestuario: Renée April – Iluminación: David Finn – Duración: 3 horas incluyendo un entreacto de 20 minutos. Representaciones: Hasta el 31 de marzo de 2016 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
La emblemática tragicomedia de Samuel Beckett publicada en 1952 y estrenada mundialmente en París en 1953, en el transcurso de seis décadas no ha perdido vigencia alguna; por el contrario, a medida que el tiempo transcurre su atracción va en aumento porque de algún modo esta obra que había sido catalogada como “teatro del absurdo” no es más que un reflejo del comportamiento desatinado e ilógico que más y más parece prevalecer en la conducta humana de la hora actual. De allí que resulta muy bienvenida la decisión del TNM de montar la obra nuevamente para que el público de Montreal pueda juzgar esta remarcable versión de François Girard.
Beckett introduce a Estragón/ Gogó (Benoît Brière) y Vladimir/ Didí (Alexis Martin), dos personajes vagabundos que se encuentran en torno a un árbol desnudo. Quiénes son ellos poco importa, salvo que se deja entrever que se conocen de antes.¿Qué hacen? Esperan a alguien que puede ser Dios o un ángel mesiánico llamado Godot aunque nadie sabe porqué lo aguardan. Conversando, ellos tratan de romper la monotonía y si bien el contenido de estas charlas abarca temas existenciales, el diálogo que mantienen no resulta demasiado racional o coherente. En un momento dado aparecen en escena –sin saber para qué- Pozzo (Pierre Lebeau) y su servidor Lucky (Emmanuel Schwartz) quien es tratado cruelmente por su amo; tras un corto lapso, ellos dejan el lugar. Prontamente llega un mensajero (Mounia Zahzam) con un recado de Godot comunicando a Gogó y Didí que no puede venir en ese día pero que lo hará al siguiente. La noche va cayendo y así concluye el primer capítulo de esta historia. En el segundo de los dos actos de la obra que transcurre en la jornada siguiente se van repitiendo los acontecimientos del día anterior, donde Gogó y Didí siguen esperando la llegada de Godot sin saber cuándo se producirá tal encuentro.
La aparente banalidad de esta magistral creación literaria no puede ocultar la profundidad filosófica inmersa en la misma. En primer lugar, el tópico más destacable es el uso del lenguaje; si bien constituye la forma natural de comunicación humana, en el caso propuesto por Beckett no lo es; estando cada uno en lo suyo, sus personajes hablan pero no dialogan porque tienen problemas para poder expresarse. Es allí donde lo absurdo adquiere una connotación profunda cuando hoy día, a pesar del avance de la tecnología moderna, el diálogo virtual tiende a parecerse a los mantenidos por Estragón y Vladimir. Igualmente, la pieza es portadora de muchas otras inquietudes que filosóficamente están relacionadas con el paso del tiempo, la angustia del no hacer para esperar lo inalcanzable, y sobre todo la contradicción humana en el comportamiento cotidiano que Beckett lo refleja en el sin sentido de las repeticiones de sus protagonistas mediante el juego de palabras que no conducen a algo concreto. Además de dramatizar la alienación de sus dos personajes protagónicos, el autor explora también el lado oscuro de la naturaleza humana por quienes utilizan arbitrariamente el poder para sojuzgar a los más débiles y desamparados, ejemplificado por el comportamiento de Pozzo con respecto a su esclavo y “perro faldero” que es Lucky.
Si bien la riqueza de la obra es el principal soporte de la misma, es importante remarcar la magnífica puesta escénica de François Girard quien ya ha demostrado a través de su exitosa carrera profesional ser un ingenioso artista multidisciplinario (teatro, cine, ópera y circo); en la presente experiencia, su aproximación a la obra remarcando los aspectos dramáticos del autor, logra que el público asistente se involucre en el universo de Beckett y que extraiga sus propias conclusiones en las diferentes lecturas que pueden inferirse de esta creación.
Si la dirección de Girard resulta óptima no menos importrante es su elenco integrado por actores que brindan los diferentes matices requeridos por los personajes descriptos por el dramaturgo. En tal sentido, el director ha convocado a 4 actores excepcionales. Así, Didí y Gogó encuentran en Martin y Brière respectivamente a dos intérpretes de magnífica solvencia que demuestran una extraordinaria complicidad en el intenso intercambio que mantienen durante casi todo el desarrollo de la pieza contribuyendo a crear más de una situación divertida. No menos importante es la contribución de Lebeau en su tiránico personaje así como el “tour de force” realizado por Schwartz quien en el primer acto, en un momento que no conviene revelar, arranca espontáneos aplausos del espectador con su notable caracterización de Lucky.
En los aspectos funcionales resulta interesante la despojada y efectiva escenografía de François Séguin donde el típico árbol anquilosado sobre un montículo de arena brinda el ambiente físico en donde se mueven los personajes. Igual mención merece la iluminación de David Finn a través de la luz necesaria que ambienta la atmósfera desde el día hacia la noche.
Conclusión: Una estupenda dirección y un elenco irreprochable al servicio de una obra profunda que refleja el absurdo comportamiento humano.