DANS LES FORETS DE SIBÉRIE. Francia, 2016. Un film der Safy Nebbou
Contenido y forma se conjugan perfectamente en un film que despierta admiración por su belleza como así también por abarcar algunos temas que permiten reflexionar sobre el mismo.
En este mundo globalizado el tiempo transcurre vertiginosamente y el ser humano, posiblemente sin notarlo, se ve alienado en su trabajo sin reparar hasta qué punto es dueño de sí mismo. Implícitamente ése es el telón de fondo del film que inteligentemente Safy Nebbou describe en Dans les Forêts de Sibérie en un guión por él escrito junto a David Oelhoffen basado en el best seller homónimo de Silvain Tesson.
Magníficamente personificado por Raphaél Personnaz, el relato presenta a Teddy quien a través de su voz en off, se sabe que habiendo trabajado como gerente multimedia de una empresa en París, resolvió dejar su profesión, amigos y familiares para afincarse en una de las regiones más aisladas del planeta como lo es Siberia. Después de haber comprado a un nativo de la zona una cabaña de madera ubicada a orillas del lago Baikal, es allí que está dispuesto a vivir. Precisamente dicho lago que se encuentra en la región sur de Siberia, es uno de los menos turbios que existen en el mundo. Frente a este esplendoroso panorama invernal en donde el lago permanece helado a una temperatura de menos 20 grados bajo cero Teddy encuentra que ese lugar constituye un oasis de silencio, espacio y fundamentalmente de libertad. Así, esa soledad constituye para él la manera de reencontrarse a sí mismo y apartarse de toda la asfixia que una majestuosa ciudad como París puede brindarle pero careciendo de la libertad interior que tanto deseaba.
En la primera media hora del film se observa la manera en que Teddy se desenvuelve para satisfacer las necesidades primarias con el solo inconveniente de tener que enfrentar la aparición repentina de un oso pardusco que afortunadamente logra esquivar. Si bien la existencia de un solo personaje podría resultar monótono, nada de eso ocurre gracias a la cuidadosa puesta en escena de Nebbou exponiendo al hombre en contacto con la naturaleza a través de excelentes planos fijos y logrando al propio tiempo transmitir las sensaciones que experimenta su protagonista en el nuevo medio que eligió para habitar.
La continuación del relato adquiere un carácter diferente aunque dentro del mismo panorama. Cuando una noche Teddy se encuentra en grave peligro por causa de una fuerte tormenta, logra ser salvado por Aleksei (Evgeniy Sidikhin). El es un fugitivo de la justicia rusa y para evitar su captura por espacio de 12 años ha vivido en ese rincón del mundo, lejos de su mujer e hijos. De aquí en más el planteo adquiere sorprendentes visos de humanidad donde en medio de esa soledad y teniendo como rasgo común la convivencia con la naturaleza salvaje, se forja una sincera amistad que permitirá que cada uno de ellos abra su intimidad hacia el otro relatando detalles de sus respectivas vidas pasadas. Al propio tiempo, ese sentimiento amigable se manifiesta en gestos de generosa solidaridad; eso se pone a prueba cuando Aleksei se enferma gravemente y Teddy parte a la ciudad de Irkutsk en procura de medicamentos que su amigo requiere con suma urgencia.
Con un desenlace de hondo contenido poético el film deja una sensación confortable al espectador al haber contemplado una hermosa historia magnificada por un marco escénico de suntuosas imágenes logradas por la excelente fotografía de Gilles Porte. Sin que haya sido el propósito de ofrecer una tarjeta turística del lugar, la visión de esta inusual aventura humana constituye un factor estimulante para visitar el lago Baikal, que la Unesco designó en 1996 como “Patrimonio de la Humanidad”. Jorge Gutman