JASON BOURNE. Estados Unidos, 2016. Un film de Paul Greengrass
Nueve años después de haber trabajado en equipo en el tercer capítulo de Jason Bourne, el popular actor Matt Damon y el realizador Paul Greengrass se reúnen para revivir al amnésico personaje creado en 1980 por Robert Ludlum. El resultado es un film sujeto a la ley de los rendimientos decrecientes; no solo resulta demasiado familiar lo que se expone sino que además de demasiado incongruente, el relato no es más que un pretexto para ofrecer la dosis de acción necesaria para conformar al gran público. Lo cierto es que esta franquicia carece del brío y emoción reflejados en sus primeros tres segmentos.
Tratando de demostrar la forma en que hoy día se desarrolla la guerra cibernética entre diferentes organismos, el adelanto tecnológico es un elemento crucial para sustentar al relato basado en el guión preparado por Greengrass y Christopher Rouse. Las primeras imágenes muestran al ex asesino de la CIA (Dammon) que perdió su memoria viviendo en Grecia y alejado de todas las intrigas políticas a las que fue sometido cuando trabajaba en la agencia. Su tranquilidad se ve alterada cuando Nicky Parsons (Julia Stiles), gran amiga de Jason y una ex funcionaria de la CIA que cayó en desgracia, llega a contactarlo. Ella, que ha logrado hackear el sistema operativo del organismo descargando importantes legajos confidenciales, le comunica que a través de los mismos Jason podrá obtener algunas respuestas sobre su pasado y verdadera identidad. Cuando la muy competente Heather Lee (Alicia Vikander), a cargo de los sistemas de computación de la CIA, descubre el vínculo y encuentro producido entre Jason y Nicky, inmediatamente le hace saber sobre el hecho a su jefe Robert Dewey (Tommy Lee Jones) quien es el director del organismo. Temiendo que Bourne pueda revelar algunos secretos que pudieran dañar a la institución, Dewey decide ultimarlo; para ejecutar esa tarea utiliza los servicios de un peligroso asesino que colabora con la agencia (Vincent Cassel).
Lo que antecede motiva a que nuestro antihéroe para salvar su vida deba desplazarse a Berlín y Londres en un típico juego del gato y el ratón hasta culminar en Las Vegas; en esta última ciudad es donde se produce la acostumbrada persecución automovilística durante considerable espacio de tiempo hasta llegar al previsible enfrentamiento donde nadie duda quien saldrá ileso, única forma para que esta franquicia pueda eventualmente continuar en el caso que este film produzca buenos retornos de boletería.
A diferencia de otras muestras del género, aquí no existe ninguna dimensión psicológica de los personajes a pesar de la buena actuación del elenco donde sobresalen la presencia de Damon y la de Vikander quienes tratan de infundir el máximo aliento posible al anémico guión.
A pesar de que Greengrass ha demostrado en su filmografía ser un eficiente e ingenioso realizador, su participación en este deslucido proyecto resulta poco relevante.
Jorge Gutman