Fes­ti­val du Nou­veau Cinéma

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

El Fes­ti­val du Nou­veau Ciné­ma (FNC), la más anti­gua mues­tra de cine inter­na­cio­nal de Cana­dá que anual­men­te se desa­rro­lla en Mon­treal, ha comen­za­do ayer su cua­dra­gé­si­ma quin­ta edi­ción con el film de Kim Ngu­yen Two Lovers and a Bear (Cana­dá). La atrac­ti­va y varia­da pro­gra­ma­ción reúne algu­nos títu­los de narra­ti­va no con­ven­cio­nal como así tam­bién tra­ba­jos de nue­vos rea­li­za­do­res. En la lis­ta de los 340 fil­mes pro­ve­nien­tes de 62 paí­ses que se pro­yec­ta­rán (inclu­yen­do lar­go­me­tra­jes y cor­tos), 43 de los mis­mos son pre­sen­ta­dos en carác­ter de pri­mi­cia mun­dial; asi­mis­mo, se exhi­ben pelí­cu­las que ya han sido juz­ga­das exi­to­sa­men­te en los fes­ti­va­les de Ber­lín, Can­nes, Locarno, Vene­cia y Toron­to. A con­ti­nua­ción se hará una bre­ve rese­ña de algu­nos fil­mes que he teni­do opor­tu­ni­dad de ver.

The Woman I Left (Fili­pi­nas) es uno de los fil­mes más impor­tan­tes pre­sen­ta­dos en el FNC. Ubi­can­do la acción en 1997, y tenien­do como tras­fon­do la ola de secues­tros que expe­ri­men­ta la Repú­bli­ca de Fili­pi­nas, el exce­len­te direc­tor Lav Diaz narra con pre­ci­sa minu­cio­si­dad la his­to­ria de Hora­cia (Cha­ro San­tos-Con­cio); ella es una ex maes­tra que fue con­de­na­da a 30 años de pri­sión por un cri­men no come­ti­do debi­do a una acción deli­be­ra­da­men­te mali­cio­sa de Rodri­go Tri­ni­dad (Michael de Mesa), su anti­guo novio. Ya libe­ra­da, con su mari­do muer­to y su hijo des­apa­re­ci­do, su pro­pó­si­to es ven­gar­se del hom­bre que arrui­nó su vida; mien­tras tan­to, reco­rrien­do los barrios más pobres de Mani­la, ella se con­vier­te en una suer­te de aban­de­ra­da de los mar­gi­na­dos socia­les, inclu­yen­do entre ellos la cáli­da rela­ción man­te­ni­da con un tran­se­xual (John Lloyd Cruz). Con nota­bles lar­gos pla­nos de impe­ca­ble com­po­si­ción y con una fil­ma­ción en blan­co y negro que pro­du­ce un con­vin­cen­te efec­to emo­cio­nal, Diaz logra un absor­ben­te dra­ma de denun­cia social que cons­ti­tu­ye una autén­ti­ca obra artística.

Charo Santos-Concio en THE WOMAN WHO LEFT

Cha­ro San­tos-Con­cio en THE WOMAN WHO LEFT

Des­pués de la bue­na aco­gi­da reci­bi­da por su pri­mer film Pla­ya D.C.(2012), el direc­tor y guio­nis­ta colom­biano Juan Andrés Aran­go con­fir­ma su talen­to con X Qui­nien­tos (Cana­dá-Colom­bia-Méxi­co) cuyo tema se cen­tra en la migra­ción huma­na y los efec­tos de la mis­ma. Aun­que el rela­to es de fic­ción su tra­ta­mien­to adop­ta un carác­ter docu­men­tal tes­ti­mo­nian­do la his­to­ria de tres ado­les­cen­tes que dejan el lugar don­de viven en pro­cu­ra de mejo­res hori­zon­tes. Uno de los rela­tos enfo­ca a David (Ber­nar­do Gar­ni­ca Cruz), un joven mexi­cano indí­ge­na de la zona rural de Michoa­cán que tras la muer­te de su padre deci­de tras­la­dar­se a la capi­tal del país para tra­ba­jar en un sitio de cons­truc­ción; el con­tras­te con su vida ante­rior no pue­de ser más evi­den­te. Otro seg­men­to con­si­de­ra a Alex (Jonathan Díaz Angu­lo), un afro­co­lom­biano quien des­pués de ser depor­ta­do de Esta­dos Uni­dos lle­ga a un pue­blo de pes­ca­do­res de Colom­bia para comen­zar una nue­va vida aun­que sin poder evi­tar su víncu­lo con una pan­di­lla de delin­cuen­tes de la zona. La ter­ce­ra tra­ma se cen­tra en María (Jemie Alma­zán) una chi­ca fili­pi­na que deja su tie­rra para vivir en Mon­treal don­de resi­de su abue­la pero sin lograr adap­tar­se al nue­vo medio. No exen­to de momen­tos vio­len­tos, con estas tres his­to­rias sepa­ra­das muy bien rela­ta­das el rea­li­za­dor tra­ta de demos­trar cómo el pro­ce­so de cam­bio y trans­for­ma­ción que impli­ca la migra­ción huma­na con­lle­va a una trans­for­ma­ción emo­cio­nal y men­tal que muchas veces resul­ta difí­cil de supe­rar. Con muy bue­nos acto­res no pro­fe­sio­na­les, Aran­go ofre­ce un buen docu­men­to social que se ve real­za­do por haber sabi­do cap­tar el ambien­te físi­co en que trans­cu­rre cada uno de estos relatos.

Bernardo Garnica Cruz en X QUINIENTOS

Ber­nar­do Gar­ni­ca Cruz en X QUINIENTOS

Para los ciné­fi­los que aman el cine de Fran­cia el docu­men­tal Voya­ge à tra­vers le cine­ma fra­nçais (Fran­cia) de Ber­trand Taver­nier es de visión obli­ga­to­ria. Demos­tran­do su pasión por el cine, este impor­tan­te rea­li­za­dor galo ha logra­do reu­nir en poco más de tres horas un docu­men­to que se ase­me­ja a una enci­clo­pe­dia cine­ma­to­grá­fi­ca; en el mis­mo refle­ja deta­lla­da­men­te la impor­tan­cia que el cine de su país ha teni­do des­de la épo­ca de oro comen­za­da hacia fina­les de la déca­da del 30 has­ta las pos­tri­me­rías del siglo pasa­do. Si bien el film está dedi­ca­do a Jac­ques Bec­quer y Clau­de Sau­tet, dos de sus direc­to­res favo­ri­tos, el espec­ta­dor asis­te a tra­vés de la pan­ta­lla a una cla­se magis­tral de cine que Taver­nier efec­túa hablan­do direc­ta­men­te a la cáma­ra que lo enfo­ca. A tra­vés de un riquí­si­mo mate­rial de archi­vo se pue­de asis­tir a las char­las que él man­tu­vo con Jean Gabin, Jean Renoir, Jean Pie­rre Mel­vi­lle ‑de quien fue su asis­ten­te de dirección‑,Lino Ven­tu­ra, Clau­de Cha­brol, Michel Devi­lle y otras glo­rias de la cine­ma­to­gra­fía fran­ce­sa. Tam­bién es nece­sa­rio des­ta­car la impor­tan­cia que Taver­nier asig­na a la músi­ca como un ele­men­to de gran influen­cia para el éxi­to de un film; en tal sen­ti­do remar­ca el gran apor­te rea­li­za­do por com­po­si­to­res de la talla de Mau­ri­ce Jau­bert, Miles Davis y Kurt Weill, entre otros, cuya músi­ca cons­ti­tuía un pro­ta­go­nis­ta impor­tan­te del rela­to. Coro­nan­do esta cele­bra­ción y home­na­je al cine fran­cés, Taver­nier inclu­ye extrac­tos de apro­xi­ma­da­men­te 120 impor­tan­tes películas.

Bertrand Tavernier en VOYAGE A TRAVERS LE CINÉMA FRANÇAIS

Ber­trand Taver­nier en VOYA­GE A TRA­VERS LE CINÉ­MA FRANÇAIS

Por su con­cep­ción y ori­gi­na­li­dad Le Fils de Joseph (Fran­cia-Bél­gi­ca) de Euge­ne Green deja una muy bue­na impre­sión. Adop­tan­do un esti­lo narra­ti­vo que se apar­ta del enfo­que tra­di­cio­nal, el direc­tor en base a un guión que le per­te­ne­ce cons­tru­ye una pará­bo­la bíbli­ca del Anti­guo y Nue­vo Tes­ta­men­to para tes­ti­mo­niar la inquie­tud de un ado­les­cen­te. Vin­cent (Víc­tor Ezen­fis), un mucha­cho de 15 años, sien­te una gran nece­si­dad por saber quién es su padre bio­ló­gi­co; sin embar­go se topa con el silen­cio de su madre Marie (Nata­cha Reg­nier), quien cons­tan­te­men­te se ha nega­do a reve­lar su iden­ti­dad. Un buen día, revol­vien­do pape­les guar­da­dos por ella, des­cu­bre que su padre es Oscar Por­me­nor (Mathieu Amalric), un impor­tan­te edi­tor lite­ra­rio. Al loca­li­zar­lo se impo­ne de que se tra­ta de un suje­to amo­ral que habien­do deja­do emba­ra­za­da a Marie le había pedi­do que abor­ta­ra, hecho que ella se negó a hacer. A tra­vés de varios acon­te­ci­mien­tos que se van suce­dien­do don­de el mucha­cho tra­ta de ven­gar­se de su padre, Vin­cent lle­ga a cono­cer a Joseph (Fabri­zio Ron­gio­ne), el her­mano de Oscar, con quien tra­ba una pro­fun­da rela­ción afec­ti­va al haber encon­tra­do en él al padre que nun­ca tuvo. Abor­dan­do con sobrie­dad el tema de la iden­ti­dad y de la filia­ción, Green nutre al film con situa­cio­nes ver­da­de­ra­men­te gra­cio­sas y lo más inusual es obser­var cómo los per­so­na­jes se van com­por­tan­do en su par­ti­cu­lar mane­ra de hablar como si estu­vie­sen reci­tan­do los diá­lo­gos; si en otras cir­cuns­tan­cias ese hecho podría obje­tar­se, no lo es aquí den­tro del tono que Green impri­me a los cin­co epi­so­dios que con­for­man su rela­to. Lo más impor­tan­te es el modo en que el tras­fon­do reli­gio­so de la his­to­ria se con­ju­ga armo­nio­sa­men­te en el mar­co de esta his­to­ria don­de a medi­da que avan­za va adqui­rien­do mayor intensidad.

Víctor Ezenfis en LE FILS DE JOSEPH

Víc­tor Ezen­fis en LE FILS DE JOSEPH

Har­mo­nium (Japón-Fran­cia) es un dra­ma japo­nés bien arti­cu­la­do que a tra­vés de su desa­rro­llo va ganan­do aten­ción por su intere­san­te intri­ga. El direc­tor y guio­nis­ta Kȏji Fuka­da pre­sen­ta a una fami­lia inte­gra­da por Toshio (Kan­ji Furu­ta­chi), su mujer Akié (Mari­ko Tsutsui) y Hota­ru (Momo­ne Shi­no­ka­wa), la hija pre­ado­les­cen­te del matri­mo­nio. La dia­ria ruti­na trans­cu­rre en for­ma apa­ci­ble has­ta que apa­re­ce en esce­na Yasa­ka (Tada­no­bu Asano), un anti­guo cono­ci­do de Toshio que aca­ba de salir de la cár­cel; el recién lle­ga­do le pide al due­ño de casa que le ofrez­ca tra­ba­jo, a lo que él acce­de empleán­do­lo en su taller así como ofre­cién­do­le su hogar para resi­dir sin haber­lo dis­cu­ti­do pre­via­men­te con su espo­sa. A medi­da que el rela­to pro­si­gue un cli­ma de cre­cien­te ten­sión va enra­re­cien­do el ambien­te crean­do una con­si­de­ra­ble fisu­ra emo­cio­nal en el núcleo fami­liar. Fuka­da dota al film con un sus­pen­so lo sufi­cien­te­men­te atra­yen­te para que este melo­dra­ma de cri­men y cas­ti­go adquie­ra sig­ni­fi­ca­ti­va relevancia.

El títu­lo del film One Week and a Day (Israel), ópe­ra pri­ma de Asaph Polonsky, hace refe­ren­cia al Shi­va, el tra­di­cio­nal due­lo judío que se rea­li­za duran­te el trans­cur­so de una sema­na inme­dia­ta­men­te des­pués de los fune­ra­les y que tie­ne lugar en el hogar de los fami­lia­res del ser des­apa­re­ci­do. Eso es lo que acon­te­ce con Eyal (Shai Avi­vi) y Vicky Spi­vak (Evge­nia Dodi­na), los padres que car­gan sobre sus hom­bros la tra­ge­dia de haber per­di­do a su hijo víc­ti­ma de un cán­cer. Si bien es inne­ga­ble el mar­co dra­má­ti­co de refe­ren­cia en que se desa­rro­lla la acción, lo que des­pis­ta es la mane­ra en que Polonsky ha abor­da­do el tema como autor del guión. Una vez com­ple­ta­do el perío­do de due­lo Eyal y Vicky adop­tan acti­tu­des muy dife­ren­tes para seguir vivien­do; mien­tras que ella logra aco­mo­dar­se para con­ti­nuar su ruti­na nor­mal, Eyal no pue­de amol­dar­se a la nue­va situa­ción crea­da por la ausen­cia del hijo y para ali­viar sus penas encuen­tra solaz recu­rrien­do a la marihua­na con la ayu­da de Zoo­ler (Tomer Kapon), el hijo de un vecino al que detes­ta. De ese modo el dra­ma ini­cial se trans­for­ma en una come­dia que ofre­ce algu­nas situa­cio­nes risue­ñas pero al pre­cio de dis­mi­nuir sen­si­ble­men­te el impac­to emo­cio­nal de sus pri­me­ras secuencias.

Tomer Kapon y Shai Avivi en ONE WEEK AND A DAY

Tomer Kapon y Shai Avi­vi en ONE WEEK ANDDAY

La reali­dad supera a la fic­ción en A Mor­te de J.P.Cuenca (Bra­sil), un docu­men­tal que tie­ne como pro­ta­go­nis­ta al rea­li­za­dor Joao Pau­lo Cuen­ca. Esta auto­bio­gra­fía tie­ne visos real­men­te increí­bles y es allí don­de resi­de su mayor inte­rés. El 14 de julio de 2008 la poli­cía des­cu­brió un cadá­ver en un edi­fi­cio ubi­ca­do en Lapa, Río de Janei­ro. Curio­sa­men­te el nom­bre del des­apa­re­ci­do corres­pon­de al del rea­li­za­dor don­de una per­so­na des­co­no­ci­da uti­li­zó su par­ti­da de naci­mien­to para iden­ti­fi­car el cuer­po. Si bien lo más corrien­te es que alguien se apo­de­re de docu­men­ta­ción aje­na para asu­mir su per­so­na con fines delic­ti­vos, aquí la iden­ti­dad de Cuen­ca ha sido apro­pia­da con pro­pó­si­tos deci­di­da­men­te opues­tos. Lo con­cre­to es que para las auto­ri­da­des Cuen­ca ofi­cial­men­te había muer­to. Esa situa­ción moti­vó a que el direc­tor rea­li­za­ra una exhaus­ti­va inves­ti­ga­ción para deter­mi­nar quién ha sido el pre­sun­to ladrón cau­san­te de este entuer­to; a todo ello, algu­nas suges­ti­vas lla­ma­das tele­fó­ni­cas de per­so­nas anó­ni­mas y la pre­sen­cia de una mis­te­rio­sa mujer que podría estar impli­ca­da en este meo­llo, con­tri­bu­yen a refor­zar el inte­rés de lo que se pre­sen­cia. Como resul­ta­do de lo des­crip­to, Cuen­ca ofre­ce en su pri­mer film como rea­li­za­dor un nota­ble thri­ller que com­bi­na la fic­ción con la reali­dad. Si bien el rela­to se alar­ga un poco más de lo nece­sa­rio, eso no dis­mi­nu­ye el efec­to de atra­par al espectador.

La rea­li­za­do­ra Fien Troch plan­tea en Home (Bél­gi­ca) las difi­cul­ta­des que sue­len exis­tir a nivel de comu­ni­ca­ción entre ado­les­cen­tes y los adul­tos que los cir­cun­dan. A pesar de que el tema resul­ta fami­liar, la direc­to­ra mane­ja con suti­le­za y con­si­de­ra­ble auten­ti­ci­dad el com­ple­jo mate­rial por ella escri­to jun­to con Nico Leu­nen. Basa­do en hechos reales, la his­to­ria pre­sen­ta a Kevin (Sebas­tian Van Dun), un ado­les­cen­te de 17 años que aca­ba de salir de un cen­tro de deten­ción juve­nil; a pedi­do de su madre (Els Dot­ter­mans) y para evi­tar con­flic­tos con su padre, él acep­ta vivir en el hogar de sus tíos Willem (Rob­bie Clei­ren) y Son­ja (Kar­lijn Sileghem) y su pri­mo Sammy (Loic Batog) de simi­lar edad; allí él se desem­pe­ña como apren­diz de plo­me­ro de Willem. Los dos pri­mos com­par­ten su tiem­po libre con John (Mis­tral Gui­dot­ti), un ado­les­cen­te que debe lidiar con las exi­gen­cias impues­tas por su mani­pu­la­do­ra madre (Els Deceu­ke­lier). Fren­te a acon­te­ci­mien­tos que se sus­ci­tan pos­te­rior­men­te el film echa una mira­da crí­ti­ca al gap gene­ra­cio­nal que se pro­du­ce entre los adul­tos inca­pa­ces de cap­tar las emo­cio­nes y sen­si­bi­li­da­des de los ado­les­cen­tes y por otra par­te cómo estos pue­den no asu­mir las con­se­cuen­cias de los actos que emprenden.

El rea­li­za­dor Rafi Pitts abor­da en Soy Nero (Ale­ma­nia-Fran­cia-Méxi­co) los esfuer­zos rea­li­za­dos por lati­no­ame­ri­ca­nos tra­tan­do de obte­ner la visa legal de inmi­gran­te en Esta­dos Uni­dos. Para ello pre­sen­ta el caso de Nero Mal­do­na­do (Johnny Ortiz), un joven mexi­cano quien habien­do sido cria­do y pro­se­gui­do sus estu­dios en Los Ánge­les fue depor­ta­do jun­to con su madre a Méxi­co. La pri­me­ra par­te del film que es la más logra­da, mues­tra cómo Nero se intro­du­ce sin docu­men­ta­ción algu­na a Esta­dos Uni­dos para tra­tar de ubi­car a su her­mano Jesús (Ian Cas­sel­berry) que tra­ba­ja como mecá­ni­co para una rica fami­lia de Beverly Hills; cuan­do lo encuen­tra le mani­fies­ta que tra­ta­rá de incor­po­rar­se al ejér­ci­to ame­ri­cano y luchar por el país con el pro­pó­si­to de ser recom­pen­sa­do con la desea­da “tar­je­ta ver­de” que lo con­ver­ti­rá en resi­den­te ame­ri­cano. En su segun­da mitad se lo ve a Nero apos­ta­do con un redu­ci­do con­tin­gen­te de sol­da­dos en una peli­gro­sa zona desér­ti­ca mon­ta­ño­sa del Medio Orien­te; es aquí que a tra­vés de una narra­ción extre­ma­da­men­te fati­gan­te, el film decae sen­si­ble­men­te al des­cri­bir las expe­rien­cias de Nero en for­ma poco satis­fac­to­ria y agra­va­do con diá­lo­gos sin mayor con­vic­ción. Si bien el direc­tor tie­ne la bue­na inten­ción de denun­ciar la depor­ta­ción de indo­cu­men­ta­dos inmi­gran­tes que arries­gan su vida al ser­vi­cio de las fuer­zas arma­das de Esta­dos Uni­dos, la expo­si­ción de este tema no logra la enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca capaz de sus­ci­tar legí­ti­ma emoción.

Johnny Ortiz en SOY NERO

Johnny Ortiz en SOY NERO

El FNC con­clui­rá el 16 de octu­bre con el thri­ller Mali­glu­tit (Cana­dá) de Zacha­rias Kunuk. Para una com­ple­ta pro­gra­ma­ción hora­ria inclu­yen­do las 13 salas de pro­yec­ción y una bre­ve des­crip­ción de los fil­mes pre­sen­ta­dos pre­sio­ne aquí