COURTED (L’HERMINE). Francia, 2015. Un film escrito y dirigido por Christian Vincent
Un film muy bien construido que aborda un drama judicial es lo que se aprecia en L’Hermine. Teniendo en cuenta que el director Christian Vincent ya trabajó en otras oportunidades con Fabrice Luchini, nuevamente ha logrado que el popular actor haya aceptado protagonizarlo habiendo logrado con su actuación el premio a la mejor interpretación masculina en el Festival de Venecia del año pasado.
En el relato de ficción de Vincent, Luchini anima a Michel Racine, un juez penalista que desempeña sus funciones en Saint-Omer, una pequeña población francesa. Dueño de una personalidad obsesiva y demasiado rígida imponiendo severas penas para quienes son considerados culpables, con su carácter poco amigable no se ha granjeado la simpatía de quienes lo rodean en su trabajo; con todo, es respetado por su integridad profesional. En el caso que actualmente ocupa su atención, asume el cargo de presidente de un jurado integrado por ciudadanos corrientes que debe juzgar a Martial (Victor Pontecorvo), un joven padre a quien se lo acusa de haber matado a patadas a su bebita de 7 meses que tuvo con su pareja (Miss Ming).
En forma dinámica y amena el film concentra la atención siguiendo las repetitivas respuestas del taciturno acusado a las preguntas formuladas por el juez, las dudas y contradicciones en que incurre su mujer y sobre todo observando la idiosincrasia de los miembros del jurado. Sus integrantes, pertenecientes a diferentes orígenes y medios sociales, durante los almuerzos en que se encuentran reunidos efectúan comentarios sobre variados aspectos que resultan genuinos y espontáneos a la vez que interesantes.
En la medida que las audiencias se van prolongando durante varios días frente a la dificultad de clarificar la verdad de lo acontecido, el realizador expone algunas facetas del sistema judicial de Francia; así, todo acusado se presume inocente hasta no existir pruebas que lo condenen, y si existiera una mínima duda sobre su culpabilidad debe ser declarado inocente. Este hecho queda bien expuesto cuando Racine en un momento dado manifiesta a los miembros del jurado que aunque nunca se llegue a saber la verdad, lo importante para la justicia es reafirmar los principios de la ley.
Además de su tema central el relato cuenta con una subtrama romántica. La misma se genera cuando Racine descubre que entre las personas del jurado se encuentra una médica anestesista (Sidse Babett Knudsen) de origen danés a quien él había conocido y llegó a amar secretamente cuando años atrás estuvo internado y ella lo trató como paciente. Esta historia secundaria, aunque en apariencia no necesaria, es funcional para demostrar que a pesar de la dureza exterior manifestada por el misántropo juez, aflora su lado tierno y humano tratando de cimentar una relación sentimental con esa mujer.
Todos los actores a través de sus diversificados personajes tienen ocasión de lucirse. Con todo es Luchini quien se lleva las palmas por su notable interpretación; sin sobreactuar, logra en forma mesurada dar con el justo tono de un ser humano que sufre una metamorfosis positiva de su persona frente a un hecho inesperado. Igualmente, el film se distingue por su ajustada dirección e interesante relato logrado por un acertado guión. Jorge Gutman