Una Soprano Atrapada

BEL CAN­TO. Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film de Paul Weitz

Un dra­má­ti­co epi­so­dio acae­ci­do en Perú en 1996 sir­vió de ins­pi­ra­ción a la escri­to­ra Ann Pat­chett para su libro Bel Can­to publi­ca­do en 2002 y que en su adap­ta­ción cine­ma­to­grá­fi­ca ori­gi­na un film no exen­to de tensión.

Ken Wata­na­be y Julian­ne Moore

El direc­tor Paul Weitz intro­du­ce al indus­trial japo­nés Katsu­mi Hoso­ka­wa (Ken Wata­na­be), quien pre­sio­na­do por su gobierno via­ja a un país no espe­ci­fi­ca­do de Suda­mé­ri­ca para con­si­de­rar el finan­cia­mien­to de una fábri­ca que allí habría de ins­ta­lar­se. Al acep­tar la invi­ta­ción para el aga­sa­jo que las auto­ri­da­des loca­les habrán de ofre­cer­le en la resi­den­cia del vice­pre­si­den­te (Elliud Kauf­man), Katsu­mi quien es un apa­sio­na­do de la ópe­ra, soli­ci­ta que se con­tra­te a Roxa­ne Coss (Julian­ne Moo­re), una talen­to­sa soprano a quien él mucho admi­ra. Cuan­do la fies­ta está pro­gre­san­do en tan­to que la can­tan­te ento­na el pri­mer aria la man­sión es inva­di­da por una ban­da de rebel­des arma­dos quien lide­ra­da por Ben­ja­min (Tenoch Huer­ta) toma como rehe­nes a todos los invi­ta­dos y requie­re la pre­sen­cia del pre­si­den­te (Phil Nee) para exi­gir­le la libe­ra­ción de pre­sos polí­ti­cos sojuz­ga­dos por su gobierno; como el man­da­ta­rio no se encuen­tra allí, el coman­do deci­de rete­ner a los secues­tra­dos has­ta no ver satis­fe­cha su deman­da. Es allí que comien­zan las nego­cia­cio­nes entre las fuer­zas mili­ta­res que rodean el edi­fi­cio y los secues­tra­do­res a tra­vés de un emi­sa­rio (Sebas­tian Koch) de la Cruz Roja. Así se logra que en prin­ci­pio los inva­so­res libe­ren a las muje­res con excep­ción de la soprano para que ella des­de los bal­co­nes de la resi­den­cia logre con su voz agra­dar al públi­co reu­ni­do en el exte­rior y a su vez con­cen­trar la aten­ción sobre lo que está sucediendo.

A medi­da que el tiem­po trans­cu­rre y a pesar de que la situa­ción se man­tie­ne inva­ria­ble, la ten­sión ini­cial entre el gru­po y los secues­tra­dos va cedien­do. Así por ejem­plo, en la medi­da que entre los varia­dos per­so­na­jes no exis­te un idio­ma común, el pro­ble­ma es sos­la­ya­do por Gen (Ryo Kase), el tra­duc­tor japo­nés que acom­pa­ñó a Katsu­mi en su misión, quien ade­más del japo­nés domi­na el inglés y el cas­te­llano; eso per­mi­te entre otros aspec­tos que exis­ta una bue­na comu­ni­ca­ción entre Katsu­mi y la can­tan­te, como así tam­bién entre ella y los cap­to­res que solo hablan el idio­ma de Cer­van­tes. Lo que resul­ta son­rien­te es ver cómo Gen comien­za a ense­ñar el cas­te­llano a Roxa­ne y el inglés a Car­men (la muy bue­na actriz gua­te­mal­te­ca María Mer­ce­des Coroy), una de las sol­da­dos de la guerrilla.

El rela­to comien­za a per­der efi­ca­cia cuan­do el guión del rea­li­za­dor y Anthony Wein­tra­ub pro­du­ce situa­cio­nes cier­ta­men­te inve­ro­sí­mi­les; así resul­ta difí­cil de con­ce­bir el víncu­lo román­ti­co que se pro­du­ce entre el indus­trial y la can­tan­te por una par­te y el del tra­duc­tor y Car­men por la otra. A ello se agre­ga el caso humo­rís­ti­co aun­que fan­ta­sio­so cuan­do Roxa­ne comien­za a dar­le cla­ses de can­to a un frus­tra­do insur­gen­te aspi­ran­te a tenor.

No obs­tan­te lo ante­di­cho, el film se hace lle­va­de­ro en la medi­da que está bien actua­do, las arias de la pri­ma don­na (con la sen­si­ble voz de la soprano Renée Fle­ming) ame­ni­zan el encie­rro for­za­do y las pin­ce­la­das de humor intro­du­ci­das con­tri­bu­yen a ate­nuar el cli­ma opre­si­vo aun­que eso no impi­de arri­bar a un vio­len­to des­en­la­ce. En suma, dejan­do algu­nas incon­sis­ten­cias de lado, este melo­dra­ma resul­ta acep­ta­ble. Jor­ge Gutman