DISOBEDIENCE Gran Bretaña, 2017. Un film de Sebastián Lelio.
Después de su clamoroso éxito obtenido por parte de la crítica y del público con Una Mujer Fantástica, además de haber sido coronado con el Oscar a la mejor película extranjera, Sebastián Lelio retorna con Disobedience efectuando su primera incursión internacional en lengua inglesa. Demostrando una notable versatilidad el remarcable realizador chileno ofrece un cautivante drama basado en la novela homónima de la escritora británica Naomi Alderman en donde la fe religiosa colisiona con el deseo sexual.
El guión de Lelio escrito con Rebecca Lenkiewicz introduce a Ronit (Rachel Weisz), una fotógrafa inglesa que años atrás dejó la colectividad ortodoxa judía de Golders Green de Londres donde su padre Rav Kruschka (Anton Lesser) es un carismático y reverenciado rabino; su alejamiento tuvo como propósito apartarse del medio religioso en que transcurrió su niñez y adolescencia para iniciar una vida secular independiente.
Cuando su viudo progenitor muere de un colapso en la sinagoga mientras está pronunciando un sermón a su congregación, Ronit retorna a Londres para su sepelio. Su llegada es objeto de una fría recepción por parte de la comunidad judía, con excepción de su tía Fruma (Bernice Stegers) quien está complacida de verla nuevamente. Su acto de desobediencia nunca fue perdonado por su padre al punto tal que legó todos sus bienes a la sinagoga; además, en los anuncios fúnebres de los diarios se lee que el difunto no tenía hijos.
Durante su estadía, ella se aloja transitoriamente en la casa de su viejo amigo y rabino Dovid Kuperman (Alessandro Nivola) quien está casado con Esti (Rachel McAdams), su íntima amiga de la infancia. A partir de allí se genera el conflicto central del film cuando el reencuentro de las dos amigas, que en su etapa adolescente se sentían atraídas sexualmente, hace reverdecer esos sentimientos donde la cautela con que proceden al principio cede lugar al impulso lésbico que les resulta imposible de resistir. Para Esti esta situación tiene especial concomitancia en la medida que es fiel observante de la religión judía donde la homosexualidad constituye un acto completamente inadmisible.
Parte de los méritos del film es debido a las sólidas interpretaciones de su trio protagónico al involucrarse plenamente en la piel de sus personajes. McAdams, en la mejor prestación de su carrera, brinda una variada gama de emociones enfrentando el dilema de Esti de ser leal a su marido que siempre la quiso y la pasión que siente por Ronit. Weicz encara con completo aplomo a la mujer liberada que habiendo adoptado una vida completamente disociada con la religión, no deja de ser vulnerable al tener que acarrear el sentimiento de culpa de haber descorazonado a su padre en cuanto a lo que él aguardaba de ella. Nivola se luce ampliamente como el marido que vive su propio conflicto al estar adentrado profundamente como el rabino comprometido moral y religiosamente con su congregación y por otra parte ubicarse como un marido que lejos de rechazar o repudiar a su esposa demuestra una grandeza de alma permitiendo que ella quede libre de decidir el camino a seguir.
En un relato excelentemente controlado es admirable el tacto y sutilidad del realizador al abordar este delicado tema donde a través de sus personajes analiza con profundidad la complejidad de la conducta humana. En esencia, ofrece un film hondamente emotivo y espiritual que dado la naturaleza de su tema deja abierto amplio margen para la discusión. Lo que es indiscutible es su implícito mensaje del derecho inherente que asiste a toda persona de definir su propia identidad sin que los preceptos de la fe religiosa constituyan un obstáculo para lograrlo. Jorge Gutman