Un Con­vic­to y su Mustang

THE MUS­TANG. Fran­cia-Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film de Lau­re de Clermont-Tonerre.

Un dra­ma acer­ca de la rela­ción enta­bla­da entre un con­vic­to y un caba­llo es lo que la direc­to­ra Lau­re de Cler­mont-Tone­rre ilus­tra en The Mus­tang.

Para mejor apre­ciar el medio en que la tra­ma se desa­rro­lla es nece­sa­rio pres­tar aten­ción a los cré­di­tos ini­cia­les don­de se expli­ca que debi­do a la pro­li­fe­ra­ción de caba­llos sal­va­jes, igual­men­te cono­ci­dos como caba­llos Mus­tang, que cabal­gan libre­men­te en las lla­nu­ras de Esta­dos Uni­dos atra­ve­san­do terre­nos que per­te­ne­cen al sec­tor públi­co, estos ani­ma­les son trans­por­ta­dos a recin­tos espe­cia­les con el fin de ser doma­dos para pos­te­rior­men­te ser ven­di­dos en subas­ta a particulares.

Matthias Schoe­naerts

Den­tro de ese con­tex­to se des­en­vuel­ve la acción de este film don­de en un cen­tro correc­cio­nal ubi­ca­do en el desier­to de Neva­da y pró­xi­mo al lugar don­de los equi­nos están alo­ja­dos, Roman Cole­man (Matthias Schoe­naerts) se encuen­tra pre­so por espa­cio de 12 años en un con­fi­na­mien­to aislado.

Apá­ti­co, prác­ti­ca­men­te intro­ver­ti­do y de muy pocas pala­bras pare­ce ser que la pena que el con­vic­to está pur­gan­do se debe a un gra­ve cri­men come­ti­do. La psi­có­lo­ga del esta­ble­ci­mien­to (Con­nie Brit­ton), tra­tan­do de ayu­dar­lo para rein­ser­tar­lo a una pri­sión de máxi­ma segu­ri­dad don­de se encuen­tran los res­tan­tes pre­si­dia­rios, le ofre­ce un tra­ba­jo con­sis­ten­te en lim­piar el estiér­col de los equi­nos. Al poco tiem­po y vien­do que el reo guar­da una cier­ta afi­ni­dad con un Mus­tang apo­da­do Mar­quis, es enton­ces asig­na­do para domar­lo; en ese pro­gra­ma de reha­bi­li­ta­ción él debe seguir las órde­nes del hura­ño jefe de entre­na­mien­to (Bru­ce Dern) quien a su vez encar­ga a Henry (Jason Mit­chell), otro reo con expe­rien­cia en el ofi­cio, para que le ayu­de en esa tarea.

El rela­to intro­du­ce ade­más las visi­tas que rea­li­za Martha,(Gideon Adlon), la hija de Roman en esta­do de emba­ra­zo, quien hacía tiem­po que no la veía y a tra­vés de las mis­mas irá emer­gien­do con más cla­ri­dad en qué con­sis­tió el cri­men come­ti­do que lo con­du­jo a la pri­sión; esas esce­nas están muy bien logra­das en don­de gra­dual­men­te se va pro­du­cien­do un acer­ca­mien­to paterno-filial.

Lo más tras­cen­den­te de esta his­to­ria escri­ta por la rea­li­za­do­ra jun­to con Mona Fast­vold y Brock Nor­man Brock es la comu­ni­ca­ción que gra­dual­men­te Roman man­tie­ne con el sal­va­je ani­mal a medi­da que lo va doman­do; en ese víncu­lo sin diá­lo­go el hom­bre y la bes­tia tie­nen en común la pri­va­ción de liber­tad. En tal sen­ti­do, Cler­mont-Tone­rre expre­sa muy bien el lazo emo­cio­nal exis­ten­te entre un ser humano que en su cau­ti­ve­rio logra rea­li­zar­se inter­na­men­te en la tarea que rea­li­za y un caba­llo que con­si­de­ra a su doma­dor como alguien capaz de pro­fe­sar­le afec­to y cari­ño del que has­ta ese enton­ces carecía.

Resal­tan­do la impor­tan­cia de este dra­ma car­ce­la­rio, Schoe­naerts des­plie­ga excep­cio­nal maes­tría carac­te­ri­zan­do a un indi­vi­duo tor­tu­ra­do inte­rior­men­te, cuya frus­tra­ción es cana­li­za­da median­te explo­sio­nes vio­len­tas y que a tra­vés de su rela­ción con su hija y el ani­mal apren­de­rá a dominarse.

A pesar de que la his­to­ria expues­ta pue­de resul­tar un tan­to fami­liar, la sobria narra­ción des­pro­vis­ta de sen­ti­men­ta­lis­mo está nutri­da de natu­ral emo­ción. Con un impre­vi­si­ble pero con­vin­cen­te des­en­la­ce, Cler­mont-Tone­rre evi­ta com­pla­cen­cia algu­na en su logra­do pri­mer lar­go­me­tra­je. Jor­ge Gutman