MÉDECIN DE CAMPAGNE. Francia, 2016. Un film de Thomas Lilti
Es muy raro encontrar a una persona que habiendo desarrollado su carrera profesional como médico en un momento dado se convierta en realizador cinematográfico. Ese es el caso de Thomas Lilti donde volcando su experiencia doctoral ha realizado hace dos años Hipppocrate relatando lo que acontece en el mundo hospitalario; ahora dirige su mirada a un veterano médico que dedica su vida a atender a enfermos que viven en una comunidad rural de algún lugar ubicado en la campiña francesa. Contando con un buen guión co-escrito con Baya Kasmi, el realizador ha logrado uno de los filmes más nobles y humanos que se haya visto en el transcurso de 2016.
Jean-Pierre Werner (François Cluzet) es un doctor de pueblo de mediana edad brindado íntegramente a su profesión y manteniendo con sus pacientes una relación particular en donde efectúa visitas a domicilio para aquellos enfermos que no pueden trasladarse al hospital donde trabaja. Con gran sensibilidad humana y social, Werner comprende que en la campiña en que se desenvuelve los lugareños que precisan de él para ser auscultados también encuentran a un interlocutor cálido capaz de comprender sus problemas y necesidades.
Al comenzar el relato vemos que Jean-Pierre recibe el diagnóstico de uno de los colegas del hospital donde se impone que padece de un tumor cerebral que puede ser mortal y que por esa razón se le recomienda que disminuya su carga de trabajo. Sin embargo, esa noticia no le impide proseguir su rutina diaria como si nada hubiese pasado; evitando que alguien se entere del mal que le aflige, lo importante para él es seguir estando al servicio de sus pacientes.
La situación se complica un poco, cuando el hospital decide que Nathalie Delezia (Marianne Denicourt), una médica recién recibida y que anteriormente se había desempeñado como enfermera, coopere con Werner. Creyendo que es irreemplazable y que puede bastarse por sí mismo, Werner se siente molesto de tener que aceptar a alguien que lo secunde y es por ello que no es muy amable con ella; con todo Nathalie es comprensiva y está dispuesta a tolerarlo.
Lilti ofrece un documento realista a la vez que social sobre una actividad profesional donde los cuidados a domicilio en las campiñas cada vez son menos frecuentes. Pero más allá de cierto compromiso político que pudo haber inspirado al realizador hay al propio tiempo una auténtica compenetración de qué es lo más conveniente en determinados casos para solucionar la gravedad de un enfermo; así, entra a considerar acerca del derecho que le asiste a una persona anciana que agoniza de querer morir en su hogar en lugar de que ocurra en un centro hospitalario.
A través de un excelente movimiento de cámara quedan reflejados en gestos y miradas las actitudes asumidas por los personajes de esta historia. Sin caer en falsos dramatismos, este film se caracteriza por su gran nobleza abordando profundmente la psicología de sus personajes. En tal sentido Cluzet es un actor que supo captar muy bien a un hombre que despliega una gran bondad y generosidad al que poco le importa arriesgar su grave estado de salud cuando se trata de suministrar asistencia a sus pacientes. Por su parte Denicourt también sobresale como la eficiente colaboradora con quien Werner llegará finalmente a complementarse profesionalmente.
En esencia, con este film sencillo, delicado, de gran emotividad y salpicado con ciertas notas de buen humor, Lilti rinde tributo a los abnegados médicos rurales de Francia. Jorge Gutman