El Can­to del Cisne

LUCKY. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film de John Carroll Lynch

Este nota­ble film de John Carroll Lynch es doble­men­te tris­te. En pri­mer lugar por­que su tema cen­tral es el de la mor­ta­li­dad del ser humano que se hace más paten­te en el cre­púscu­lo de su exis­ten­cia; ade­más, por­que Lucky está inter­pre­ta­do por Harry Dean Stan­ton, el nona­ge­na­rio exce­len­te actor que aca­ba de falle­cer hace pocas sema­nas y que deja como lega­do un tra­ba­jo acto­ral que sin duda es el mejor de su des­ta­ca­da carre­ra profesional.

Harry Dean Stanton

Stan­ton, pare­cie­ra per­so­ni­fi­car­se a sí mis­mo, al menos en la edad del per­so­na­je que pro­ta­go­ni­za. Él es Lucky, un soli­ta­rio anciano de 90 años que se des­en­vuel­ve bas­tan­te bien al no con­tar con per­so­na algu­na que lo atien­da. Vivien­do en una peque­ña ciu­dad en el medio del desier­to de Ari­zo­na, se lo obser­va repi­tien­do todas las maña­nas un mis­mo ritual: al levan­tar­se se des­pla­za en su habi­ta­ción, se diri­ge al café local para su desa­yuno, dis­trae su tiem­po hacien­do pala­bras cru­za­das y con­ver­san­do con la gen­te que allí se encuen­tra y que lo res­pe­ta con­si­de­ra­ble­men­te. Des­pués de haber sufri­do un des­va­ne­ci­mien­to, el médi­co que lo atien­de (Ed Begley) no encuen­tra nada par­ti­cu­lar que merez­ca mayor aten­ción, don­de los acha­ques que pue­da tener res­pon­den sen­ci­lla­men­te al des­gas­te pro­pio del orga­nis­mo de cual­quier per­so­na que haya lle­ga­do a su edad; por otra par­te el doc­tor lo con­si­de­ra como una ano­ma­lía de la cien­cia al com­pro­bar que el ata­do de ciga­rri­llos que con­su­me dia­ria­men­te no haya afec­ta­do su salud.

El rela­to se cen­tra en situa­cio­nes epi­só­di­cas esbo­za­das en el con­ci­so y efec­ti­vo guión de Logan Sparks y Dra­go Sumon­ja; a tra­vés de las mis­mas se asis­te a dife­ren­tes inci­den­tes que se suce­den en la rela­ción que man­tie­ne Lucky con los per­so­na­jes que lo rodean. Entre los mis­mos se encuen­tra su buen ami­go Howard (inter­pre­ta­do por el direc­tor David Lynch); Joe, el due­ño del café (Barry Sha­ba­ka Hen­ley); Loret­ta (Yvon­ne Huff), la cama­re­ra que tra­ba­ja en el mis­mo, Bibi (Ber­ti­la Damas), la pro­pie­ta­ria mexi­ca­na de un alma­cén de comes­ti­bles don­de Lucky com­pra sus ciga­rri­llos; Bobby Law­ren­ce (Ron Livings­ton), un ven­de­dor de segu­ros de vida; Fred (Tom Ske­rritt), un ex vete­rano de la Segun­da Gue­rra con quien Lucky inter­cam­bia algu­nos recuer­dos sobre momen­tos vivi­dos en el pasado.

Lo que preo­cu­pa a este anciano es ser cons­cien­te de que en cual­quier momen­to ines­pe­ra­do pue­da dejar de existir;sin embar­go esa intran­qui­li­dad es ocul­ta­da a ter­ce­ros, con la sola excep­ción de Loret­ta a quien secre­ta­men­te le con­fie­sa que sien­te un gran temor, aun­que sin espe­ci­fi­car de qué. Cuan­do Lucky es invi­ta­do por Bibi al cum­plea­ños de su hiji­ta, es allí don­de deja com­ple­ta­men­te de lado sus inquie­tu­des para dis­fru­tar ple­na­men­te del ambien­te fami­liar que lo rodea en don­de ter­mi­na ento­nan­do una can­ción acom­pa­ñan­do a los mariachis.

Ade­más de la anto­ló­gi­ca actua­ción de Stan­ton, resul­ta inob­je­ta­ble el desem­pe­ño del elen­co que lo rodea, agra­cia­do en bue­na par­te por la exce­len­te des­crip­ción de sus personajes.

Que­da como balan­ce, el can­to del cis­ne de un gran actor en un subli­me film que abor­da con pro­fun­di­dad el tema de la mor­ta­li­dad aun­que sin adop­tar un tono deprimente.
Jor­ge Gutman