Don Chead­le revi­ve a Miles Davis

MILES AHEAD. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Don Cheadle

Ubi­cán­do­se por pri­me­ra vez detrás de la cáma­ra, Don Chead­le tam­bién lo pro­ta­go­ni­za ani­man­do al míti­co trom­pe­tis­ta Miles Davis (1926 – 1991). La vida de este músi­co está ínti­ma­men­te aso­cia­da a la his­to­ria del jazz del siglo pasa­do en don­de su carre­ra se dis­tin­guió por su per­ma­nen­te inno­va­ción hacia nue­vos sen­de­ros artís­ti­cos. Chead­le no ofre­ce aquí una con­ven­cio­nal bio­gra­fía del artis­ta sino que acu­dien­do a algu­nos per­so­na­jes y situa­cio­nes de fic­ción lo ubi­ca en un deter­mi­na­do momen­to del tiem­po para extraer algu­nos ras­gos de su autén­ti­ca per­so­na­li­dad; en ese inten­to, el novel rea­li­za­dor infun­de al rela­to una pro­fun­da ener­gía y vita­li­dad ade­más de otor­gar­le un apre­cia­ble esti­lo visual.

Don Cheadle

Don Chead­le

Estruc­tu­ra­do en for­ma no cro­no­ló­gi­ca y frac­tu­ra­da, al comen­zar la his­to­ria el guión de Chead­le y Ste­ven Bai­gel­man ubi­ca la acción en Nue­va York en 1979, cin­co años des­pués de que el trom­pe­tis­ta se ale­jó de la acti­vi­dad musi­cal, man­te­nién­do­se reclui­do por pro­ble­mas de salud y su adic­ción a las dro­gas. Es allí que apa­re­ce el fic­ti­cio per­so­na­je Dave Brill (Ewan McGre­gor) quien se apro­xi­ma a la casa del soli­ta­rio Davis (Chead­le) pre­sen­tán­do­se como perio­dis­ta de Rolling Sto­ne: su pro­pó­si­to es hacer­le una entre­vis­ta sobre su rumo­rea­do retorno artís­ti­co. Des­pués de los pri­me­ros minu­tos de un encuen­tro a todas luces difi­cul­to­so, Dave logra ganar­se la con­fian­za del músi­co, y a par­tir de allí el perio­dis­ta tra­ta de ayu­dar­lo en la recu­pe­ra­ción de una cin­ta gra­ba­da por Davis que le per­mi­ti­rá vol­ver al mun­do del jazz; la mis­ma se encuen­tra en las manos de un ines­cru­pu­lo­so pro­duc­tor (Michael Stuhl­barg) del sello Colum­bia Records (Michael Stuhl­barg) para quien el trom­pe­tis­ta efec­tua­ba sus regis­tros discográficos.

Simul­tá­nea­men­te, a tra­vés de los recuer­dos del músi­co el film se des­pla­za a los años 50 enfo­can­do momen­tos feli­ces en su roman­ce con Fran­ces Tay­lor (Ema­yatzi Cori­neal­di), una bai­la­ri­na de Broad­way que fue su gran amor y con quien final­men­te se casa en 1958. En el trans­cur­so de esos años de vida con­yu­gal es cuan­do Davis obtie­ne un inusual suce­so con algu­nos de sus memo­ra­bles álbu­mes que lo popu­la­ri­za­ron como el talen­to­so reno­va­dor del jazz moderno.

Al con­cen­trar­se más en el hom­bre que en el bri­llan­te músi­co, Chead­le deci­di­da­men­te no brin­da una mira­da com­pla­cien­te del músi­co. Al des­cri­bir­lo como un ser tor­tu­ra­do, con una visi­ble bipo­la­ri­dad, su dra­má­ti­co con­su­mo de dro­gas y su inca­pa­ci­dad de ser leal a Fran­ces quien demos­tró su total devo­ción y aban­do­nó su carre­ra por él, el direc­tor impi­de que el espec­ta­dor pue­da sim­pa­ti­zar con su per­so­na. Al pro­pio tiem­po, al enfo­car lo que acon­te­ce detrás de la esce­na musi­cal, el rela­to des­ta­ca la ausen­cia de soli­da­ri­dad, leal­tad, bue­na fe, así como el opor­tu­nis­mo de los lla­ma­dos “ami­gos” tra­tan­do de apro­ve­char la popu­la­ri­dad de Davis; así, en ese redu­ci­do uni­ver­so no hay quie­nes pue­dan ofre­cer algu­na nota de redención.

Chead­le rea­li­za un sor­pren­den­te tra­ba­jo revi­vien­do la leyen­da del gran artis­ta; en un rol que le vie­ne como ani­llo al dedo, resul­ta delei­ta­ble obser­var sus ges­tos, tono de voz, la exce­len­te recrea­ción que efec­túa mien­tras está actuan­do y los momen­tos som­bríos de los fan­tas­mas que lo aco­san. Cori­neal­di logra dis­tin­guir­se como la com­pa­ñe­ra de Davis que no pue­de evi­tar sus frus­tra­cio­nes al tener que vivir con un genio que refle­ja cam­bios en sus esta­dos aní­mi­cos a la vez que le es infiel. En cuan­to a McGre­gor, aun­que su per­so­na­je resul­te un tan­to for­za­do, se desem­pe­ña correc­ta­men­te en las secuen­cias man­te­ni­das con Davis.

A pesar de que la narra­ción resul­te a ratos con­fu­sa cuan­do no caó­ti­ca, en líneas gene­ra­les el rea­li­za­dor ofre­ce momen­tos vibran­tes que com­pen­san cier­tos des­ni­ve­les del rela­to. Sin lle­gar al nivel de exce­len­cia logra­do por Clint East­wood en Bird (1988) enfo­can­do la vida de Char­lie Par­ker, los aman­tes del jazz se sen­ti­rán com­pla­ci­dos de apre­ciar el tri­bu­to de Chead­le a Miles Davis. Jor­ge Gutman