Crónica de Jorge Gutman
THE REFUGEE HOTEL
Carmen Aguirre, la dramaturga canadiense de origen chileno, ofrece un testimonio político y social vinculado con el drama que Chile vivió con el advenimiento del golpe militar del 11 de Septiembre de 1973. La barbarie cometida por el monstruoso régimen ha sido bien testimoniada a través de los diferentes medios de difusión e incluso por el cine. Lo que distingue a esta sensible pieza es que su autora quiso abordar las sensaciones vividas por un grupo de refugiados chilenos que llegados a Canadá en Febrero de 1974 fueron albergados durante la primera semana en un hotel de refugiados de Montreal.
Foto de James Douglas
A través de varios personajes se asiste a sus historias desde el día de su llegada en medio del crudo invierno de la ciudad hasta el momento en que dejan el cálido albergue para vivir en sus propios hogares.
Entre los huéspedes se encuentra una familia integrada por Jorge (Pablo Diconca), su mujer Camila Urrutia (Gilda Monreal), de sobrenombre “la flaca”, y sus dos hijos Manuelita (Mariana Tayler) y Joselito (Juan Grey). Por ellos nos enteramos que inmediatamente después del golpe el matrimonio fue arrestado y puesto en prisión aunque en lugares separados. Así, Camila teniendo en cuenta sus antecedentes de ardorosa militante, ha sido ubicada en un campo de concentración de la Isla Dawson donde fue torturada, vejada y sujeta a las crueles humillaciones de sus captores. Prontamente llegan dos mujeres; una es Cristina (Shanti Gonzales), una mapuche del sur del país, e Isabel (Vera Wilson Valdez), apodada “Calladita” porque durante los primeros días de permanencia permanece sin hablar. Otro integrante que se une a los recién llegados es Manuel (Braulio Elicer) de 18 años de edad que fue atrozmente torturado por los militares con la picana eléctrica en diferentes partes de su cuerpo incluyendo sus órganos genitales, además de dejarlo desnutrido. El grupo se completa con Juan Reyes (Ziad Ghanem) que huyó de la cárcel en Valparaíso y Bill (Charles Bender), un canadiense que encontrándose en Santiago en momentos de producirse el golpe fue encarcelado por haber sido confundido como terrorista.
Foto de James Douglas
En esos primeros días, la estadía resulta dura porque además de los problemas de comunicación de los huéspedes por desconocimiento del inglés y/o francés, los recuerdos del pasado no son fácilmente olvidables; así Jorge experimenta demoníacas pesadillas, mientras que Manuel y Cristina intentan suicidarse al no poder lograr una inmediata recuperación de las atroces experiencias vividas en Chile.
El interés de esta pieza reside en que a través de estos personajes quedan expuestas las dudas acerca de si la población chilena que asistía al triste espectáculo de ver a vecinos apresados sin intentar a hacer algo se justificaba por el gran temor del drástico castigo que pudiera recibir de los militares, o si acaso debería rebelarse a cualquier precio. Igualmente queda abierto el interrogante si para los que lograron emigrar como refugiados, ésta constituía la mejor opción o si debían quedarse en el país para luchar en la clandestinidad.
Más allá de estas situaciones, la pieza destaca cómo los sinsabores de los primeros momentos se van acallando cuando los refugiados encuentran trabajo gracias a las gestiones realizadas porl Pat Keleman (Sally Singal), la amable visitadora social húngara quien también había atravesado la misma experiencia cuando llegó a Canadá como refugiada en 1956 después de la invasión de la Unión Soviética a Hungría. Al propio tiempo, quedan manifestadas algunas notas de humor que se suceden entre los refugiados, el amor por la música nativa a través de grabaciones de canciones de Chile que pueden escuchar gracias al tocadiscos facilitado por el recepcionista del hotel (Craig Francis), así como el espíritu de solidaridad imperante entre los miembros del grupo.
En los créditos finales se destaca cómo en la última década se ha producido una gran ola de refugiados de gente desamparada en diferentes lugares del mundo, no olvidando por supuesto los provenientes de Siria a causa de la guerra civil que aflige a ese país. En todo caso, se destaca la política canadiense de abrir sus puertas para aliviar este gran drama humano así como lo ha hecho con los refugiados chilenos..
Esta conmovedora obra producida por el Teesri Duniya Theatre cuenta con la adecuada puesta en escena de Paulina Abarca-Cantin y la participación de un entusiasta y homogéneo elenco multicultural integrado por actores provenientes de Canadá, Chile, China, Colombia, El Salvador, India, Líbano, México, Perú y Uruguay.
Las representaciones se efectúan en inglés con sobretítulos en español en el Centro Segal (la sala Studio) hasta el 13 de noviembre inclusive.