Un Mari­do Ideal

AN IDEAL HUSBAND

La repo­si­ción de An Ideal Hus­band que se repre­sen­tó en el Tea­tro Vau­de­vi­lle de Lon­dres des­de Abril has­ta Julio de este año, podrá ser apre­cia­da por el públi­co de Cana­dá a tra­vés de su exhi­bi­ción en las salas de cine.

Fred­die y Edward Fox. (Foto : Marc Brenner)

Esta obra de Oscar Wil­de fue estre­na­da en Lon­dres en 1895 y des­de un prin­ci­pio gozó de amplia popu­la­ri­dad ade­más de reci­bir cáli­dos elo­gios de Ber­nard Shaw. Como bri­llan­te come­dia, Wil­de ofre­ce un buen retra­to de las apa­rien­cias enga­ño­sas, la ambi­gua mora­li­dad de la épo­ca vic­to­ria­na, la corrup­ción polí­ti­ca y el chantaje.

Fran­ces Bar­ber y Natha­niel Par­ker. (Foto: Marc Brenner)

La his­to­ria se cen­tra en Sir Robert Chil­tern quien es Secre­ta­rio de Esta­do de Asun­tos Exte­rio­res; su correc­ta actua­ción públi­ca es reco­no­ci­da por la socie­dad quien lo con­si­de­ra una per­so­na noble, inte­li­gen­te e ínte­gra; en su vida fami­liar es el mari­do ideal para su espo­sa Lady Chil­tern. Esa ima­gen impe­ca­ble corre peli­gro de man­ci­llar­se cuan­do apa­re­ce en el esce­na­rio la seño­ra Che­ve­ley, una mujer aven­tu­re­ra cuya repu­tación dis­ta de ser inta­cha­ble; ella some­te a un chan­ta­je al des­ta­ca­do polí­ti­co a tra­vés de cier­tas prue­bas que tie­ne con res­pec­to a su dudo­so pasa­do y cómo se ori­gi­nó su for­tu­na; para evi­tar que dicha divul­ga­ción pro­vo­que un escán­da­lo, la úni­ca for­ma de lograr­lo es que Chil­tern se pres­te a ayu­dar a la chan­ta­jis­ta en una ope­ra­ción des­ho­nes­ta que pien­sa realizar.

La ver­sión repues­ta en Lon­dres ha sido diri­gi­da por Jonathan Church con un talen­to­so elen­co en el que par­ti­ci­pan, entre otros, Natha­niel Par­ker (Sir Robert Chil­tern), Fran­ces Bar­ber (la seño­ra Che­ve­ley), Edward Fox (Con­de de Caversham), Fred­die Fox (Viz­con­de Goring), Susan Ham­pshi­re (Lady Markby), Tim Wallers (el valet de Goring), Faith Omo­le (her­ma­na de Chil­tern) y Sally Bret­ton (Lady Chiltern).

Esta pie­za de 160 minu­tos de dura­ción será difun­di­da en Cana­dá en los cines per­te­ne­cien­tes al cir­cui­to CINE­PLEX el 29 de sep­tiem­bre y el 3 de octu­bre de 2018. Para infor­ma­ción adi­cio­nal sobre las salas par­ti­ci­pan­tes y sus hora­rios res­pec­ti­vos pre­sio­ne aquí

Eva­lua­ción de los Fil­mes del TIFF (Segun­da Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Para quien haya acu­di­do a Toron­to con la inten­ción de des­cu­brir una obra maes­tra segu­ra­men­te que­da­rá recom­pen­sa­do lue­go de haber vis­to ROMA (Méxi­co). Des­pués de Gra­vity (2013) que delei­tó al públi­co en su explo­ra­ción del espa­cio, el talen­to­so Alfon­so Cua­rón demues­tra su gran domi­nio del cine superán­do­se asi­mis­mo con un rela­to com­ple­ta­men­te dife­ren­te don­de en for­ma par­cial­men­te auto­bio­grá­fi­ca rela­ta su infan­cia entre 1970 y 1971; al así hacer­lo rin­de un sin­ce­ro tri­bu­to a dos per­so­nas que gra­vi­ta­ron en su vida como lo han sido su madre y su nana.

Rara vez se ha dado el caso de que alguien no pro­fe­sio­nal haga su debut en la actua­ción ofre­cien­do una inter­pre­ta­ción magis­tral; esa excep­ción es Yalitza Apa­ri­cio quien carac­te­ri­za a Cleo, una humil­de mujer que se desem­pe­ña en la doble tarea de emplea­da domés­ti­ca y nana de 4 niños para una fami­lia de cla­se media alta en Ciu­dad de Méxi­co, más espe­cí­fi­ca­men­te en el barrio Roma don­de Cua­rón fue cria­do. Tra­ba­jan­do de sol a sol, ella encuen­tra sosie­go en su com­pa­ñe­ra de tra­ba­jo Ade­la (Nancy Gar­cía) y en su ena­mo­ra­do Fer­mín (Jor­ge Anto­nio Gue­rre­ro), un faná­ti­co de las artes mar­cia­les quien en un momen­to dado no quie­re saber más de ella deján­do­la emba­ra­za­da. Otro aban­dono se pro­du­ce cuan­do Anto­nio (Fer­nan­do Adria­ga), el jefe del hogar repen­ti­na­men­te par­te al exte­rior dejan­do a su espo­sa Sofía (Mari­na de Tavi­ra) en un esta­do de tris­te­za y con­vir­tién­do­se así en madre monoparental.

Con una mara­vi­llo­sa foto­gra­fía en blan­co y negro de la cual Cua­rón es igual­men­te res­pon­sa­ble y ase­me­jan­do en par­te al esti­lo del cine neo­rrea­lis­ta ita­liano de la déca­da del 40, el rea­li­za­dor narra una his­to­ria ínti­ma y muy per­so­nal refle­jan­do varia­dos aspec­tos que acu­den a su men­te. Así fren­te a un vibran­te Méxi­co de aquel enton­ces, ilus­tra la vida calle­je­ra, sus fies­tas, su músi­ca, un majes­tuo­so cine don­de no esta­ba prohi­bi­do fumar, la tra­ge­dia de un terre­mo­to como así tam­bién la estu­pen­da recrea­ción de la matan­za del Jue­ves de Cor­pus Chris­ti de 1971 don­de tro­pas para­mi­li­ta­res ava­sa­lla­ron vio­len­ta­men­te una mani­fes­ta­ción estu­dian­til. Asi­mis­mo, el cineas­ta no deja de lado sus obser­va­cio­nes acer­ca del pro­nun­cia­do machis­mo, la des­igual­dad social y el mar­ca­do racis­mo existente.

Emo­cio­nal­men­te, lo más con­mo­ve­dor es la noble­za de Cleo, la humil­de y sumi­sa cria­da indí­ge­na que tar­día­men­te reci­bi­rá el agra­de­ci­mien­to mere­ci­do de Sofía cuan­do sin saber nadar sal­va a dos de los niños de morir aho­ga­dos en el mar. En tal sen­ti­do, el direc­tor la resal­ta mos­tran­do cómo la calla­da sir­vien­ti­ta se con­vier­te en una admi­ra­ble y valien­te mujer.

Basa­do más en situa­cio­nes que en el desa­rro­llo de una con­ven­cio­nal tra­ma argu­men­tal, ROMA es un film subli­me y de impres­cin­di­ble visión.

La des­crip­ción de un des­gra­cia­do aten­ta­do y sus con­se­cuen­cias es abor­da­do por Paul Green­grass en 22 JULY (Norue­ga-Islan­dia) cuyo títu­lo res­pon­de a la fatí­di­ca fecha del verano de 2011 don­de los terro­ris­tas ata­ques de un desen­fre­na­do indi­vi­duo estre­me­cie­ron a Noruega.

22 JULY

Sin afán sen­sa­cio­na­lis­ta, el direc­tor valién­do­se de su guión basa­do en el libro One of Us de Asne Seiers­tad ofre­ce una impe­ca­ble ilus­tra­ción de lo acontecido.

La pelí­cu­la comien­za pre­sen­tan­do a Anders Beh­ring Brei­vik (Anders Daniel­sen Lie), un joven faná­ti­co de extre­ma dere­cha que está deci­di­do a empren­der una gue­rra con­tra la polí­ti­ca de las auto­ri­da­des guber­na­men­ta­les por per­mi­tir el arri­bo de inmi­gran­tes al país e incen­ti­var el mul­ti­cul­tu­ra­lis­mo. Horas des­pués de haber pre­pa­ra­do una bom­ba en una gran­ja ale­ja­da de Oslo, se diri­ge al cen­tro de la capi­tal norue­ga para hacer­la deto­nar en un auto­mó­vil ubi­ca­do en el dis­tri­to guber­na­men­tal. A con­ti­nua­ción, Anders muni­do de poten­tes armas de fue­go y ves­ti­do con un uni­for­me poli­cial se des­pla­za a la isla de Uto­ya don­de se encuen­tra un cam­pa­men­to de estu­dian­tes a quie­nes les ata­ca furio­sa­men­te con el pro­pó­si­to de eli­mi­nar­los. Simul­tá­nea­men­te en el mar­co de ese cli­ma de horror el rela­to des­cri­be la terri­ble angus­tia de Cris­tin (Maria Bock), la nue­va alcal­de­sa de la zona, y de su espo­so Sveinn (Thorb­jorn Harr) al com­pro­bar que su hijo Vil­jar (Jonas Srand Gra­vli) ha sido gra­ve­men­te heri­do en el aten­ta­do; con todo, alien­tan la espe­ran­za de que los médi­cos que lo asis­ten logren salvarlo.

Otros hechos rele­van­tes mues­tran la for­ma en que el abo­ga­do defen­sor Geir Lip­pes­tad (Jon Oigar­den) se ve obli­ga­do a con­si­de­rar el caso de su defen­di­do neo­na­zi quien no mani­fies­ta el míni­mo remor­di­mien­to y se man­tie­ne fir­me en su pro­pó­si­to de ase­si­nar a mar­xis­tas, libe­ra­les y a miem­bros de la eli­te guber­na­men­tal para “sal­va­guar­dar” el bien­es­tar de la nación.

Lo expues­to has­ta aquí más el desa­rro­llo del pro­ce­so judi­cial son narra­dos sin sen­ti­men­ta­lis­mo alguno lo que reper­cu­te favo­ra­ble­men­te en el desa­rro­llo del rela­to. Como deta­lle al mar­gen, resul­ta intere­san­te apre­ciar la for­ma en que fun­cio­na el sis­te­ma de jus­ti­cia de Norue­ga que no deja de lado la defen­sa de los dere­chos humanos.

Con un elen­co irre­pro­cha­ble de acto­res norue­gos don­de se des­ta­can las excep­cio­na­les pres­ta­cio­nes de Daniel­sen Lie y Strand Gra­vi­li, el rea­li­za­dor ofre­ce un docu­dra­ma absor­ben­te fil­ma­do con máxi­ma auten­ti­ci­dad don­de deja al espec­ta­dor cavi­lan­do sobre cómo la per­sis­ten­cia de ideo­lo­gías extre­mas va soca­van­do los cimien­tos de nues­tra civi­li­za­ción; es así que lamen­ta­ble­men­te no se pue­da des­car­tar que algún otro Brei­vik pue­da apa­re­cer en el horizonte.

El tema del aco­so sexual plan­tea­do en WOR­KING WOMAN (Israel) no pue­de resul­tar más opor­tuno en esta épo­ca del #MeToo don­de el direc­tor y guio­nis­ta Michal Aviad lo abor­da con suti­le­za a tra­vés de un rela­to muy bien construido.

Orna (Liron Ben Shlush) es una joven madre de tres hijos y feliz en su matri­mo­nio con Ofer (Osh­ri Cohen) quien ha esta­do tra­ba­jan­do dura­men­te a fin de comen­zar su acti­vi­dad comer­cial como due­ño de un res­tau­ran­te. Para ayu­dar a sol­ven­tar las nece­si­da­des finan­cie­ras de su hogar Orna logra un empleo en una impor­tan­te empre­sa inmo­bi­lia­ria que se dedi­ca a ven­der pro­pie­da­des lujo­sas para gen­te de exce­len­te situa­ción eco­nó­mi­ca. Su jefe Benny (Menashe Noy), un hom­bre casa­do y con­si­de­ra­ble­men­te mayor que ella, apre­cia el empu­je de la mujer y el éxi­to que obtie­ne como ven­de­do­ra. El rela­to se dis­tin­gue por la for­ma en que Benny len­ta­men­te tra­ta de atraer román­ti­ca­men­te a Orna, pro­cu­ran­do de hala­gar­la y recom­pen­sán­do­la con una pro­mo­ción por su exce­len­te desem­pe­ño labo­ral. Si en un comien­zo ella se sien­te satis­fe­cha con su tra­ba­jo, poco a poco empie­za a sen­tir­se incó­mo­da, des­con­fia­da y teme­ro­sa fren­te al sutil avan­ce de su don­jua­nes­co supe­rior has­ta que gra­dual­men­te lle­ga a un pun­to de no retorno.

Si bien los hechos trans­cu­rren en Jeru­sa­lén, lo que se obser­va tie­ne vali­dez uni­ver­sal y en tal sen­ti­do es enco­mia­ble la labor del direc­tor en ofre­cer un film deci­di­da­men­te femi­nis­ta que plan­tea una deli­ca­da situa­ción: ¿cómo com­pa­ti­bi­li­zar la urgen­cia finan­cie­ra que brin­da un empleo para sos­te­ner a la fami­lia sal­va­guar­dan­do su dig­ni­dad y res­pe­to? En resu­men: este film mere­ce ser vis­to por su temá­ti­ca, impe­ca­ble actua­ción y efi­cien­te guión.

ROJO (Argen­ti­na-Bra­sil-Fran­cia-Holan­da-Ale­ma­nia) es un muy buen film de Ben­ja­min Naish­tat don­de se ofre­ce una pin­tu­ra rea­lis­ta de lo que Argen­ti­na ha vivi­do poco tiem­po antes de la san­grien­ta dic­ta­du­ra mili­tar que la ensombreció.

ROJO

La acción trans­cu­rre en 1975 en una ciu­dad pro­vin­cial don­de el mie­do comien­za a ate­rrar al país inclu­yen­do las des­apa­ri­cio­nes de per­so­nas como pró­lo­go de lo que habría de ocu­rrir pocos meses después.

La secuen­cia ini­cial, antes de los cré­di­tos, pre­sen­ta la ima­gen de unos veci­nos que van apro­pián­do­se de obje­tos deja­dos en una casa resi­den­cial aban­do­na­da. Pos­te­rior­men­te, el rela­to del rea­li­za­dor se cen­tra en Clau­dio Morán (Darío Gran­di­net­ti), un repu­tado abo­ga­do que en un sába­do por la noche asis­tien­do a un res­tau­ran­te man­tie­ne un alter­ca­do con un des­co­no­ci­do (Die­go Cre­mo­ne­si) con cier­ta ines­ta­bi­li­dad men­tal que alcan­za una muy des­agra­da­ble dimen­sión. Cuan­do el abo­ga­do acom­pa­ña­do de su espo­sa (Andrea Fri­ge­rio) se encuen­tra a la sali­da nue­va­men­te con el extra­ño indi­vi­duo, la ten­sión adquie­re un giro dra­má­ti­co fren­te a una deci­sión deses­pe­ran­te adop­ta­da por éste últi­mo. Tres meses des­pués, un ami­go de Clau­dio (Clau­dio Mar­tí­nez Bel) le soli­ci­ta su ayu­da para que legal­men­te lo con­vier­ta en el supues­to com­pra­dor de la casa aban­do­na­da a tra­vés de un pro­ce­di­mien­to deci­di­da­men­te corrup­to. Para­le­la­men­te, se asis­te a una sub­tra­ma sobre la rela­ción de Pau­la (Lau­ra Gran­di­net­ti), la hija de Clau­dio, con su celo­so ami­go San­ti (Rafael Feder­man), que con­du­ci­rá a la des­apa­ri­ción de un per­so­na­je. Den­tro de un ambien­te en don­de los acon­te­ci­mien­tos se van rari­fi­can­do sur­ge la pre­sen­cia de un detec­ti­ve ins­pec­tor (Alfre­do Cas­tro) lle­ga­do de Bue­nos Aires con el pro­pó­si­to de inda­gar el para­de­ro del extra­ño indi­vi­duo que Clau­dio había con­fron­ta­do tiem­po atrás.

La amo­ra­li­dad de la épo­ca sem­bra­da de una vio­len­cia laten­te está efi­cien­te­men­te ilus­tra­da a tra­vés de las varias his­to­rias de esa peque­ña comu­ni­dad que cier­ta­men­te cons­ti­tu­ye un fiel refle­jo de lo acon­te­ci­do en el res­to del país en uno de los momen­tos más oscu­ros de su his­to­ria. Al así hacer­lo, el rea­li­za­dor ofre­ce un rela­to per­tur­ba­dor e inquie­tan­te y que al estar dota­do de con­si­de­ra­ble sus­pen­so man­tie­ne en vilo al espec­ta­dor. El film se ve agra­cia­do con el exce­len­te tra­ba­jo de Gran­di­net­ti trans­mi­tien­do la ambi­gua con­tra­dic­ción de su per­so­na­je, la mag­ní­fi­ca foto­gra­fía de Pedro Sote­ro y la apro­pia­da músi­ca de Vin­cent Van Warmerdam.

Den­tro de los bue­nos docu­men­ta­les pre­sen­ta­dos en el TIFF se des­ta­ca MEE­TING GOR­BA­CHEV (Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos-Ale­ma­nia) don­de a tra­vés de un perío­do de medio año, el vete­rano rea­li­za­dor Wer­ner Her­zog con la cola­bo­ra­ción del docu­men­ta­lis­ta bri­tá­ni­co Andre Sin­ger, tuvo la opor­tu­ni­dad de entre­vis­tar a Mikhail Gor­ba­chev, el últi­mo de los líde­res de la extin­gui­da Unión Soviética.

MEE­TING GORBACHEV

Des­de el vamos, se des­ta­ca la empa­tía de Wer­zog con su pro­mi­nen­te entre­vis­ta­do de 87 años de edad. En las suce­si­vas char­las man­te­ni­das, el film deve­la algu­nos aspec­tos iné­di­tos de su per­so­na como así tam­bién otros vin­cu­la­dos con su carre­ra polí­ti­ca, des­de sus comien­zos en el Par­ti­do Comu­nis­ta, has­ta con­ver­tir­se en el Pre­si­den­te de la Unión Sovié­ti­ca en 1985.

Entre algu­nas de sus accio­nes más pon­de­ra­das duran­te el perío­do de su man­da­to se des­ta­can la eli­mi­na­ción en 1989 del infa­me Muro de Ber­lín, el fin de la Gue­rra Fría y espe­cial­men­te su cola­bo­ra­ción con los Esta­dos Uni­dos en los esfuer­zos ten­dien­tes a la eli­mi­na­ción de las armas nuclea­res des­pués del desas­tre de Cher­nobyl en 1986. La desin­te­gra­ción de la Unión Sovié­ti­ca ocu­rri­da en diciem­bre de 1991 moti­vó su renun­cia al alto pues­to. Es nota­ble apre­ciar un dejo de lamen­to del esta­dis­ta al mani­fes­tar que la tarea de demo­cra­ti­za­ción de Rusia aún no ha concluido.

Curio­sa­men­te la figu­ra de Gor­ba­chev, quien es más reve­ren­cia­do en el exte­rior que en su pro­pio país, logró que fue­se alta­men­te res­pe­ta­do por otros líde­res mun­dia­les de opues­ta ideo­lo­gía como lo fue­ron Ronald Reagan, Mar­ga­ret That­cher y Hel­mut Kohl, entre otros

En lo humano, el film resal­ta el pro­fun­do amor por su ado­ra­da espo­sa Rai­sa, falle­ci­da en 1999 y de qué mane­ra ella gra­vi­tó en él como su inigua­la­ble com­pa­ñe­ra, gran con­fi­den­te e impor­tan­te con­se­je­ra; es así que el públi­co no pue­de que­dar indi­fe­ren­te cuan­do obser­va a este viu­do con­mo­vi­do en lágri­mas a pesar del tiem­po trans­cu­rri­do des­de la muer­te de su mujer.

Cuan­do final­men­te Wer­zog le pre­gun­ta a su entre­vis­ta­do qué es lo que le gus­ta­ría que apa­re­cie­ra como epi­ta­fio en su tum­ba, él res­pon­de con dos sim­ples pala­bras: “he tra­ta­do”.

Ambos direc­to­res han logra­do un docu­men­tal afec­ti­vo y ameno cap­tan­do la gran­de­za de quien fue­ra un excep­cio­nal polí­ti­co que has­ta el momen­to la his­to­ria no lo ha valo­ra­do en la jus­ta dimen­sión que merece.

Otro remar­ca­ble docu­men­tal es LES TOM­BEAUX SANS NOMS (Cam­bo­ya-Fran­cia). de Rithy Panh. Con­ti­nuan­do con su pasa­do que lo sigue ago­bian­do y que que­dó expues­to en The Mis­sing Pic­tu­re (2013) aho­ra el rea­li­za­dor efec­túa otro via­je a tra­vés de la memo­ria; en el mis­ma se revi­ve el bru­tal régi­men de los Jeme­res Rojos que diez­mó una cuar­ta par­te de la pobla­ción de Cam­bo­ya duran­te los 4 años (1975 – 1979) a car­go del poder.

En el rela­to narra­do a tra­vés de la líri­ca voz en off de Ran­dal Douc, el rea­li­za­dor ape­lan­do a cier­tos ritua­les reli­gio­sos tra­ta de ubi­car las tum­bas de sus padres, her­ma­nas y sobri­nos ase­si­na­dos, como una suer­te de catar­sis para poder supe­rar el trau­ma per­so­nal que lo aque­ja. Al pro­pio tiem­po, el docu­men­tal se nutre de las entre­vis­tas que Panh efec­túa a agri­cul­to­res cam­pe­si­nos quie­nes ofre­cen una espe­luz­nan­te enu­me­ra­ción de los horro­res vivi­dos en ese perío­do, inclu­yen­do las con­di­cio­nes inhu­ma­nas de tra­ba­jos for­za­dos, el ham­bre pade­ci­do, las vio­la­cio­nes sufri­das como así tam­bién las eje­cu­cio­nes aza­ro­sas. Esos tes­ti­mo­nios se encuen­tran acom­pa­ña­dos por la lec­tu­ra de extrac­tos de tex­tos de Paul Éluard y Jean Cay­rol quie­nes com­ple­men­tan el con­te­ni­do emo­cio­nal de esta tris­te historia.

Pro­fun­da­men­te espi­ri­tual, el docu­men­tal cons­ti­tu­ye una cele­bra­ción de la vida de los sobre­vi­vien­tes tra­tan­do de comu­ni­car­se a la vez con el alma de los des­apa­re­ci­dos en los vas­tos cam­pos pla­ga­dos de tum­bas sin nom­bre. En esen­cia, se asis­te a un sobre­co­ge­dor y tur­ba­dor relato.

Abor­dan­do por pri­me­ra vez un tema his­tó­ri­co, el vete­rano rea­li­za­dor bri­tá­ni­co Mike Leigh retor­na con PETER­LOO (Gran Bre­ta­ña) recons­tru­yen­do la masa­cre que tuvo lugar en Man­ches­ter el 16 de agos­to de 1819.

PETER­LOO

Des­pués de que Gran Bre­ta­ña logra ven­cer a Napo­león en la bata­lla de Water­loo en 1815, el pue­blo de Man­ches­ter desea estar repre­sen­ta­do en el par­la­men­to bri­tá­ni­co a fin de tener su voz en los pro­ble­mas con­cer­nien­tes, entre otros, al des­em­pleo, la pobre­za y en el logro de una mayor radi­ca­li­za­ción democrática.

Leigh tra­ta de mos­trar las injus­ti­cias socia­les pre­va­le­cien­tes en par­te de la socie­dad de esa épo­ca don­de los ricos se vuel­ven más aún en tan­to que los pobres son deja­dos de lado por quie­nes, supues­ta­men­te, debe­rían pro­te­ger­los. Al no obte­ner eco en sus recla­mos, como una demos­tra­ción de acción colec­ti­va el pue­blo de Man­ches­ter se vuel­ca a las calles en una pací­fi­ca mar­cha; lamen­ta­ble­men­te, la mis­ma con­du­ci­rá a la cruel matan­za come­ti­da a sus pro­pios ciu­da­da­nos por las auto­ri­da­des guber­na­men­ta­les en St. Pete­r’s Field.

Aun­que bien inten­cio­na­do, en sus dos horas y media de dura­ción el rela­to ter­mi­na exte­nuan­do al vol­ver­se dema­sia­do didác­ti­co así como repe­ti­ti­vo en las reunio­nes y dis­cu­sio­nes man­te­ni­das por los acti­vis­tas socia­les por un lado y la éli­te polí­ti­ca por el otro.

Leigh logra un film correc­ta­men­te actua­do, aun­que sin resal­tar a nadie en espe­cial, y cui­da­do­so en los deta­lles de recons­truc­ción de épo­ca, sobre todo en la repre­sen­ta­ción de la épi­ca masa­cre. Sin embar­go, la insu­fi­cien­te soli­dez dra­má­ti­ca impi­de que lo expues­to lle­gue a impac­tar como debiera.

Asu­mien­do su pri­me­ra labor como direc­tor en un lar­go metra­je Artu­ro Infan­te ofre­ce en EL VIA­JE EXTRA­OR­DI­NA­RIO DE CELES­TE GAR­CÍA (Cuba-Ale­ma­nia), una agra­da­ble fan­ta­sía que se cen­tra en una mujer ansio­sa de explo­rar un mun­do dife­ren­te al que ella habi­ta en la ciu­dad de La Habana.

Su pro­ta­go­nis­ta es Celes­te Gar­cÍa (María Isa­bel Díaz) una afa­ble viu­da y jubi­la­da como pro­fe­so­ra cuya vida trans­cu­rre apa­ci­ble­men­te. Par­te de su tiem­po lo ocu­pa tra­ba­jan­do en el pla­ne­ta­rio de la capi­tal cuba­na don­de como efi­cien­te guía del públi­co asis­ten­te se le ofre­ce la ilu­sión de sumer­gir­se en los mis­te­rios del uni­ver­so. Habien­do sido La Haba­na visi­ta­da por una dele­ga­ción de seres per­te­ne­cien­tes al pla­ne­ta Gryok, aho­ra se pre­sen­ta la opor­tu­ni­dad para que los cuba­nos pue­dan visi­tar­lo. Entu­sias­ma­da a más no poder por haber sido ele­gi­da como una de las afor­tu­na­das via­je­ras, Celes­te se dis­po­ne a empren­der la aven­tu­ra espa­cial que tan­to había soña­do. Pre­via­men­te, la gen­te selec­cio­na­da debe per­ma­ne­cer tem­po­ral­men­te en las depen­den­cias de una cua­si aban­do­na­da escue­la de ense­ñan­za media ubi­ca­da en las afue­ras de la ciu­dad, obe­de­cien­do las ins­truc­cio­nes de los guar­dias que allí se encuen­tran has­ta el momen­to en que arri­be la nave espa­cial para reco­ger­los. Es allí don­de Celes­te tie­ne oca­sión de vin­cu­lar­se con algu­nos pin­to­res­cos per­so­na­jes don­de cada uno de los mis­mos tie­ne sus espe­cia­les razo­nes para efec­tuar el extra­or­di­na­rio peri­plo espacial.

Si bien esta sen­ci­lla his­to­ria de cien­cia fic­ción adi­cio­na un ingre­dien­te román­ti­co no muy rele­van­te, de todos modos Infan­te logra que su film sea apre­cia­do por la efi­cien­te carac­te­ri­za­ción que Díaz ofre­ce de su per­so­na­je y por algu­nas gra­cio­sas situa­cio­nes gene­ra­das por el humor absur­do que están bien inter­ca­la­das en el relato..

Cómo un acia­go acon­te­ci­mien­to pue­de afec­tar la vida de una feliz pare­ja es lo que el direc­tor Sven Tad­dic­ken plan­tea con exce­len­cia en THE MOST BEAU­TI­FUL COUPLE (Ale­ma­nia-Fran­cia).

Mal­te (Maxi­mi­lian Brück­ner) y Liv (Lui­se Heyer) con­for­man un joven matri­mo­nio ale­mán muy bien ave­ni­do. Al comen­zar el rela­to man­tie­nen una rela­ción sexual en una tran­qui­la y desier­ta pla­ya de Mallor­ca don­de trans­cu­rren sus vaca­cio­nes sin per­ci­bir que algu­nos jóve­nes los están espian­do. Al regre­sar a la casa don­de resi­den tem­po­ral­men­te, en la entra­da son asal­ta­dos pre­ci­sa­men­te por los indis­cre­tos obser­va­do­res que los habían segui­do sigi­lo­sa­men­te. A pesar de haber­les entre­ga­do el dine­ro exis­ten­te, la pare­ja es obje­to de una tor­tu­ra psi­co­ló­gi­ca; pos­te­rior­men­te Sas­cha (Leo­nard Kunz), el más san­gui­na­rio de los tres delin­cuen­tes, vio­la con deno­da­da furia a Liv fren­te a Mal­te que habien­do sido suje­ta­do por los dos res­tan­tes con­tem­pla con humi­lla­ción el cruel daño al que su espo­sa es sometida.

De retorno a Ale­ma­nia la vida apa­ren­te­men­te sigue su cur­so nor­mal don­de Liv asis­ti­da tera­péu­ti­ca­men­te logra supe­rar el tre­men­do trau­ma sufri­do. Dos años des­pués cuan­do menos lo ima­gi­na­ba Mal­te lle­ga a detec­tar a Sas­cha y a par­tir de allí ini­cia su plan de ven­gan­za al entro­me­ter­se en su vida y en la de su pare­ja (Jas­na Fritzi Bauer). El hecho vuel­ve a revi­vir el dra­ma del matri­mo­nio en la medi­da que los pla­nes de Mal­te se opo­nen al deseo de Liv quien pre­fie­re que se absuel­va al vio­la­dor antes que des­en­te­rrar la pro­fun­da heri­da que tan­to daño le ha cau­sa­do. Esas dos posi­cio­nes con­tra­pues­tas habrán de reper­cu­tir en la rela­ción de la pare­ja corrien­do el ries­go de desestabilizarse.

Este vigo­ro­so rela­to se dis­tin­gue por su ori­gi­nal plan­teo y por la minu­cio­sa inda­ga­ción efec­tua­da por el rea­li­za­dor de sus per­so­na­jes pro­ta­gó­ni­cos; así sin tomar par­ti­do por nin­guno de los mis­mos el cineas­ta deja la puer­ta entre­abier­ta para la dis­cu­sión sobre quién de los dos afec­ta­dos adop­ta la acti­tud más racio­nal dadas las cir­cuns­tan­cias des­crip­tas. Ade­más de los méri­tos de Tad­dic­ken como direc­tor y guio­nis­ta, es nece­sa­rio dis­tin­guir la inten­sa inter­pre­ta­ción de Brück­ner y Heyer quie­nes trans­mi­ten muy bien la viven­cia de la car­ga­da ten­sión que ani­ma a sus personajes.

En LA CAMA­RIS­TA (Méxi­co), la direc­to­ra mexi­ca­na Lila Avi­lés per­mi­te al públi­co empa­ti­zar ple­na­men­te con las vici­si­tu­des vivi­das por su prin­ci­pal per­so­na­je. Basa­da en su pro­pia obra tea­tral, la rea­li­za­do­ra sigue los pasos de Eve (Gabrie­la Car­tol), una humil­de tra­ba­ja­do­ra que pasa lar­gas horas del día desem­pe­ñán­do­se como cama­re­ra en uno de los más lujo­sos hote­les de Ciu­dad de Méxi­co, habi­ta­do por visi­tan­tes de afluen­te situa­ción económica.

LA CAMA­RIS­TA

A tra­vés de las lla­ma­das tele­fó­ni­cas que rea­li­za a su hogar des­de el hotel se lle­ga a saber que es una madre mono­pa­ren­tal de un niño de 4 años que en sus horas de ocu­pa­ción es cui­da­do por una mujer de su confianza.

En su dia­rio tra­ba­jo, rea­li­za­do en uno de los pisos más altos del esta­ble­ci­mien­to don­de se encuen­tran las sui­tes eje­cu­ti­vas, es cons­cien­te que debe cum­plir sus obli­ga­cio­nes de la mane­ra más efi­cien­te posi­ble aten­dien­do los reque­ri­mien­tos, a veces capri­cho­sos, de sus huéspedes.

El rela­to, que trans­cu­rre ínte­gra­men­te en los con­fi­nes del hotel, se nutre de dis­tin­tas viñe­tas; entre las mis­mas se des­ta­can la soli­da­ri­dad entre los cole­gas de Eve, la espe­cial amis­tad con una de ellas, la sin­gu­lar rela­ción que la cama­re­ra esta­ble­ce con una hués­ped argen­ti­na para cui­dar de su hiji­to y sobre todo la inten­sa pre­sión a la que está suje­ta en su tra­ba­jo espe­ran­do que con su buen desem­pe­ño pue­da obte­ner una promoción.

Ape­lan­do a un esti­lo semi docu­men­tal, la pelí­cu­la se dis­tin­gue por des­cri­bir muy bien el mun­do de estos tra­ba­ja­do­res al pro­pio tiem­po que ‑sin nece­si­dad de expli­ci­tar­lo- la direc­to­ra demues­tra la gran dife­ren­cia social exis­ten­te entre los mis­mos y los hués­pe­des del hotel; en tal sen­ti­do bas­ta obser­var la esce­na en que Eve apro­ve­cha la ducha del hotel para usar el agua calien­te caren­te en su hogar.

La estu­pen­da inter­pre­ta­ción de Car­tol así como la del elen­co que la rodea valo­ri­za a este buen film con­fir­man­do la madu­rez de Avi­lés como rea­li­za­do­ra y ver­sa­da guionista.

Otro film de Amé­ri­ca Lati­na que depa­ra satis­fac­ción es TAR­DE PARA MORIR JOVEN (Chi­le-Bra­sil-Argen­ti­na-Holan­da-Qatar) de la talen­to­sa rea­li­za­do­ra chi­le­na Domin­ga Soto­ma­yor quien ha obte­ni­do en Locarno el pre­mio a la mejor dirección.

TAR­DE PARA MORIR JOVEN

Des­pués de su nota­ble film De Jue­ves a Domin­go (2012), la cineas­ta ofre­ce aquí un rela­to ins­pi­ra­do en su pro­pia expe­rien­cia des­ta­can­do la vida de un gru­po de fami­lias chi­le­nas que han resuel­to vivir fue­ra del mun­da­nal rui­do de Santiago.

La épo­ca es 1990, pocos meses des­pués de que el dic­ta­dor Pino­chet dejó el poder. Aun­que sin impli­ca­cio­nes polí­ti­cas, el retorno a la demo­cra­cia de la socie­dad chi­le­na se avie­ne tam­bién para un peque­ño gru­po de per­so­nas resuel­tas a vivir comu­ni­ta­ria­men­te en una apa­ci­ble región ubi­ca­da en la lade­ra de los Andes y gozar de la liber­tad que ese lugar les ofre­ce, a pesar de no con­tar con sumi­nis­tro eléctrico.

Aun­que de natu­ra­le­za coral, el rela­to de Soto­ma­yor se cen­tra­li­za en la expe­rien­cia que den­tro de ese entorno atra­vie­san los ado­les­cen­tes Lucas (Antar Macha­do) y Sofía (Demian Her­nán­dez) de 16 años, así como la recién lle­ga­da Cla­ra (Mag­da­le­na Tóto­ro) de 10 años. Den­tro de ese entorno, Sofía que no man­tie­ne una flui­da rela­ción con su padre (Andrés Alia­ga) desea dejar el ambien­te rural para vivir en San­tia­go con su madre; Lucas por su par­te alien­ta a que Sofía corres­pon­da a sus sen­ti­mien­tos aun­que ella se encuen­tra atraí­da por el adul­to visi­tan­te Igna­cio (Matías Ovie­do); por su par­te, Cla­ra siem­pre se encuen­tra preo­cu­pa­da por su perri­ta Fri­da que con­ti­nua­men­te se esca­pa de su lado. En tan­to, todos se pre­pa­ran a fes­te­jar la lle­ga­da del nue­vo año.

Teñi­da de nos­tal­gia, la direc­to­ra expo­ne muy bien el con­tras­te entre los jóve­nes vivien­do el pro­ce­so de madu­rez y los sen­ti­mien­tos que los ani­man, y el de los adul­tos que en su idea­lis­mo tra­tan de adap­tar­se al nue­vo sis­te­ma de vida ele­gi­do tra­tan­do de supe­rar algu­nas de las difi­cul­ta­des que atra­vie­san. Si bien el rit­mo del film ofre­ce cier­ta lan­gui­dez, glo­bal­men­te con­si­de­ra­do el mis­mo es apre­cia­do por su nota­ble direc­ción escé­ni­ca, la exce­len­te actua­ción de Her­nán­dez y por la reso­nan­cia emo­cio­nal de sus últi­mas escenas.

Un abne­ga­do padre tra­tan­do afa­no­sa­men­te de lograr el dine­ro nece­sa­rio para sal­var a su niña cuya vida peli­gra es lo que se apre­cia en REDEM­PTION (Israel), un dra­ma de gran espi­ri­tua­li­dad diri­gi­do y escri­to por Joseph Mad­mony y Boaz Yeho­na­tan Yacov.

Su tema se cen­tra en Mena­chem (Moshe Fol­ken­flik), un padre viu­do israe­lí de media­na edad que tra­ba­ja en un super­mer­ca­do y cuyo mode­ra­do ingre­so le resul­ta insu­fi­cien­te para sufra­gar el cos­to­so tra­ta­mien­to expe­ri­men­tal para que su .hiji­ta Geu­la (Emily Gra­nin) de seis años pue­da com­ba­tir el cán­cer que le aflige.

Quin­ce años antes de haber­se con­ver­ti­do en un reli­gio­so obser­van­te, como can­tan­te Mena­chem solía lide­rar una peque­ña ban­da musi­cal con sus ami­gos Avi (Sivan Shti­vi), Danny (Shahaar Even-Tzur) y Gou­li (Yona­tan Gali­la), habien­do logra­do con­si­de­ra­ble popu­la­ri­dad. Es aho­ra cuan­do vuel­ve a recu­rrir a ellos a fin de soli­ci­tar su ayu­da y al pro­pio tiem­po, como acti­vi­dad suple­men­ta­ria, ani­mar como músi­cos en casa­mien­tos y otras fes­ti­vi­da­des judías para pro­cu­rar el dine­ro necesario.

El con­flic­to prin­ci­pal del rela­to se pro­du­ce cuan­do tenien­do la opor­tu­ni­dad de que el gru­po incur­sio­ne nue­va­men­te en la músi­ca de rock and roll que pue­de brin­dar­le un buen retorno pecu­nia­rio, Mena­chem enfren­ta una cri­sis exis­ten­cial fren­te a la difi­cul­tad de com­pa­ti­bi­li­zar su posi­ción de fer­vien­te reli­gio­so orto­do­xo con la músi­ca que interpreta.

Con­tra­po­nien­do lo sagra­do con lo pro­fano y lo reli­gio­so con lo secu­lar, los rea­li­za­do­res han logra­do un ade­cua­do equi­li­brio en esta emo­ti­va his­to­ria refle­jan­do cómo las con­vic­cio­nes de la fe pue­den ser pues­tas a prue­ba cuan­do se tra­ta de pro­te­ger a un ser amado.

El direc­tor uru­gua­yo Fede­ri­co Vei­roj retra­ta en BEL­MON­TE (Uru­guay-Espa­ña-Méxi­co) a un artis­ta angus­tia­do que úni­ca­men­te encuen­tra cier­ta ple­ni­tud emo­cio­nal cuan­do está con su peque­ña hija.

BEL­MON­TE

Tal como lo des­cri­be el rea­li­za­dor, igual­men­te res­pon­sa­ble del guión, su pro­ta­go­nis­ta Bel­mon­te (Gon­za­lo Del­ga­do) es un exi­to­so pin­tor de 43 años cuyas pin­tu­ras refle­jan una apre­cia­da sen­sua­li­dad, con espe­cial énfa­sis en des­nu­dos mas­cu­li­nos; actual­men­te se encuen­tra en los pre­pa­ra­ti­vos de una expo­si­ción de su tra­ba­jo a rea­li­zar­se en el Museo Nacio­nal de Montevideo.

Para­le­la­men­te a esa acti­vi­dad, como hom­bre divor­cia­do, el móvil prin­ci­pal de Bel­mon­te es com­par­tir su tiem­po con Celes­te (Oli­via Moli­na­rio Eijo), su hija de 10 años, cuya tenen­cia está a car­go de Jean­ne (Jean­net­te Sauks­te­lis­kis), su ex mujer, y demos­trar al pro­pio tiem­po su com­por­ta­mien­to como buen padre. El nudo cen­tral de la his­to­ria se pro­du­ce cuan­do Jean­ne está aguar­dan­do un segun­do hijo, pro­duc­to de la rela­ción con otro hom­bre y Bel­mon­te teme que ese hecho pue­da afec­tar el víncu­lo que man­tie­ne con su hijita.

Lo que pre­ce­de no alcan­za a jus­ti­fi­car o más bien a com­pren­der el con­flic­to emo­cio­nal que Vei­roj tra­ta de insu­flar a este artis­ta amar­ga­do, her­mé­ti­co, errá­ti­co y due­ño de una per­so­na­li­dad enig­má­ti­ca difí­cil de des­en­tra­ñar dejan­do como incóg­ni­ta la razón que moti­vó su sepa­ra­ción matrimonial.

Obje­ti­va­men­te, el film está sobria­men­te narra­do y satis­fac­to­ria­men­te inter­pre­ta­do aun­que la cri­sis exis­ten­cial de Bel­mon­te no logra conmover.

Un Incum­pli­do Acuer­do de Paz

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

OSLO Autor: J.T. Rogers —  Direc­ción: Édith Pate­nau­de — Trau­duc­ción: David Lau­rin – Elen­co: Emma­nuel Bilo­deau, Isa­be­lle Blais, Félix Beau­lieu-Duches­neau, Luc Bour­geo­is, Jean-Fra­nçois Casa­bon­ne, Ste­ve Gag­non, Reda Gue­ri­nik, Ariel Ifer­gan, Marie-Fran­ce Lam­bert, Jus­tin Lara­mée, Jean-Moï­se Mar­tin, Manuel Tadros — Esce­no­gra­fía: Odi­le Gama­che — Acce­so­rios: Nor­mand Blais — Ilu­mi­na­ción: Julie Bas­se – Músi­ca: Mathieu Désy. Ves­tua­rio: Cynthia St-Gelais. Dura­ción: 2h 40 (entre­ac­to inclui­do). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 13 de octu­bre de 2018 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

Jean-Simon Tra­versy y David Lau­rin, el novel dúo de direc­to­res del Tea­tro Jean-Ducep­pe, inau­gu­ra­ron la tem­po­ra­da tea­tral 2018 – 2019 con Oslo, una obra de con­te­ni­do polí­ti­co y pal­pi­tan­te emo­ción del emi­nen­te dra­ma­tur­go J.T. Rogers que ha sido recom­pen­sa­da con el Tony Award neo­yor­kino de Mejor Pie­za del Año de 2017.

El tema gira en torno de las nego­cia­cio­nes de paz empren­di­das en 1993 por dos auda­ces norue­gos a fin de rom­per el estan­ca­mien­to exis­ten­te en el dra­má­ti­co con­flic­to que opo­ne a israe­líes y pales­ti­nos, dos irre­con­ci­lia­bles enemigos.

Emma­nuel Bilo­deau e Isa­be­lle Blais. (Foto de Caro­li­ne Laberge)

La his­to­ria comien­za en 1992 cuan­do Ter­je Rod-Lar­sen (Emma­nuel Bilo­deau), direc­tor del Ins­ti­tu­to de Cien­cias Socia­les Apli­ca­das de Norue­ga, con­ven­ce a su espo­sa Mona Juul (Isa­be­lle Blais), fun­cio­na­ria del Minis­te­rio de Rela­cio­nes Exte­rio­res de Norue­ga, para empren­der las ges­tio­nes de inter­me­dia­rios para reu­nir en una mis­ma mesa a Israel y la OLP (Orga­ni­za­ción para la Libe­ra­ción de Palestina).

La narra­ción de los hechos por par­te de Ter­je y Mona per­mi­te que el públi­co asis­ta a los por­me­no­res de esta fas­ci­nan­te his­to­ria real.

Para que esta misión fruc­ti­fi­que es nece­sa­rio que las reunio­nes, que trans­cu­rri­rán en lugar dis­tan­te a 50 kiló­me­tros de Oslo, se reali­cen en for­ma encu­bier­ta y con la máxi­ma dis­cre­ción, sobre todo por­que para un ofi­cial israe­lí es com­ple­ta­men­te ile­gal man­te­ner con­ver­sa­cio­nes con repre­sen­tan­tes de la OLP. En la pri­me­ra de las varias reunio­nes de tra­ba­jo que se pro­lon­ga­rán por espa­cio de 9 meses, se pro­du­ce el encuen­tro entre dos pro­fe­so­res de eco­no­mía de la Uni­ver­si­dad de Hai­fa (Luc Bour­geo­is y Jean-Fra­nçois Casa­bon­ne) ‑envia­dos por el vice­mi­nis­tro de rela­cio­nes exte­rio­res de Israel (Ariel Ifer­gan)- con Ahmed Qurie (Manuel Tadros) que es el minis­tro de finan­zas de la OLP. Cuan­do los pales­ti­nos requie­ren que los israe­líes envíen fun­cio­na­rios de alto ran­go apa­re­ce en el esce­na­rio Uri Savir (Jean-Moï­se Mar­tin), el nego­cia­dor prin­ci­pal de Israel en su carác­ter de direc­tor gene­ral del minis­te­rio de rela­cio­nes exteriores.

Ariel Ifer­gan y Emma­nuel Bilo­deau. (Foto de Caro­li­ne Laberge)

Apli­can­do la teo­ría gra­dua­lis­ta de Ter­je para que pales­ti­nos e israe­líes logren una apro­xi­ma­ción más ínti­ma y rela­ja­da, las dis­cu­sio­nes entre los nego­cia­do­res ceden paso en los momen­tos de des­can­so a ame­ni­za­dos tra­gos y exce­len­tes comi­das pre­pa­ra­das por la coci­ne­ra Toril Gran­dal (Marie-Fran­ce Lam­bert). A todo ello se agre­gan algu­nos chis­tes judíos que con­tri­bu­yen posi­ti­va­men­te en el áni­mo de los negociadores.

A medi­da que el tiem­po trans­cu­rre, las nego­cia­cio­nes no exclu­yen momen­tos de vívi­da ten­sión cuan­do se abor­dan los temas urti­can­tes de la segu­ri­dad israe­lí, el reco­no­ci­mien­to del Esta­do de Israel así como el esta­tus de Jeru­sa­lén. Sin embar­go, la bue­na volun­tad final­men­te se impo­ne arri­ban­do a un enten­di­mien­to entre las par­tes invo­lu­cra­das. Así, y con el asen­ti­mien­to del minis­tro de rela­cio­nes exte­rio­res Shi­mon Peres (otro papel a car­go de Jean-Fra­nçois Casa­bon­ne), el abo­ga­do ame­ri­cano Joel Sin­ger (Félix Beau­lieu-Duches­neau) se encar­ga de pre­pa­rar el borra­dor del tan anhe­la­do acuer­do. La cul­mi­na­ción exi­to­sa del pro­ce­so de nego­cia­ción tie­ne lugar el 19 de agos­to de 1993 cuan­do Uri Savir y Ahmed Qurei fir­man la “Decla­ra­ción de Prin­ci­pios” del Acuer­do de Paz; así, en pre­sen­cia del pre­si­den­te Clin­ton, en el jar­dín de la Casa Blan­ca se pro­du­ce el his­tó­ri­co encuen­tro del pri­mer minis­tro de Israel Yitzhak Rabin con el líder de la OLP Yas­ser Ara­fat quie­nes se estre­chan la mano por pri­me­ra vez.

Sin sen­ti­men­ta­lis­mo alguno el com­ple­jo dra­ma de Rogers está muy bien cohe­sio­na­do y aun­que no se esté segu­ro si los acon­te­ci­mien­tos han trans­cu­rri­do tal como están expues­tos, lo cier­to es que adquie­ren un asom­bro­so rea­lis­mo. En tal sen­ti­do la direc­to­ra Ëdith Pate­nau­de con remar­ca­ble pre­ci­sión impri­me admi­ra­ble flui­dez al con­te­ni­do de la obra de tal mane­ra que a pesar de su rela­ti­va exten­sión, la mis­ma con­cen­tra per­ma­nen­te aten­ción con su mez­cla de intri­ga, humor y emoción.

El exce­len­te elen­co de 12 acto­res, algu­nos de los mis­mos en dife­ren­tes roles, cons­ti­tu­ye otro ele­men­to impor­tan­te de esta pro­duc­ción. Sería injus­to des­ta­car a alguien o algu­nos en par­ti­cu­lar, por­que cada uno de ellos carac­te­ri­za mag­ní­fi­ca­men­te a su res­pec­ti­vo per­so­na­je per­mi­tien­do que el espec­ta­dor per­ma­nez­ca total­men­te invo­lu­cra­do en los entre­te­lo­nes de las nego­cia­cio­nes polí­ti­cas acon­te­ci­das de este inten­so thriller.

En los fac­to­res téc­ni­cos de pro­duc­ción, la sen­ci­lla esce­no­gra­fía de Odi­le Gama­che con acce­so­rios que se ase­me­jan a escri­to­rios de ofi­ci­na más una mesa cen­tral rodea­da de sillas, brin­da el cli­ma de ambien­ta­ción reque­ri­do por la tra­ma; adi­cio­nal­men­te, la ban­da sono­ra pro­por­cio­na­da por el con­tra­ba­jis­ta Mathieu Désy y el per­cu­sio­nis­ta Kevin Warren se aco­pla armo­nio­sa­men­te a los momen­tos de tensión.

Para con­cluir es nece­sa­rio apun­tar que la coda de esta admi­ra­ble pie­za deja un sen­ti­mien­to de tris­te­za al com­pro­bar que el memo­ra­ble acuer­do de paz haya que­da­do incum­pli­do por los acon­te­ci­mien­tos vio­len­tos acae­ci­dos entre las par­tes en pug­na des­de 1993 has­ta la fecha.

El Eterno Optimista

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

CAN­DI­DE OU L’OP­TI­MIS­METex­to: Pie­rre Yves Lemieux basa­do en la nove­la de Vol­tai­re. Direc­ción: Ali­ce Ron­fard. Elen­co: Valé­rie Blais, Patri­ce Coque­reau, Laris­sa Corri­veau, Benoît Drouin-Ger­main, Emma­nuel Sch­wartz. Esce­no­gra­fía: Daniè­le Léves­que. Ves­tua­rio: Marie Chan­ta­le Vai­llan­court. Ilu­mi­na­ción: Cédric Delor­me-Bou­chard. Músi­ca Ori­gi­nal: Tomas Furey. Video: Éric Gag­non. Dura­ción: 1 hora y 45 minu­tos sin entre­ac­to. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 6 de octu­bre de 2018 en el Théâ­tre du Nou­veau Monde 

La nue­va tem­po­ra­da del TNM comien­za aus­pi­cio­sa­men­te con la inte­li­gen­te adap­ta­ción que Pie­rre Yves Lemieux ha rea­li­za­do del cuen­to más famo­so de Vol­tai­re publi­ca­do en 1759. Si bien Can­di­de ou l’op­ti­mis­me refle­ja el opti­mis­mo a ultran­za de su per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co, Lemieux ha modi­fi­ca­do par­cial­men­te el tex­to ori­gi­nal a tra­vés de su visión per­so­nal aun­que man­te­nien­do el espí­ri­tu del mis­mo. Antes de refe­rir­me a la ver­sión apre­cia­da en el TNM es nece­sa­rio con­si­de­rar las cir­cuns­tan­cias que rodea­ron al gran filó­so­fo para ges­tar su novela.

(Emma­nuel Sch­wartz. Foto de Yves Renaud)

Vol­tai­re ‑cuyo ver­da­de­ro nom­bre fue Fra­nçois-Marie Arouet- ha sido un bri­llan­te pen­sa­dor y ensa­yis­ta quien a tra­vés de sus nume­ro­sos tra­ba­jos publi­ca­dos defen­dió a raja­ta­blas la tole­ran­cia y la liber­tad reli­gio­sa acu­san­do al cris­tia­nis­mo de ser la cau­sa del fana­tis­mo ideo­ló­gi­co. Pre­ci­sa­men­te sus iró­ni­cas crí­ti­cas a clé­ri­gos, nobles, reyes y mili­ta­res fue­ron el sus­ten­to que nutrió a su cuento.

Basa­do en lo que ante­ce­de, Lemieux inge­nio­sa­men­te dra­ma­ti­za la con­cep­ción de la obra ori­gi­nal per­mi­tien­do que el remar­ca­ble ilu­mi­nis­ta se con­vier­ta en un per­so­na­je adi­cio­nal de la mis­ma. Den­tro de lo que pue­de con­si­de­rar­se como tea­tro den­tro del tea­tro, el comien­zo de la pre­sen­te ver­sión encuen­tra a Vol­tai­re exi­lia­do en Fer­ney en un cas­ti­llo en rui­nas don­de rodea­do de algu­nos acto­res no pro­fe­sio­na­les deci­de adap­tar su nove­la en una pie­za tea­tral. Para ello pro­ce­de a los ensa­yos de la obra que lle­ga­rá a con­ce­bir reu­nien­do a acto­res no pro­fe­sio­na­les, entre los que se encuen­tra su valet a quien le adju­di­ca el papel de Cán­di­do. Obran­do como mario­ne­tis­ta, Vol­tai­re va diri­gien­do los pasos de este joven can­do­ro­so y opti­mis­ta quien des­pués de haber sido expul­sa­do del cas­ti­llo don­de habi­ta­ba por haber­se ena­mo­ra­do de Cuné­gon­de, la hija del barón, empren­de un via­je ini­ciá­ti­co; a tra­vés del mis­mo visi­ta­rá Lis­boa, Bue­nos Aires, el Ama­zo­nas, Tur­quía, Vene­cia y París don­de la reali­dad por el con­tem­pla­da deja bas­tan­te que desear. Con todo, las situa­cio­nes adver­sas que atra­vie­sa no le impi­den eli­mi­nar su natu­ral opti­mis­mo insu­fla­do por el filó­so­fo Pan­gloss quien apli­ca el refrán “no hay mal que por bien no venga”.

El elen­co com­ple­to (Foto de Yves Renaud)

En una pues­ta escé­ni­ca irre­pro­cha­ble de Ali­ce Ron­fard, ella man­tie­ne una con­tun­den­te com­pli­ci­dad con Lemieux per­mi­tien­do que a tra­vés de su tex­to el espec­ta­dor pue­da sumer­gir­se en los deta­lles invo­lu­cra­dos en el pro­ce­so crea­ti­vo de una obra. Así, a tra­vés de su desa­rro­llo la direc­to­ra man­tie­ne un deli­ca­do equi­li­brio entre las car­ca­ja­das y risas que pro­du­cen muchas de las esce­nas bur­les­cas con el pate­tis­mo y dra­ma­tis­mo que en últi­ma ins­tan­cia emer­gen del con­te­ni­do de la pie­za que se está ges­tan­do en los ensayos..

Ade­más de los méri­tos de Lemieux y Ron­fard, es nece­sa­rio des­ta­car el bri­llan­te elen­co que enal­te­ce a esta crea­ción. Den­tro del quin­te­to de ases que la ani­man, la direc­to­ra ha sabi­do apro­ve­char el talen­to de sus intér­pre­tes comen­zan­do con el remar­ca­ble come­dian­te. Emma­nuel Sch­wartz quien se intro­du­ce pro­fun­da­men­te en la piel de Vol­tai­re vol­can­do el sar­cas­mo, iro­nía, impe­tuo­si­dad y el lado humano que ema­nan de su per­so­na. Por su par­te, Benoît Drouin-Ger­main se con­vier­te en un mag­ní­fi­co Cán­di­do trans­mi­tien­do el pro­ce­so de madu­rez que va expe­ri­men­tan­do su per­so­na­je sin dejar de lado su sim­pli­ci­dad y pure­za. No menos impor­tan­te es la con­tri­bu­ción rea­li­za­da por Valé­rie Blais, Laris­sa Corri­veau y Patri­ce Coque­reau quie­nes carac­te­ri­zan­do a una gama de pin­to­res­cos per­so­na­jes en los varia­dos roles asig­na­dos enri­que­cen el con­te­ni­do del espectáculo.

La adap­ta­ción de esta pie­za que ha sido moder­ni­za­da per­mi­te refle­xio­nar acer­ca del mun­do vivi­do por Vol­tai­re con sus catás­tro­fes, gue­rras, into­le­ran­cia y mise­rias huma­nas que no guar­dan dife­ren­cia en la épo­ca actual. Fren­te a esta ineluc­ta­ble reali­dad, sur­ge la pre­gun­ta de si es posi­ble emu­lar a Cán­di­do pen­san­do que al adop­tar un espí­ri­tu opti­mis­ta que­da abier­ta la puer­ta para avi­zo­rar un futu­ro mejor.

En suma, el espec­ta­dor asis­te a una muy bue­na vela­da tea­tral don­de el men­sa­je de Vol­tai­re bajo la ópti­ca de Lemieux tie­ne hoy día más vigen­cia que nunca.

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Eva­lua­ción de los Fil­mes del TIFF (Pri­me­ra Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

He aquí un comen­ta­rio crí­ti­co de ocho de los fil­mes pre­sen­ta­dos en la pre­sen­te edi­ción del TIFF que cul­mi­na el pró­xi­mo domingo.

Fes­te­jan­do el cen­te­na­rio de su naci­mien­to la direc­to­ra Mar­ga­rethe Von Trot­ta ofre­ce en el docu­men­tal SEAR­CHING FOR ING­MAR BERG­MAN (Ale­ma­nia-Fran­cia) un bello tri­bu­to a quien ha sido uno de los más gran­des rea­li­za­do­res del cine mundial.

SEAR­CHING FOR ING­MAR BERGMAN

Ade­más de pasar revis­ta a aspec­tos vin­cu­la­dos con su infan­cia, los luga­res en que vivió, su esti­lo de tra­ba­jo inago­ta­ble tan­to en el cine como tam­bién en el Royal Dra­ma­tic Thea­tre de Esto­col­mo, el film men­cio­na los pro­ble­mas de carác­ter impo­si­ti­vo que Berg­man tuvo que afron­tar en su país lo que lo moti­vó a mudar­se tem­po­ral­men­te a Esta­dos Uni­dos y Alemania.

Von Trot­ta explo­ra el lega­do del excep­cio­nal cineas­ta a tra­vés de las entre­vis­tas efec­tua­das a fami­lia­res, cola­bo­ra­do­res y artis­tas que han teni­do oca­sión de vin­cu­lar­se con él. Entre los mis­mos se encuen­tran su musa y ex espo­sa Liv Ull­mann, sus hijos Daniel e Ing­mar Berg­man Jr, los direc­to­res Oli­vier Assa­yas, Ruben Ostlund, Car­los Sau­ra, Mia Han­sen-Love, el renom­bra­do crí­ti­co Stig Björk­man y el gran escri­tor y nove­lis­ta Jean-Clau­de Carriè­re, entre otros.

El docu­men­tal hace refe­ren­cia a su extra­or­di­na­ria fil­mo­gra­fía con clips de algu­nas de sus pelí­cu­las ade­más de pro­por­cio­nar con­si­de­ra­ble mate­rial de archi­vo don­de entre los mis­mos se des­ta­ca la pre­sen­cia de Berg­man en una con­fe­ren­cia de pren­sa man­te­ni­da en Los Ánge­les en 1976.

Una nota nos­tál­gi­ca la ofre­ce Von Trot­ta al visi­tar la pla­ya don­de Berg­man fil­mó la anto­ló­gi­ca esce­na de la par­ti­da de aje­drez de la pelí­cu­la El Sép­ti­mo Sello (1957), con­si­de­ra­da su pri­me­ra obra maestra.

La direc­to­ra brin­da un muy buen docu­men­tal expo­nien­do a una indis­cu­ti­ble per­so­na­li­dad que a tra­vés de su obra crea­ti­va ha sabi­do pro­fun­di­zar, como pocos lo han logra­do, en el alma, la con­cien­cia y los sen­ti­mien­tos del ser humano. De allí que este docu­men­tal resul­te impres­cin­di­ble para la nue­va gene­ra­ción de direc­to­res como así tam­bién para los ciné­fi­los admi­ra­do­res del genial cineas­ta des­apa­re­ci­do en julio de 2007.

Den­tro de lo poco que se cono­ce del cine de Kenia, la joven rea­li­za­do­ra Wanu­ri Kahiu ofre­ce en RAFI­KI (Kenia-Sudá­fri­ca-Fran­cia-Holan­da-Ale­ma­nia-Norue­ga) un dra­ma intere­san­te abor­dan­do el les­bia­nis­mo, un tema que para el con­ti­nen­te afri­cano es bas­tan­te audaz. En gene­ral, la homo­se­xua­li­dad está seve­ra­men­te pena­da en Kenia y por lo tan­to su tra­ta­mien­to en cine se hace aún más riesgoso.

RAFI­KI

La acción trans­cu­rre en un barrio pobre de Nai­ro­bi don­de viven Kena (Samantha Mugatsia) y Ziki (Shei­la Mun­yi­va), dos jóve­nes ado­les­cen­tes; cuan­do ellas lle­gan a cono­cer­se, la pri­me­ra mira­da entre­cru­za­da pro­du­ce de inme­dia­to un chis­pa­zo de atrac­ción. Así, la rela­ción amis­to­sa ini­cial desem­bo­ca en un víncu­lo más inten­so don­de les resul­ta impo­si­ble evi­tar el encuen­tro sexual. Todo ello debe ser rea­li­za­do clan­des­ti­na­men­te, en la medi­da que los pre­jui­cios socia­les actúan como una barre­ra repre­so­ra del amor que las une.

Aun­que el tema no es nove­do­so para la cine­ma­to­gra­fía ame­ri­ca­na y/o euro­pea sí lo es para la de Áfri­ca; en tal sen­ti­do, la direc­to­ra ape­lan­do a una narra­ti­va clá­si­ca cap­ta muy bien las ilu­sio­nes y sue­ños de dos mucha­chas que aspi­ran a un por­ve­nir más espe­ran­za­dor que el que les ofre­ce el medio en que se des­en­vuel­ven. Ade­más del roman­ce ilí­ci­to el rela­to abor­da las dife­ren­cias polí­ti­cas sus­ten­ta­das por los padres de las jóve­nes, aspec­to que no agre­ga mucho al tópi­co cen­tral del film.

Más allá del exo­tis­mo natu­ral que des­ti­la esta pelí­cu­la, la mis­ma se dis­tin­gue por su hones­ti­dad y espe­cial­men­te por la empa­tía que logran sus pro­ta­go­nis­tas feme­ni­nas trans­mi­tien­do con con­vic­ción los sin­sa­bo­res del amor prohi­bi­do de sus per­so­na­jes que por la dura reali­dad que deben enfren­tar no con­clu­ye satisfactoriamente.

El renom­bra­do rea­li­za­dor ira­ní Asghar Farha­di ofre­ce en TODOS LO SABEN (Espa­ña-Fran­cia-Ita­lia) un sóli­do dra­ma fami­liar que con­fir­ma una vez más su habi­li­dad para con­ce­bir his­to­rias intri­gan­tes muy bien urdidas.

Como en la mayo­ría de sus fil­mes el comien­zo de la tra­ma resul­ta apa­ci­ble para lue­go sor­pren­der al espec­ta­dor con giros ines­pe­ra­dos pero que siem­pre resul­tan con­vin­cen­tes. Lau­ra (Pené­lo­pe Cruz), una mujer espa­ño­la que vive en Argen­ti­na, des­pués de 20 años de ausen­cia retor­na a Espa­ña, su tie­rra natal, acom­pa­ña­da de Ire­ne (Car­la Cam­pra), su hija de 16 años, y de Die­go, su hijo menor, en tan­to que Ale­jan­dro (Ricar­do Darin), su mari­do por­te­ño, per­ma­ne­ce en Bue­nos Aires. El moti­vo del via­je es asis­tir a la boda de Ana (Inma Cues­ta), una de sus her­ma­nas, en un pue­blo ubi­ca­do en las afue­ras de Madrid. El reen­cuen­tro con sus fami­lia­res resul­ta agra­da­ble y eso con­tri­bu­ye para que Lau­ra se sien­ta feliz. Para esta cele­bra­ción tam­bién se encuen­tra, entre otros, el viña­te­ro Paco (Javier Bar­dem), con quien Lau­ra man­tu­vo una inten­sa amis­tad antes de dejar Espa­ña y que aho­ra él está casa­do con Bea (Bár­ba­ra Len­nie). La fies­ta trans­cu­rre en un cli­ma de ale­gría has­ta que al pro­me­diar la mis­ma la ado­les­cen­te Ire­ne mis­te­rio­sa­men­te des­apa­re­ce; poco des­pués se lle­ga a saber que ha sido secues­tra­da, crean­do la lógi­ca deses­pe­ra­ción de su madre y la inquie­tud de los invitados.

De allí en más, el rela­to cobra un inusi­ta­do sus­pen­so don­de cada uno de los asis­ten­tes a la boda podría haber esta­do invo­lu­cra­do en el gra­ve deli­to: esa sos­pe­cha se evi­den­cia aún más cuan­do un ofi­cial de poli­cía reti­ra­do (José Angel Egi­do) apa­re­ce en el esce­na­rio efec­tuan­do pre­gun­tas incómodas.

Farha­di hace que el entra­ma­do saque a relu­cir resen­ti­mien­tos del pasa­do que comien­zan a aflo­rar así como men­ti­ras com­pla­cien­tes que evi­den­cian la inse­gu­ri­dad, frus­tra­ción y temor que envuel­ven a varios de sus per­so­na­jes. Con una narra­ción impe­ca­ble que evi­ta caer en el folle­tín y con­tan­do con un elen­co magis­tral, resul­ta pla­cen­te­ro asis­tir a este inten­so rela­to don­de Farha­di con su nota­ble ver­sa­ti­li­dad ha sabi­do cap­tar muy bien algu­nos ras­gos intere­san­tes de la cul­tu­ra his­pa­na, tan dife­ren­te de la de su país natal.

Una his­to­ria de amor, tra­ge­dia y ven­gan­za es la que el remar­ca­ble direc­tor chino Jia Zhang-Ke ilus­tra en ASH IS PUREST WHI­TE (Chi­na-Fran­cia) sobre la Chi­na contemporánea.

ASH IS PUREST WHITE

La acción comien­za en 2001 en Datong, una ciu­dad chi­na al oes­te de Bei­jing, don­de vive la joven Qiao (mag­ní­fi­ca actua­ción de Zhao Tao) quien está román­ti­ca­men­te envuel­ta con Bin (Fan Llao), un atrac­ti­vo gáns­ter que tra­ba­ja para un corrup­to patrón inmo­bi­lia­rio; cuan­do ines­pe­ra­da­men­te Bin es ata­ca­do en una embos­ca­da por par­te de una ban­da rival de mafio­sos, su ena­mo­ra­da logra sal­var­lo de morir blan­dien­do un arma de fue­go; como con­se­cuen­cia del hecho ella es con­de­na­da a 5 años de pri­sión. Cuan­do en 2006 sale de la cár­cel, des­cu­bre que su entorno ha cam­bia­do por com­ple­to comen­za­do por su novio que ha rehe­cho su vida y se ha ale­ja­do de las acti­vi­da­des cri­mi­na­les para triun­far exi­to­sa­men­te en acti­vi­da­des lega­les; A ese des­en­can­to se le agre­ga el com­pro­bar los cam­bios eco­nó­mi­cos y socia­les de su país al haber­se trans­for­ma­do en una gigan­tes­ca poten­cia capi­ta­lis­ta. Esto influ­ye para que Qiao deba asu­mir una nue­va iden­ti­dad a fin de poder adap­tar­se al nue­vo medio.

Con un enig­má­ti­co e ines­pe­ra­do des­en­la­ce que tie­ne lugar en 2018, el rea­li­za­dor ofre­ce un film entre­te­ni­do no exen­to de nos­tal­gia y que sin ser extra­or­di­na­rio ilus­tra cla­ra­men­te la opo­si­ción de los valo­res tra­di­cio­na­les de la socie­dad Chi­na con aque­llos ideo­ló­gi­ca y eco­nó­mi­ca­men­te moder­nos de la actua­li­dad, don­de Qiao emer­ge como el per­so­na­je más ínte­gro y fiel a sus convicciones.

BOR­DER (Sue­cia-Dina­mar­ca) es una pelí­cu­la que fas­ci­na por su esme­ra­da rea­li­za­ción y por haber logra­do armo­nio­sa­men­te com­ple­men­tar un thri­ller don­de lo real se con­fun­de con lo fan­tás­ti­co. Basa­do en el rela­to cor­to Let the Right One in de John Alvi­de Lindq­vist, el rea­li­za­dor Ali Abba­si pre­sen­ta a Tina (Eva Melan­der), una efi­caz agen­te adua­ne­ra que tie­ne un sen­ti­do del olfa­to tan extra­or­di­na­rio que pue­de com­pa­rar­se con el de los perros sabue­sos que se sue­len uti­li­zar en los aero­puer­tos para detec­tar a los pasa­je­ros por­ta­do­res de dro­gas ocul­tas en sus male­tas. Due­ña de un ros­tro muy espe­cial que se ase­me­ja a un ejem­plar pre­his­tó­ri­co, com­par­te su vida per­so­nal en una caba­ña bos­co­sa con su com­pa­ñe­ro Roland (Jör­gen Thors­son) quien es due­ño de tres perros Dober­man. Todo cam­bia para Tina cuan­do en su tra­ba­jo se topa con Vore (Eero Milo­noff), un via­je­ro que al ser revi­sa­do apa­re­ce como un hom­bre sos­pe­cho­so. De ahí en más, este indi­vi­duo, igual­men­te posee­dor de una defor­mi­dad facial y agra­cia­do con un espe­cial olfa­to, logra­rá que Tina sien­ta hacia él una atrac­ción par­ti­cu­lar desa­rro­llán­do­se al poco tiem­po una com­ple­ja rela­ción. De allí en más la tra­ma asu­me la carac­te­rís­ti­ca de un entre­ve­ra­do cuen­to de hadas dota­do de cier­tas carac­te­rís­ti­cas refle­ja­das en la mito­lo­gía nór­di­ca. Con situa­cio­nes absur­das y fol­cló­ri­ca­men­te surrea­lis­tas que sin ser ridi­cu­li­za­das se encuen­tran bien cohe­sio­na­das, Abba­si ha logra­do un film atra­yen­te real­za­do por las exce­len­tes actua­cio­nes de Melan­der y Milo­noff y la nota­ble foto­gra­fía de Nadim Carl­sen. 

Con­fir­man­do sus dotes de buen rea­li­za­dor, des­pués del suce­so artís­ti­co de El Abra­zo de la Ser­pien­te (2015) Ciro Gue­rra retor­na con PÁJA­ROS DE VERANO (Colom­bia-Méxi­co-Dina­mar­ca-Fran­cia), esta vez con la cola­bo­ra­ción de Cris­ti­na Gallego.

La pelí­cu­la ambien­ta­da en los años 70 se desa­rro­lla en La Gua­ji­ra y cen­tra­li­za su aten­ción en el pue­blo wayú, cons­ti­tui­do por los abo­rí­ge­nes que viven en esa región. Ilus­tran­do el modo de vida y cos­tum­bres de esa pobla­ción autóc­to­na, en las pri­me­ras imá­ge­nes se asis­te a la tran­si­ción hacia el mun­do adul­to de Zai­da (Nata­lia Reyes), cuya madre Úrsu­la (Car­mi­ña Mar­tí­nez), la matriar­ca de la comu­ni­dad, entre­ga la mano de su hija a Rapa­yet (José Acos­ta), un empo­bre­ci­do cor­te­jan­te. Este joven comien­za a per­ci­bir que la ven­ta de marihua­na a los ame­ri­ca­nos a tra­vés del cul­ti­vo que rea­li­za un clan indí­ge­na cer­cano le ren­di­rá bue­nos ingre­sos. A par­tir de allí se mues­tra cómo el bene­fi­cio mone­ta­rio pro­du­ci­do por el trá­fi­co de dro­gas hacia Esta­dos Uni­dos gene­ra un enfren­ta­mien­to vio­len­to entre las dife­ren­tes tri­bus loca­les hacien­do peli­grar sus vidas, tra­di­cio­nes y cul­tu­ra. En esen­cia, Gue­rra y Galle­go han logra­do un fas­ci­nan­te wes­tern autóctono.

En CAS­COS INDO­MA­BLES (Cos­ta Rica-Chi­le) el direc­tor Neto Villa­lo­bos retra­ta a una espe­cí­fi­ca cama­da social de men­sa­je­ros moto­ci­clis­tas que viven en San José, la capi­tal de Cos­ta Rica. Des­pla­zán­do­se por las calles de la ciu­dad, ellos encuen­tran en la acti­vi­dad que desem­pe­ñan la liber­tad desea­da sin tener que estar suje­tos al esti­lo de vida impues­to en una ofi­ci­na tradicional.

CAS­COS INDOMABLES

El rela­to se cen­tra en Man­cha (Artu­ro Par­do), así lla­ma­do por un lla­ma­ti­vo man­chón refle­ja­do en su ros­tro, quien como apa­sio­na­do moto­ci­clis­ta se sien­te satis­fe­cho tan­to como men­sa­je­ro como com­par­tien­do sus horas libres con sus com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo y con su novia Cla­ra (Danie­la Mora). Esa exis­ten­cia des­preo­cu­pa­da se ve alte­ra­da cuan­do el gru­po pier­de su empleo y Cla­ra obtie­ne un tra­ba­jo en una isla cer­ca­na don­de las moto­ci­cle­tas no pue­den cir­cu­lar y quie­re que Man­cha la acompañe.

Incor­po­ran­do algu­nas situa­cio­nes hila­ran­tes, el direc­tor des­ta­ca apro­pia­da­men­te las inter­ac­cio­nes man­te­ni­das entre estos jóve­nes refle­jan­do la amis­tad y soli­da­ri­dad que les une y que a pesar de su inma­du­rez saben inge­niar­se para supe­rar los obs­tácu­los que se les inter­po­nen en el camino.

Sin mayor pre­ten­cio­si­dad, la come­dia de Villa­lo­bos atrae por estar bien rela­ta­da, la sim­pa­tía de sus jóve­nes acto­res (ade­más de Par­do y Mora, Har­vel Mones­tel, Charly Mora, Gabriel Rojas, William Qui­ros y Jan­ko Nava­rro) y por estar agra­cia­da con una ban­da sono­ra que ins­pi­ra­da en el Glam Rock anglo­sa­jón de los años 70 acom­pa­sa muy bien el espí­ri­tu de liber­tad y aven­tu­ra de sus personajes.

Denys Arcand, uno de los rea­li­za­do­res más impor­tan­tes del cine cana­dien­se, des­pués de algu­nos tras­piés expe­ri­men­ta­dos en los últi­mos años retor­na en bue­na for­ma con LA CHU­TE DE L’EM­PI­RE AMÉ­RI­CAIN / THE FALL OF THE AME­RI­CAN EMPI­RE (Cana­dá). Inge­nio­sa­men­te ha con­ce­bi­do una suer­te de cuen­to moral para demos­trar cómo el poder ava­sa­lla­dor del dine­ro va con­for­man­do los valo­res de una socie­dad moder­na indi­vi­dua­lis­ta dejan­do a un cos­ta­do los atri­bu­tos que emer­gían de la inter­ac­ción social colec­ti­va de antaño.

El prin­ci­pal per­so­na­je de la his­to­ria trans­cu­rri­da en Mon­treal es Pie­rre-Paul (Ale­xan­dre Landry), un hones­to inte­lec­tual doc­to­ra­do en filo­so­fía así como un hom­bre de buen cora­zón que se sen­si­bi­li­za por la cau­sa de los des­am­pa­ra­dos y mar­gi­na­dos socia­les. Desem­pe­ñán­do­se como repar­ti­dor de mer­ca­de­ría, un buen día es tes­ti­go de un asal­to a mano arma­da a un nego­cio, el cual con­clu­ye mal con dos indi­vi­duos muer­tos; en su pre­ci­pi­ta­da hui­da, los delin­cuen­tes dejan aban­do­na­das dos bol­sas reple­tas de dine­ro. Es así que Pie­rre-Paul des­pués de reco­ger el pre­cia­do botín enfren­ta el dile­ma sobre si debe entre­gar­lo a la poli­cía o bien apro­piar­se del mis­mo para gozar de un esti­lo de vida supe­rior que el dine­ro es capaz de ofrecer.

Sin brin­dar más infor­ma­ción se pue­de anti­ci­par que el desa­rro­llo del rela­to hará que Pie­rre-Paul se encuen­tre expues­to a un hábil esta­fa­dor (Rémi Girard), un abo­ga­do exper­to en el blan­queo de dine­ro y depó­si­tos en los paraí­sos fis­ca­les (Pie­rre Cur­zi), una cor­te­sa­na (Mari­pier Morin) y otros per­so­na­jes de dudo­sa moral.

La his­to­ria está muy bien cons­trui­da y narra­da con gran flui­dez; cuen­ta ade­más con un muy buen elen­co cuyos intér­pre­tes brin­dan abso­lu­ta natu­ra­li­dad a sus per­so­na­jes per­mi­tien­do que el espec­ta­dor se con­sus­tan­cie con los mis­mos. A pesar de su tras­fon­do nega­ti­vo don­de pare­cie­ra que la éti­ca y la moral han deja­do de exis­tir en la socie­dad en que vivi­mos, Arcand deja abier­ta la puer­ta para un des­en­la­ce más opti­mis­ta a la vez que emotivo.