Una Paté­ti­ca Cantante

MAR­GUE­RI­TE. Fran­cia-Bél­gi­ca-Repú­bli­ca Che­ca, 2015. Un film de Xavier Giannoli

Por esos raros mis­te­rios de la dis­tri­bu­ción de pelí­cu­las, Mar­gue­ri­te de Xavier Gian­no­li se cono­ce recién en Cana­dá a pesar de tener un año de anti­güe­dad mien­tras que Flo­ren­ce Fos­ter Jen­kins que Stephen Frears reali­zó tiem­po des­pués fue estre­na­do hace 3 meses. Esta acla­ra­ción vie­ne al caso por­que la agri­dul­ce fábu­la del direc­tor fran­cés está igual­men­te basa­da en la his­to­ria rela­ta­da por Frears sobre Fos­ter Jen­kins aun­que a tra­vés de un per­so­na­je de nom­bre dife­ren­te y don­de la acción se desa­rro­lla en la ciu­dad de París de los años 20. Afor­tu­na­da­men­te, el film que aho­ra nos ocu­pa per­mi­te que el públi­co nue­va­men­te pue­da dis­fru­tar de un rela­to sobre el mis­mo tema don­de Cathe­ri­ne Frot rea­li­za una extra­or­di­na­ria carac­te­ri­za­ción de una can­tan­te líri­ca sin talen­to alguno.

Catherine Frot

Cathe­ri­ne Frot

El rela­to pre­sen­ta a la baro­ne­sa Mar­gue­ri­te Dumont (Frot), una dama que expe­ri­men­ta un sen­ti­mien­to devo­to por el arte líri­co y que colec­cio­na par­ti­tu­ras y ves­ti­dos de las gran­des can­tan­tes; dada su con­for­ta­ble situa­ción eco­nó­mi­ca y social se da el lujo de ofre­cer reci­ta­les de can­to para un selec­to gru­po de admi­ra­do­res y ami­gos. Por su pasión musi­cal dedi­ca varias horas dia­rias a prac­ti­car arias de ópe­ra que pos­te­rior­men­te ento­na­rá para su audien­cia aun­que ella es incons­cien­te de que su caren­cia abso­lu­ta de voz y oído le impi­de acer­tar con la nota jus­ta; es así que al can­tar pro­fie­re ala­ri­dos y chi­lli­dos capa­ces de des­per­tar en sus tum­bas a Mozart, Ver­di y a otros gran­des com­po­si­to­res líri­cos cuyos temas inter­pre­ta. Lo que resul­ta curio­so es que ella se con­gra­tu­la con los aplau­sos reci­bi­dos de sus ami­gos quie­nes ocul­tan­do sus ver­da­de­ros sen­ti­mien­tos la ala­ban como si estu­vie­ran delan­te de una gran diva.

En su círcu­lo más ínti­mo, se encuen­tra Geor­ges (Andre Mar­con), su don­jua­nes­co mari­do que encon­tran­do inso­por­ta­ble el soni­do de su músi­ca tam­po­co se atre­ve a hacer­le ver que es una pési­ma soprano. Algo pare­ci­do acon­te­ce con el per­so­nal que tra­ba­ja en su man­sión don­de entre los mis­mos su fiel mayor­do­mo Man­del­bos (Denis Mpun­ga) jamás se atre­ve­ría a expre­sar su ver­da­de­ra opi­nión por­que ade­más de sen­tir un sin­ce­ro afec­to por su due­ña, es a él que ella vuel­ca sus penas. De igual mane­ra Atos Pez­zi­ni (nota­ble actua­ción de Michel Fau), el afec­ta­do tenor que la entre­na, no le reve­la que su can­to es peno­so por­que no está dis­pues­to a per­der los exce­len­tes hono­ra­rios que per­ci­be por su tra­ba­jo. El pun­to cul­mi­nan­te se pro­du­ce cuan­do Mar­gue­ri­te deci­de ofre­cer un reci­tal públi­co que obvia­men­te alcan­za­rá una audien­cia mucho más amplia pero que al no tener com­pro­mi­so alguno con ella emi­ti­rá su ver­da­de­ro jui­cio; es allí don­de lle­ga­rá la hora de la verdad.

El rea­li­za­dor gra­cias al impe­ca­ble guión por él escri­to jun­to con Mar­cia Romano, des­cri­be a a esta sin­gu­lar mujer con máxi­ma huma­ni­dad sin bur­lar­se de ella. Así, las joco­sas esce­nas que pro­du­ce la actua­ción de su pro­ta­go­nis­ta no impi­den que en la per­cep­ción del públi­co que­de impre­sa su inne­ga­ble bon­dad entre­mez­cla­da con una asom­bro­sa inge­nui­dad que la con­vier­ten en un per­so­na­je paté­ti­co. En tal sen­ti­do la extra­or­di­na­ria inter­pre­ta­ción de Frot per­mi­te que el públi­co fácil­men­te empa­ti­ce con un ser humano que fren­te al medio hipó­cri­ta que la rodea no es capaz de dis­tin­guir la fan­ta­sía en que vive de la reali­dad que la rodea; cier­ta­men­te resul­ta difí­cil ima­gi­nar que tras el per­so­na­je tan rea­lis­ta que ella per­so­ni­fi­ca se encuen­tre una intér­pre­te que le da vida. Mere­ci­da­men­te Frot fue pre­mia­da como la mejor actriz del año en la últi­ma entre­ga de los pre­mios César de la cine­ma­to­gra­fía francesa.

En resu­men: Gian­no­li ha logra­do el ade­cua­do equi­li­brio entre la come­dia hila­ran­te y el hon­do dra­ma per­mi­tien­do que el públi­co dis­fru­te de un film artís­ti­co y a la vez alta­men­te entre­te­ni­do, en gran par­te debi­do a la actua­ción de una excep­cio­nal intérprete.
Jor­ge Gutman