JUDY. Gran Bretaña, 2019. Un film de Rupert Goold
A medio siglo de su desaparición, el director Rupert Goold enfoca los últimos meses de la actriz y cancionista Judy Garland. La adaptación cinematográfica de Tom Edge está basada en la pieza teatral End of The Rainbow de Peter Quilter que en su traslado cinematográfico no alcanza a ofrecer lo que su tráiler promete. A través de una biografía convencional la insuficiente solidez del guión impide que Judy trascienda como cabía de esperar; sin embargo, la excepcional interpretación de Renée Zellweger es lo que permite que el film atraiga a quienes han admirado a la célebre estrella que comenzó a brillar en los años dorados de Hollywood.
La acción comienza en Los Ángeles en la segunda mitad de la década del 60 donde se observa a una Judy de mediana edad en estado frágil, inestable, afrontando dificultades financieras y batallando con su ex marido Sidney Luft (Rufus Swell) por la guarda de sus hijos Lorna (Bella Ramsey) y Joey (Lewin Lloyd); pero su insolvencia, al no estar capacitada para saldar sus deudas, así como la ausencia de estabilidad motivan a que la endeble mujer tenga que aceptar que ellos vivan con su padre aunque sin renunciar a su custodia.
Frente a este cuadro poco optimista, para mejorar su situación económica y revivir sus días de gloria a principios de 1969 Judy acepta la invitación del empresario teatral Bernard Delfont (Michael Gambon), para actuar en el club nocturno londinense “Talk of the Town” por espacio de 5 semanas. Su estadía en Londres no evita disminuir su ansiedad y desequilibrio emocional abusando de los medicamentos de larga data y de la bebida; en consecuencia, su asistente Rosalyn Wilde (Jessie Buckley) llega a exasperarse al no poder evitar su incumplimiento de horario, la ausencia de algunos ensayos y en ciertas ocasiones presentándose en el escenario con evidencias de haber bebido más allá de la cuenta. En ese período ella conoce al joven Mickey Deans (Fin Wittrock) quien llegará a ser su quinto y último esposo, con quien mantendrá efímeros momentos felices.
Adoptando la típica formula de retroceder en el tiempo, se aprecia los fantasmas del pasado que acuden a la mente de Judy; así, en su período adolescente (Darcy Shaw) recuerda haber sido manipulada por Louis Mayer (Richard Cordery), el dueño de los estudios MGM que la había contratado, al haber sido forzada a ingerir pastillas para disminuir el apetito y mantener una adecuada silueta pero que al provocarle insomnios debió recurrir a somníferos. A modo de conjetura esa circunstancia pudo en parte haber incidido en la falta de confianza reflejada en su futura existencia, pero eso es una mera conjetura porque los breves pantallazos impiden profundizar en el tema. Del mismo modo, apenas hay una mínima referencia sobre su hija Liza Minnelli (Gemma Leah Devereux) con quien no mantuvo una buena relación.
La triste vida de Judy está lejos de evidenciarse en esta esquemática biografía donde poco se sabe sobre las razones que condujeron a su infelicidad. A pesar de la falta de inspiración del guión para brindar un retrato más logrado de su protagonista, es Zellweger quien rescata al film con una actuación sublime al transmitir el sentimiento, afecto, pena y frustración de una artista que adorada por su público no logró evitar el proceso de autodestrucción que convirtió su vida en ruinas. Agraciada con un excelente maquillaje, Zellweger adopta los gestos, movimientos y manierismos de Judy en una consagratoria interpretación donde además confirma sus buenas aptitudes vocales; así en una escena memorable al despedirse del público londinense, la artista culmina su transformación del personaje que caracteriza cantando embargada de emoción Over The Rainbow, la popular canción del film The Wizard of Oz (1939) que consagró a Garland.
En esencia, se asiste a un film adecuadamente dirigido y tenido de cierta nostalgia pero de ningún modo memorable, excepto por Zellweger que sin duda será una de las favoritas en la carrera de los Oscars. Jorge Gutman