Clint East­wood, Actor y Realizador

THE MULE.  Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film de Clint Eastwood

Des­pués de casi una déca­da de ausen­cia en que asu­mió el doble carác­ter de direc­tor y actor en Gran Torino, el vete­rano rea­li­za­dor Clint East­wood vuel­ve a diri­gir­se a sí mis­mo en The Mule. Con sus 88 años este gran cineas­ta demues­tra una vez más que es un exce­len­te narra­dor de esti­lo clá­si­co de rela­tos que ape­lan al sen­ti­mien­to de mane­ra sutil sin des­bor­dar en bara­ta sensiblería.

Al haber retor­na­do a la actua­ción East­wood tuvo muy en cuen­ta que el per­so­na­je a carac­te­ri­zar debía res­pon­der al de una per­so­na de edad simi­lar; para ello, se ins­pi­ró en un caso real acon­te­ci­do al octo­ge­na­rio ame­ri­cano Leo­nard Sharp cuya his­to­ria fue difun­di­da en varios artícu­los del New York Times.

Clint East­wood

El rea­li­za­dor se valió del guión de Nick Schenk para dar vida a Sharp pero en este caso se tra­ta de un per­so­na­je de fic­ción lla­ma­do Earl Sto­ne. Este anciano que ha sido vete­rano de la gue­rra de Corea dedi­ca sus esfuer­zos a la hor­ti­cul­tu­ra. Como en algu­nos casos sue­le suce­der, la pasión por su tra­ba­jo ha moti­va­do que su fami­lia que­da­se rele­ga­da a segun­do plano y por lo tan­to ale­ja­do de su exmu­jer (Dian­ne Wiest) como así tam­bién de su hija (Ali­son East­wood, pri­mo­gé­ni­ta de Clint).

Con el paso del tiem­po su nego­cio decae y en con­se­cuen­cia, para mejo­rar su con­di­ción finan­cie­ra acep­ta una pro­po­si­ción de tra­ba­jo del pode­ro­so car­tel meji­cano de Sina­loa, su tarea con­sis­te en trans­por­tar en un camión tone­la­das de cocaí­na des­de El Paso, en Texas, has­ta Chica­go, en Illi­nois. Curio­sa­men­te ese trá­fi­co lo rea­li­za a tra­vés de varios años sin que el agen­te de la DEA (Brad­ley Cooper) ni su ayu­dan­te (Michael Peña) sos­pe­chen del trans­por­ta­dor quien guar­da la apa­rien­cia de un ino­cen­te con­duc­tor tran­si­tan­do apa­ci­ble­men­te por las carre­te­ras ame­ri­ca­nas. Des­pués de varios años, el tra­ba­jo de Sto­ne con­clu­ye cuan­do lle­ga a ser des­cu­bier­to y aprehen­di­do por las autoridades.

Plan­tea­do el tema cen­tral, East­wood nutre a su rela­to con sim­pá­ti­cas pin­ce­la­das que su pro­ta­go­nis­ta va vivien­do en cada uno de sus via­jes, ya sea visi­tan­do a vie­jos cono­ci­dos en los tre­chos inter­me­dios o bien a tra­vés de algu­nas situa­cio­nes espe­cia­les que atra­vie­sa: así por ejem­plo, cuan­do en la ruta asis­te a una pare­ja afro­ame­ri­ca­na para cam­biar­le los neu­má­ti­cos de su vehícu­lo, invo­lun­ta­ria­men­te deve­la su sen­ti­mien­to racis­ta al pro­nun­ciar la pala­bra “negro”.

East­wood no juz­ga la moral de su per­so­na­je sino que sim­ple­men­te lo expo­ne y al hacer­lo, más allá de pre­sen­tar­lo como un soli­ta­rio, adus­to cas­ca­rra­bias y xenó­fo­bo indi­vi­duo dedi­ca­do al trá­fi­co de dro­gas, tra­ta de resal­tar su encu­bier­to huma­nis­mo. Así, a la pos­tre, sin arre­pen­ti­mien­to de lo actua­do en el pasa­do, Sto­ne tra­ta de redi­mir­se acer­cán­do­se está vez a su fami­lia como así tam­bién ayu­dar a su nie­ta adul­ta recu­rrien­do a sus exce­len­tes ingre­sos obte­ni­dos en su tra­ba­jo de mula.

Aun­que el film que se comen­ta no adquie­ra espe­cial rele­van­cia, de todos modos lle­va la impron­ta de su rea­li­za­dor por su flui­da narra­ción y muy bue­na actua­ción del elen­co, don­de deci­di­da­men­te sobre­sa­le la suya; su mag­ní­fi­ca carac­te­ri­za­ción del per­so­na­je cen­tral per­mi­te una total empa­tía del públi­co. Es de desear que el amor que East­wood sien­te por el cine, le per­mi­ta seguir ofre­cien­do tra­ba­jos hones­tos, sin­ce­ros y huma­nos, como lo ha veni­do efec­tuan­do a lo lar­go de su valio­sa fil­mo­gra­fía. Jor­ge Gutman