EL CLAN. Argentina-España, 2015. Un film escrito y dirigido por Pablo Trapero
Avalado con el importante premio recibido en el Festival de Venecia de 2015 como mejor realizador, El Clan es uno de los mejores filmes del renombrado cineasta Pablo Trapero. En un guión que le pertenece, el director aborda en un fascinante thriller la auténtica historia de una infame familia; indirectamente, también expone la miseria humana de la dictadura militar que rigió a Argentina desde 1976 hasta 1983.
El relato que se apoya en un sólido guión del realizador, se centra en los Puccio, una familia de clase media imbuida de preceptos religiosos viviendo en una zona residencial del Gran Buenos Aires; sus miembros son Arquímedes (Guillermo Francella), su esposa Epifanía (Lili Popovich) y los cinco hijos del matrimonio. Gozando del respeto de los vecinos del barrio, nadie podía sospechar que Arquímedes quien durante el régimen militar mantenía estrechos contactos con altos funcionarios de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) podía aprovechar de esas relaciones para lograr ser “protegido” en caso de necesidad.
Desde 1982, en las postrimerías de la dictadura, hasta 1985, en los albores de la democracia, el patriarca familiar valiéndose de Alex (Peter Lanzani), su hijo mayor que se destacaba como un excelente jugador de rugby, logró que éste le proporcionara una lista de la gente acaudalada que conocía. El propósito era seleccionar sus víctimas para secuestrarlas, pedir altas sumas de rescate a sus familiares y después de haberlas obtenido proceder a matarlas para evitar cualquier tipo de identificación. Curiosamente, las personas secuestradas eran todas conocidas por esta monstruosa familia. Cuando finalmente, los crímenes llegan a ser descubiertos, el cerebral y maquiavélico Arquímedes intenta recurrir a sus influyentes conocidos tratando de demostrar su inocencia.
Al analizar el affaire Puccio viene a la memoria la expresión “banalidad del mal” que fuera acuñada por la filósofa Hannah Arendt con referencia a Adolf Eichmann; allí, ella señalaba que el mal perpetrado por el gran genocida obedecía a querer cumplir con las órdenes impartidas por sus superiores. Pero en el caso de Arquímedes nada resultó banal para poder justificar su conducta; en tal sentido, el relato no permite desentrañar la psicología de su enigmática y doble personalidad de hombre normal y bestia feroz.
En esta lúgubre historia donde la realidad supera ampliamente a la ficción, Trapero ofrece un film cautivante interpretado por un homogéneo y calificado elenco; sin duda, quien más se destaca es Francella ofreciendo una notable entrega como el gélido psicópata con ojos de acero que mata sin piedad; meritoria es también la actuación de Lanzani en su debut cinematográfico como el hijo que a pesar de demostrar cierta humanidad es el proveedor de las futuras víctimas.
La dirección de Trapero permite que su narración, que en muchos momentos adopta un tono documental, mantenga un ritmo de gran fluidez y resulte sumamente entretenida. En los aspectos formales cabe destacar la acertada reconstrucción de época, la buena fotografía y una ajustada banda sonora.
Dicho lo que precede, una vez más se confirma que un proyecto artístico de ninguna manera implica tener que sacrificar la comercialidad del mismo; basta contemplar a este valioso film para quedar convencido de que el arte y la popularidad pueden combinarse armoniosamente. Jorge Gutman