X QUINIENTOS. Canadá-Colombia-México, 2016. Un film escrito y dirigido por Juan Andrés Arango
Después de su exitosa presentación en los festivales de Toronto y San Sebastián del año pasado, X Quinientos volvió a recibir el apoyo del público de Montreal en ocasión de haberse presentado días atrás en el Festival de Cine Latinoamericano. Esa aceptación popular corroborada por la valoración positiva de la crítica, ratifica a Juan Andrés Arango como uno de los más maduros y originales cineastas de América Latina. Así como en 2012 abarcó un tema social en La Playa DC, en éste su segundo trabajo nuevamente considera una problemática de esa índole como lo es el de la inmigración y lo que implica humanamente cambiar el lugar donde se ha de vivir.
Uno de los hechos que más sobresalen en la historia propuesta por el realizador es su genuinidad, aspecto que no debería sorprender puesto que la acción se desarrolla en ambientes que no le son desconocidos y cómo el manifestó en una entrevista realizada, son sitios con el que se encuentra íntimamente ligados dado que nació y fue criado en Bogotá, posteriormente vivió en México y finalmente estableció su residencia en Montreal.
Yendo a la trama en sí, el relato abarca tres historias independientes que enfocan el tópico mencionado. Al comenzar el film se sale al encuentro de David (Bernardo Garnica Cruz), un muchacho mazahua quien a la muerte de sus padres deja la aldea rural de Michoacán en México para desplazarse a la capital del país; habiendo logrado un trabajo en un sitio de construcción se hace amigo de un compañero gay que lo introduce a una pandilla que maneja la zona donde habita.
La segunda historia se desarrolla en el puerto Buenaventura de Colombia donde procedente de Estados Unidos llega Alex (Jonathan Díaz Angulo), un adolescente afrocolombiano. Para mantener a su hermano menor y a su anciana tía, decide dedicarse a la pesca, siguiendo la tradición familiar. Debido a que su bote requiere de un motor, para adquirirlo trata de obtener un préstamo de un traficante de drogas local, quien en lugar de facilitarle el dinero le ofrece trabajo; ese empleo resultará perverso porque el muchacho deberá inmiscuirse con una banda criminal.
El tercer segmento se centra en la joven María (Jembie Almazan), una filipina que después que su madre murió se ha mudado a Montreal para vivir con su abuela. Inscripta en una escuela de lengua francesa, su adecuación deja bastante que desear al pelearse con una compañera y comenzando a faltar a las clases. Su vinculación con compatriotas no muy recomendables así como su desobediencia de los consejos sanos suministrados por su abuela, harán que finalmente sucumba a la delincuencia.
Con una impecable narración intercalando las tres historias mencionadas, el relato de Arango no es por cierto optimista. Así como muchos latinos que inmigran ilegalmente a Estados Unidos encuentran que el sueño americano no es tan fácil de realizar, en este caso Arango demuestra que ciertos ambientes de otras regiones del mundo pueden ahogar las ilusiones de quienes aspiran lograr un mejor porvenir; eso es lo que se constata observando la inadaptación de María en Montreal y el modo en que David y Bernardo se implican involuntariamente en un camino violento en los lugares donde decidieron comenzar una nueva etapa de sus vidas.
Las actuaciones no pueden ser más naturales; los tres protagonistas a pesar de no haber tenido previa experiencia como actores transmiten plenamente las emociones que embargan a sus personajes. Ayudado por la valiosa fotografía de Nicolas Canniccioni y la eficaz labor de edición de Felipe Guerrero, Arango ha logrado un vibrante film multicultural que adoptando en muchos momentos el carácter de un documental refleja muy bien las diversas subculturas que anidan en los lugares donde transcurre la acción.
Jorge Gutman