LOVELESS. Rusia-Francia-Bélgica, 2017. Un film de Andrey Zvayagintsev
Cruel, devastador, impresionante, patético pero por sobre todo sublime. Estos adjetivos, de ninguna manera exagerados, merecen aplicarse al extraordinario drama del director ruso Andrey Zvyagintsev. Así como en cada uno de sus filmes precedentes a través de diferentes ángulos ha retratado a la sociedad rusa, aquí nuevamente la enfoca a través del microcosmos de una unidad familiar desintegrada.
El guión del realizador y Oleg Negin ambienta la acción en 2012 en un suburbio de Moscú y en su primera imagen la fotografía de Mikhail Krichman capta magníficamente el panorama nevado del invierno que es funcional a la frialdad asumida por los personajes de esta historia.

Alexey Rozin
Alyosha (Matvey Novikov) es un niño de 12 años que retorna a su hogar después de un día de escuela; al llegar al mismo es objeto del trato poco amable que recibe de su madre Zhenya (Maryana Spivak); esta mujer comparte el departamento con su ex marido Boris (Alexey Rozin), donde ambos aguardan venderlo para proseguir sus vidas separadamente. En tal sentido, Boris está esperando un hijo de Masha (Marina Vasilyeva) que es su nueva pareja, en tanto que Zhenya se apresta a convivir con Anton (Andris Keiss), un rico y elegante hombre de negocios de mediana edad de quien ella cree haber encontrado al verdadero amor de su vida.
En las agrias discusiones que mantiene el disuelto matrimonio, uno de los tópicos se refiere a la tenencia de Alyosha; como ninguno de los dos desea hacerse cargo de él, la solución que encuentran es la de enviarlo a un internado. El chico que manteniéndose oculto oye la conversación de sus padres, no puede evitar que las lágrimas se desprendan de su rostro al comprender que él nunca ha sido algo más que un objeto para ellos; esa falta completa de amor de sus progenitores ‑a la que alude el título del film- motiva a que se encuentre afectivamente totalmente desprotegido.
El conflicto central del relato comienza una mañana cuando la maestra de Alyosha comunica a a su madre que el niño no ha concurrido a la escuela por espacio de dos días; preocupada por la desaparición, Zhenya se comunica con Boris y de allí en más comienzan a dar parte a la autoridad policial cuyo jefe declara no disponer del suficiente personal para atender el caso ya que sus subalternos están abocados a resolver los casos de violencia que se producen a diario; de allí que les sugiere que por internet localicen a una sociedad de voluntarios que se ocupa de ayudar a los afectados en tales circunstancias. De este modo el coordinador (Alexey Fateev) del grupo integrado por un buen número de personas les brindan su colaboración para ubicar al menor, lo que incluye, entre otras medidas, efectuar una visita a un abandonado edificio como así también visitar a la madre de Zhenya que vive en las afueras de Moscú donde quizás Alyosha pudo haberse refugiado.
A través de la infructuosa búsqueda queda de manifiesto la ferocidad y el indisimulado rencor existente entre estos padres que se ven obligados a actuar juntos para localizar al menor. Aunque ninguno de los dos ofrece la mínima simpatía, es principalmente repudiable la actitud de la mujer que abiertamente confiesa que nunca había deseado tener a su hijo y si no abortó durante su embarazo se debió simplemente a que temía hacerlo. Con todo, ese desamor y máximo desprecio que estos dos personajes transmiten al público se atenúa en una escena culminante; la misma se produce cuando al ser llamados a identificar el cadáver de un menor en la morgue comprueban que no es el de Aliosha y como consecuencia de ese alivio ambos irrumpen en un desgarrador llanto.
Simultáneamente a los hechos narrados, los medios de difusión van reportando las noticias cotidianas del país en donde no están ausentes la violencia imperante, el nivel de corrupción de ciertos funcionarios y la situación política de la parte de Ucrania invadida por Rusia.
Con una estupenda descripción de sus personajes, tanto Spívak como Rozin transmiten con total convicción el vía crucis vivido por estos deshumanizados padres que solamente piensan en sí mismos al dejar de lado la indiscutible responsabilidad de brindar ternura, comprensión y protección a su hijo; en papeles secundarios el resto del elenco ofrece una irreprochable actuación donde se destaca el menor Matvey Novikov quien conmueve profundamente en las pocas escenas en las que le corresponde participar.
Con una austera y rigurosa puesta escénica, Zvyagintsev ofrece un impiadoso documento donde transmite el marcado individualismo, el candente egoísmo, la codicia por el dinero y el desamor latente como factores claves que aquejan a un medio social encapsulado en sí mismo y despojado de la sensibilidad necesaria para apreciar el dolor ajeno.
Este film ha sido distinguido con el Premio del Jurado en el festival de Cannes de 2017 y es uno de los cinco nominados al Oscar a la mejor película extranjera. Jorge Gutman