Crónica de Jorge Gutman
POURQUOI TU PLEURES…? – Autor: Christian Bégin — Dirección: Marie Charlebois – Elenco: Christian Bégin, Sophie Clément, Marie Charlebois, Pierre Curzi, Pier Paquette, Isabelle Vincent — Escenografía: Max-Otto Fauteux — Vestuario: Elen Ewing – Iluminación: Martin Labrecque – Música Original: Philippe Brault. Duración: 1h35 (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 10 de diciembre de 2016 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Comprometido con el mundo en que estamos viviendo, donde lamentablemente la corrupción que va minando los valores morales de una sociedad es una realidad insoslayable, el dramaturgo Christian Bégin efectúa el retrato de una unidad familiar donde lo que acontece entre sus miembros constituye un espejo de dicho universo.
El elenco de la pieza (Foto de Yves Renaud)
Con una lucidez a toda prueba, la obra propuesta por el dramaturgo resulta difícil de catalogar dado que puede ser leída como tragedia griega, drama veraz, comedia sarcástica o bien un relato absurdo que es copia fiel de la vivencia que experimenta gran parte de la generación actual. Desde la primera escena, el espectador se enfrenta con los miembros de la familia Bérubé, integrada por el patriarca Yvon (Pierre Curzi), su mujer Colette (Sophie Clément) y los cuatro hijos integrados por Guillaume (Christian Bégin), Manon (Marie Charlebois), Roger (Pier Paquette) y France (Isabelle Vincent). En dicha presentación, Guillaume ‑el menor de los cuatro hermanos- ha retornado de Nigeria quien aprovechó realizar algunos negocios personales mientras estuvo cumpliendo una misión oficial de gobierno. La alegría del reencuentro prontamente cede paso al factor que motoriza el conflicto de la historia; así, cuando Yvon muere un año después, esta familia burguesa se encuentra nuevamente reunida para dar lectura al testamento de más de 5 millones de dólares y decidir cómo ese monto será distribuido por sus herederos.
Pierre Curzi y Christian Bégin. (Foto de Yves Renaud)
Dado lo que antecede, Bégin no tiene complacencia alguna para desnudar por completo las miserias de cada uno de sus miembros ilustrando la disfuncionalidad familiar frente a la apariencia de un clan bien constituido. Así se evidencia la amoralidad del padre cuya fortuna amasada fue lograda mediante negocios turbios; más aún, queda en claro que Guillaume es la mejor prueba de lo que un hijo puede aprender de la deshonestidad de un padre. Al propio tiempo, los restantes hermanos también demuestran fisuras incapaces de disimular y es precisamente en ese momento donde se produce un verdadero ajuste de cuentas entre todos los integrantes de la familia quienes sacando los trapitos sucios bien disimulados, van liberando los demonios internos que los corroe. Si bien este tema podría no resultar novedoso lo que distingue a esta pieza es la maestría con que el autor logra pasar de la tensión dramática existente hasta momentos de gran jocosidad dado el planteo de las situaciones.
La puesta en escena de Marie Charlebois está muy bien orquestada al permitir que sus personajes puedan reflejar sus verdaderas emociones a través de la violencia latente impresa en la crueldad que emerge de sus diálogos virulentos. Cuando todo queda dicho y los secretos ocultos que invaden a los Bérubé han quedado dolorosamente revelados, la catarsis realizada permite que sus personajes recuperen la identidad perdida; esto último queda reflejado en una escena de gran emotividad cuando al producirse un encuentro imaginario de Guillaume con su desaparecido padre, al verlo llorar de arrepentimiento, él le pregunta “¿Por qué lloras…?”.
La interpretación del elenco impresiona por su homogénea calidad y si habría que distinguir a alguien en particular, me inclinaría a mencionar a Sophie Clément quien logra transmitir maravillosamente el papel de la madre que al igual que el avestruz se niega a ver la realidad circundante para salvar a toda costa la inexistente armonía familiar. En los factores técnicos de producción tanto la escenografía como la iluminación se acomodan muy bien a la esencia de la pieza.
Queda como resultado una obra lacerante, mordaz, cínica y conmovedora que al penetrar en la intimidad de una familia en crisis, su comportamiento refleja el “modus vivendi” de nuestra época.