Crónica de Jorge Gutman
ALICE AND THE WORLD WE LIVE IN. Texto: Alexandra Haber. Dramaturgia: Micheline Chevrier. Dirección: Eda Holmes. Elenco: Jane Wheeler y Daniel Brochu. Escenografía y Vestuario: Amy Keith. Iluminación: Julie Basse. Música: Anna Atkinson y Alexander MacSween. Duración: 1 hora y 20 minutos sin entreacto. Representaciones: hasta el 3 de Noviembre de 2019 en el Centaur Theatre
Comenzando una nueva temporada la compañía del Centaur Theatre presenta en primicia mundial esta interesante obra de la escritora Alexandra Haber con la dramaturgia de Micheline Chevrier. donde se aborda el dolor, la parálisis emocional y la fortaleza humana para superar difíciles situaciones a la que una persona está expuesta frente a los avatares del destino.
El relato gira en torno de Alicia, una mujer que se encuentra en la ladera de una montaña quien además de padecer de acrofobia se encuentra afectada por un grave suceso que la abate; sintiéndose entumecida es incapaz de marchar hacia adelante o retroceder. Prontamente se sabe que su marido Ever acaba de morir como víctima de un ataque terrorista y en consecuencia destrozando las ilusiones que ambos tenían de realizar un viaje a Italia para celebrar un nuevo aniversario matrimonial. De allí en más Haber apela a un recurso parecido al que Lewis Carroll empleó para Alicia en el País de las Maravillas; así como su heroína cae en una madriguera entrando en un mundo de fantásticos absurdos, en este caso esta Alicia se introduce en un universo paralelo viviendo la ilusoria realidad en la que Ever ha sobrevivido.
El imaginario rencuentro permite que Alicia dé rienda suelta a su memoria pasando revista al modo en que ambos se conocieron, las vicisitudes atravesadas en la relación conyugal y sobre todo los comentarios que Ever efectúa haciéndole ver que la memoria lejos de ser estática se caracteriza fundamentalmente por su fluidez. En última instancia el propósito de la pieza es exponer el miedo aterrador que inmoviliza a Alicia frente a la desgracia sufrida donde su mundo adquiere una dimensión diferente; con todo, la autora insinúa que la resiliencia de Alicia podrá conducirla a dar el vital paso hacia adelante porque a pesar de su duelo la vida continúa su curso.
Haber ha sabido equilibrar su alegórico drama con momentos de espontáneo humor que Eda Holmes supo captar con su precisa dirección escénica. Para ello, la directora se valió de la irreprochable actuación lograda por sus dos únicos intérpretes. Jane Wheeler se mimetiza magníficamente en su Alicia transmitiendo con intensidad el trauma y sentimiento que la agobia tratando de emerger de su inercia paralizante y vencer su acrofobia; por su parte Daniel Brochu convincentemente caracteriza al interlocutor fantasmal quien con su simpatía, tolerancia y apoyo contrarresta el nivel de sufrimiento y frustración de quien fuera su amada mujer.
El sobrio decorado expresionista de Amy Keith enfocando la gigantesca montaña que gravita fuertemente en Alicia con su temor a las alturas, así como el acertado diseño de iluminación de Julie Basse creando la atmósfera apropiada para reflejar las variadas emociones vividas por su protagonista contribuyen a realzar los valores de esta pieza.
Para concluir esta nota, el título de la obra al aludir al mundo en que vivimos permite reflexionar acerca de los frecuentes actos de violencia de la época actual generando traumas difíciles de superar como los vividos por Alicia.