Un Humil­de Estadista

EL PEPE, UNA VIDA SUPRE­MA. Argen­ti­na-Uru­guay-Ser­bia, 2018. Un docu­men­tal escri­to y diri­gi­do por Emir Kus­tu­ri­ca. Dis­tri­bui­do por Netflix.

Así como en 2008, el cono­ci­do direc­tor ser­bio Emir Kus­tu­ri­ca enfo­có un docu­men­tal don­de poco menos que idea­li­zó a Die­go Mara­do­na, aho­ra lo hace den­tro de un esti­lo mucho más sobrio efec­tuan­do el retra­to de José Muji­ca ‑cari­ño­sa­men­te apo­da­do “Pepe”- quien como pre­si­den­te de Uru­guay entre 2010 y 2015 supo gran­jear­se el cari­ño del pueblo.

Emir Kus­tu­ri­ca y José Mujica

Aten­dien­do a su con­te­ni­do espe­cí­fi­co no es mucho lo que agre­ga el docu­men­tal en lo que con­cier­ne a su eta­pa de mili­tan­te del Movi­mien­to de Libe­ra­ción Nacio­nal Tupa­ma­ros que muy bien lo des­cri­bió el direc­tor Alva­ro Brech­ner en su film de fic­ción La Noche de 12 años (2018). Con todo, en la fil­ma­ción rea­li­za­da por espa­cio de tres años ‑2013 a 2015- Kus­tu­ri­ca ofre­ce una visión más per­so­nal e ínti­ma de Mujica.

En la pri­me­ra esce­na se ve al rea­li­za­dor fuman­do plá­ci­da­men­te un habano y a su entre­vis­ta­do sabo­rean­do su mate, ya como ex man­da­ta­rio. Ese ini­cio don­de el tan­go “En esta tar­de gris” de Mariano Mores actúa como telón de fon­do, crea el cli­ma nos­tál­gi­co para el colo­quio enta­bla­do entre ambos.

El docu­men­tal pasa revis­ta a su mili­tan­cia en la gue­rri­lla urba­na en los años 60, su lucha con­tra la dic­ta­du­ra impe­ran­te en su país con el gol­pe mili­tar de 1973 y su encar­ce­la­mien­to; en ese encie­rro fue tor­tu­ra­do y con­fi­na­do por espa­cio de 15 años a una sole­dad com­par­ti­da con sus com­pa­ñe­ros de lucha como lo han sido Mau­ri­cio Rosen­cof y Eleute­rio Fer­nán­dez Hui­do­bro. Con todo, él seña­la que el hom­bre apren­de mucho más del dolor y la adver­si­dad que de los triun­fos y de las ale­grías; de allí que esa dura expe­rien­cia le sir­vió para refle­xio­nar y mode­lar su per­so­na para encau­zar­lo a ser­vir a su pueblo.

La pre­sen­cia de Lucía Topo­lansky, su mujer, cons­ti­tu­ye otro de los ele­men­tos cen­tra­les del film. Así que­da en cla­ro que el amor rei­nan­te entre ambos pudo sub­sis­tir y ser for­ta­le­ci­do en la medi­da que ella sus­ten­ta­ba su mis­ma ideo­lo­gía polí­ti­ca, lle­gan­do en 2017 a ser la vice­pre­si­den­ta de Uru­guay has­ta el momen­to actual. Esa devo­ción hacia la vida públi­ca fue la cau­sa por la que pare­ja no tuvie­ra hijos, hecho que Muji­ca lamenta.

Entre otros aspec­tos refle­ja­dos en el docu­men­tal, se inter­ca­lan mate­rial de archi­vo exhi­bien­do los encuen­tros de Muji­ca con per­so­na­li­da­des mun­dia­les tales como Barack Oba­ma y el Papa. Ade­más de com­par­tir gra­tos momen­tos con sus ami­gos Rosen­cof y Fer­nán­dez Hui­do­bro, la cáma­ra sigue al esta­dis­ta mien­tras visi­ta el cen­tro comer­cial de Pun­ta Carras­co que en el pasa­do ha sido la cár­cel don­de pasó buen tiem­po de su vida; es allí don­de la gen­te que tran­si­ta por el lugar le expre­sa su gran afecto.

En otras ins­tan­cias se ve a Muji­ca mane­jan­do el trac­tor de su huer­ta para reco­ger el pas­to, ense­ñan­do a niños a cul­ti­var las flo­res así como via­jan­do en su Volks­wa­gen azul hacia la gran cere­mo­nia que tie­ne lugar en el últi­mo día de su mandato.

El momen­to más emo­ti­vo del docu­men­tal es cuan­do Muji­ca, minu­tos antes de entre­gar la ban­da pre­si­den­cial a su suce­sor Taba­ré Váz­quez, agra­de­ce a la nación el com­pa­ñe­ris­mo demos­tra­do duran­te el ejer­ci­cio de su man­da­to mani­fes­tan­do “no me voy, estoy lle­gan­do y me iré con el últi­mo alien­to y don­de esté esta­ré con­ti­go que­ri­do pueblo”.

En líneas gene­ra­les, éste es un ama­ble docu­men­tal que tras­cen­de­rá para quie­nes sim­pa­ti­zan con la per­so­na­li­dad del humil­de esta­dis­ta que sos­tie­ne que la civi­li­za­ción y la soli­da­ri­dad huma­na es lo que nos pue­de ayu­dar a vivir. Jor­ge Gutman

Que se haga justicia

JUST MERCY. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film de Des­tin Daniel Cretton.

El tema de la injus­ti­cia racial es uno de los más fre­cuen­ta­dos por el cine ame­ri­cano don­de, por ejem­plo, To Kill a Moc­king­bird (1962) basa­do en la emble­má­ti­ca nove­la de Har­per Lee lle­gó a cau­ti­var a la crí­ti­ca y al públi­co. Aho­ra el rea­li­za­dor Des­tin Daniel Cret­ton lo vuel­ve a abor­dar, sur­gien­do la pre­gun­ta de si era nece­sa­rio vol­ver a ello. La res­pues­ta es deci­di­da­men­te afir­ma­ti­va tenien­do en cuen­ta que a pesar de los pro­gre­sos rea­li­za­dos cuan­do algo malo suce­de, per­sis­te la pre­sun­ción de que los blan­cos son ino­cen­tes y los negros son sus cau­san­tes; si a ello se agre­ga que lo que Just Mercy expo­ne está basa­do en un caso real, narra­do mag­ní­fi­ca­men­te con un elen­co impe­ca­ble don­de sus dos acto­res pro­ta­go­nis­tas des­cue­llan en la com­po­si­ción de sus roles, este film tie­ne su razón de ser.

Cret­ton se valió del guión por él pre­pa­ra­do jun­to con Andrew Lanham basa­do en las memo­rias publi­ca­das en el libro de Brian Ste­ven­son don­de se rela­tan las expe­rien­cias que se ilus­tran en el film.

Michael B. Jor­dan y Jamie Foxx

En los años 80 Ste­ven­son (Michael B. Jor­dan) era un estu­dian­te afro­ame­ri­cano de leyes de la Uni­ver­si­dad de Har­vard quien efec­tuan­do una pasan­tía en Geor­gia entró en con­tac­to con un hom­bre negro con­de­na­do a muer­te. En 1992, ya gra­dua­do como abo­ga­do, deci­de tras­la­dar­se a Ala­ba­ma para dedi­car gran par­te de su tarea a ayu­dar a la gen­te pobre como así tam­bién a los con­vic­tos con­de­na­dos erró­nea­men­te a la pena capi­tal: con­se­cuen­te­men­te fun­da en Mont­go­mery la orga­ni­za­ción Equal Jus­ti­ce Initia­ti­ve, des­ti­na­da a sal­va­guar­dar los dere­chos humanos.

Tra­ba­jan­do en el nue­vo medio se impo­ne que Wal­ter McMi­llian (Jamie Foxx) es un reo afro­ame­ri­cano aguar­dan­do en el corre­dor de la muer­te el momen­to en que será ajus­ti­cia­do. Él ha sido con­de­na­do y acu­sa­do del cri­men de Ron­da Morri­son, una ado­les­cen­te blan­ca de 18 años, acon­te­ci­do en Mon­roe­vi­lle en 1986 en su lugar de tra­ba­jo; sin nin­gu­na evi­den­cia que pro­ba­ra su cul­pa­bi­li­dad, las auto­ri­da­des se valie­ron úni­ca­men­te del dudo­so y ambi­guo tes­ti­mo­nio de Ralph Myers (Tim Bla­ke Nel­son), un con­vic­to cuya pala­bra sir­vió para con­de­nar a McMi­llan. A pesar de que tan­to el acu­sa­do y una mul­ti­tud de per­so­nas (todas ellas negras) demos­tra­ron que él no estu­vo en el lugar y hora del cri­men, nada de eso valió para modi­fi­car la sen­ten­cia. Deci­di­do a pro­bar su ino­cen­cia, Ste­ven­son se vuel­ca de lleno a reu­nir toda la infor­ma­ción archi­va­da como así tam­bién regis­tros gra­ba­dos en cin­tas a fin de lograr su obje­ti­vo; para ello cuen­ta con la ayu­da de su efi­cien­te asis­ten­te Eva Ans­ley (Brie Larson).

Sin entrar a rese­ñar todos los veri­cue­tos que se pro­du­cen en la bús­que­da de la jus­ti­cia social empren­di­da por el abo­ga­do para sal­var la vida del con­vic­to, el rela­to ilus­tra el modo en que la pobla­ción negra es tra­ta­da por los blan­cos; para ello bas­ta­ría citar el acto de humi­lla­ción al que Ste­ven­son es some­ti­do al entrar a la cár­cel, obli­gán­do­lo a des­nu­dar­se por com­ple­to como si fue­se un delin­cuen­te, como así tam­bién del atro­pe­llo poli­cial reci­bi­do con­du­cien­do su coche en una ruta. Esa ani­mo­si­dad es igual­men­te demos­tra­da en el des­dén del que es obje­to por par­te del des­pre­cia­ble fis­cal (Rafe Spall) actuan­te en el liti­gio judicial.

Fil­ma­do de mane­ra clá­si­ca, que de nin­gún modo es obje­ta­ble, el rea­li­za­dor ofre­ce un dra­ma sobrio que per­mi­te a que el públi­co se com­pe­ne­tre con sus per­so­na­jes. Jor­dan ofre­ce una pres­ta­ción exce­len­te como el bri­llan­te pro­fe­sio­nal que no se deja ami­la­nar por los incon­ve­nien­tes que atra­vie­sa en su tarea de demos­trar las falen­cias de un sis­te­ma legal que por el color de la piel pue­de con­du­cir a la muer­te de un indi­vi­duo ino­cen­te; por su par­te Foxx deja tras­lu­cir la angus­tia de un hom­bre ya resig­na­do a morir, a menos que se pro­duz­ca el mila­gro de que su abo­ga­do pue­da lograr que la jus­ti­cia se impon­ga. Entre los acto­res secun­da­rios se dis­tin­gue la extra­or­di­na­ria com­po­si­ción de Rob Mor­gan quien lle­ga a emo­cio­nar pro­fun­da­men­te como uno de los con­vic­tos con­de­na­dos en su mar­cha final hacia la sala don­de le aguar­da la silla eléctrica.

En la pro­mo­ción del film se lee “cada gene­ra­ción tie­ne su héroe, encon­tre­mos al nues­tro”; cier­ta­men­te, el slo­gan es com­ple­ta­men­te per­ti­nen­te al apre­ciar la gran­de­za de espí­ri­tu de Brian Ste­ven­son, un bri­llan­te idea­lis­ta que no ceja de luchar por la jus­ti­cia social y que ha sido cali­fi­ca­do por el gran paci­fis­ta suda­fri­cano Des­mond Tutu como el Man­de­la de Esta­dos Uni­dos. Jor­ge Gutman

Deso­la­do­ra Comuna

LES MISÉ­RA­BLES. Fran­cia, 2019. Un film de Ladj Ly

El fer­vor patrió­ti­co de una nación uni­da que en París expre­sa su eufó­ri­ca ale­gría al haber gana­do en 2018 la Copa Mun­dial de Fút­bol es lo que se apre­cia en las pri­me­ras imá­ge­nes de Les Misé­ra­bles a tra­vés del mate­rial de archi­vo fil­ma­do; sin embar­go no hay nada para cele­brar en lo que se expo­ne a con­ti­nua­ción en esta remar­ca­ble ópe­ra pri­ma del rea­li­za­dor Ladj Ly quien se basó en su cor­to metra­je rea­li­za­do en 2016.

Una esce­na del film

Si bien el títu­lo del film que­da aso­cia­do con la inmor­tal obra homó­ni­ma de Vic­tor Hugo, el ele­men­to común estri­ba en que la acción trans­cu­rre en Mont­fer­meil, uno de los subur­bios de la capi­tal de Fran­cia, cuya reali­dad social de hoy día no pare­ce haber cam­bia­do mucho de lo que se des­pren­de de la novela.

Es impor­tan­te acla­rar que el rea­li­za­dor de ori­gen afri­cano vivió gran par­te de su vida en esa comu­na fran­ce­sa; de allí que el guión por él con­ce­bi­do jun­to con Gior­dano Geder­li­ni y Ale­xis Manen­ti des­ti­la abso­lu­ta veracidad.

Una pri­me­ra visión de Mont­fer­meil resul­ta deso­la­do­ra don­de se encuen­tran haci­na­dos inmi­gran­tes afri­ca­nos ile­ga­les, musul­ma­nes que tra­tan de impo­ner sus con­vic­cio­nes reli­gio­sas así como niños y ado­les­cen­tes libra­dos de la mano de Dios con pre­ca­rias con­di­cio­nes de vida; en tal sen­ti­do no pro­du­ce gran sor­pre­sa saber que en ese dis­tri­to pre­do­mi­na una alta tasa de des­em­pleo con un por­cen­ta­je igual­men­te ele­va­do de pobre­za y un nivel de edu­ca­ción que deja mucho que desear. Como con­se­cuen­cia de ese som­brío pano­ra­ma ‑estu­pen­da­men­te cap­ta­do por la foto­gra­fía de Julien Pou­pard- el sis­te­ma social impe­ran­te en ese ámbi­to moti­va a que sus habi­tan­tes vivan en un esta­do de per­ma­nen­te tensión.

En ese con­tex­to, el rea­li­za­dor narra el accio­nar de una bri­ga­da anti cri­mi­nal. En la mis­ma par­ti­ci­pan el recien­te­men­te asig­na­do poli­cía Stépha­ne (Damien Bon­nar­di), quien debe tra­ba­jar con Chris (Ale­xis Manen­ti), un abo­mi­na­ble ofi­cial racis­ta y su aso­cia­do Gwa­da (Dje­bril Zon­ga) oriun­do de Áfri­ca que fácil­men­te se some­te a sus ins­truc­cio­nes. Los tres ofi­cia­les deben lidiar con varios de los pro­ble­mas de la zona don­de no resul­ta sen­ci­llo apli­car los cri­te­rios habi­tua­les en un caó­ti­co medio ambien­te. En con­se­cuen­cia, el corrup­to Chris apli­can­do un méto­do de mano dura, a pesar de la des­apro­ba­ción del hones­to Stépha­ne, abu­sa en for­ma bru­tal de su poder gene­ran­do una inti­mi­da­ción y atro­pe­llo que el indi­fe­ren­te alcal­de local (Ste­ve Tient­cheu) es inca­paz de controlar.

La diná­mi­ca esta­ble­ci­da entre los poli­cías y la de éstos con la pobla­ción local está muy bien logra­da por el direc­tor quien con gran flui­dez con­du­ce el rela­to hacia un des­en­la­ce de san­grien­ta vio­len­cia que deja la impre­sión de que los hechos vigen­tes no habrán de cam­biar. Con todo, la difu­sión de este film, que obtu­vo el Pre­mio del Jura­do en el Fes­ti­val de Can­nes 2019, moti­vó a que el pre­si­den­te fran­cés Emman­nuel Macron anun­cia­ra que su gobierno se apre­su­ra­rá en encon­trar ideas para mejo­rar las con­di­cio­nes de vida de los barrios marginados.

Por sus méri­tos, este cru­do dra­ma muy bien rea­li­za­do es uno de los cin­co nomi­na­dos al Oscar de la Mejor Pelí­cu­la Inter­na­cio­nal de 2019. Jor­ge Gutman

De Brooklyn a Cannes

SPI­KE LEE PRE­SI­DEN­TE DEL JURADO

Suce­dien­do a Ale­jan­dro G. Iñá­rri­tu que pre­si­dió el Jura­do del Fes­ti­val de Can­nes en 2019, este año esta dis­tin­ción ha recaí­do en el pres­ti­gio­so cineas­ta, guio­nis­ta, mon­ta­jis­ta y pro­duc­tor Spi­ke Lee, oriun­do de Brooklyn, quien será el pri­mer rea­li­za­dor afro­ame­ri­cano en ejercerlo.

Spi­ke Lee

El comu­ni­ca­do de pren­sa reci­bi­do des­ta­ca que en nom­bre del Fes­ti­val de Can­nes, su Con­se­jo de Admi­nis­tra­ción, el Pre­si­den­te Pie­rre Les­cu­re y el Dele­ga­do Gene­ral del Fes­ti­val, Thierry Fré­maux, se com­pla­cen en reci­bir al artis­ta así como al ciudadano.

De esta for­ma Spi­ke Lee acom­pa­ña­do por los res­tan­tes miem­bros del jura­do, adju­di­ca­rá la Pal­ma de Oro en oca­sión de la 73ª edi­ción del Fes­ti­val que se rea­li­za­rá des­de el 12 has­ta el 23 de mayo de 2020.

Al impo­ner­se de la noti­cia Lee se sin­tió feliz a la vez que sor­pren­di­do y orgu­llo­so. Agre­gó que a títu­lo per­so­nal, el Fes­ti­val de Can­nes, a quien con­si­de­ra el más gran­de fes­ti­val de cine del mundo.sin des­me­re­cer a nadie, tuvo un impac­to enor­me en su carre­ra de cineas­ta al pun­to que Can­nes a la vez ha mar­ca­do su tra­yec­to­ria en el cine mundial.

En su decla­ra­ción Lee pasa revis­ta a su vin­cu­la­ción con el Fes­ti­val. Así seña­la que en 1986 su pri­mer lar­go­me­tra­je She’s Got­ta Have le brin­dó el Pre­mio de la Juven­tud en la Quin­ce­na de los Rea­li­za­do­res. Pos­te­rior­men­te en 1989 Do the Right Thing fue pre­sen­ta­do en la Selec­ción Ofi­cial; a ello le siguie­ron Jun­gle Fever en 1991 en com­pe­ti­ción, Girl 6 en 1996 fue­ra de com­pe­ten­cia, Sum­mer of Sam en 1999 en la Quin­ce­na de los Rea­li­za­do­res, Ten Minu­tes Older en 2002 en la sec­ción Una Cier­ta Mira­da para lle­gar a 2018 con la exhi­bi­ción de Blackk­klans­man  que le valió el Grand Prix del Fes­ti­val ade­más de haber obte­ni­do el Oscar al mejor guión.

Hoy más que nun­ca la fun­ción de Pre­si­den­te de Jura­do es vital para el Fes­ti­val. Sin ir más lejos, el año pasa­do la Pal­ma de Oro fue otor­ga­da a Para­si­te del rea­li­za­dor coreano Bong JoonHo; ade­más, esta pro­duc­ción ha reci­bi­do 6 nomi­na­cio­nes de la Aca­de­mia de Holly­wood, entre ellas al del mejor film del año y mejor film inter­na­cio­nal, don­de en esta últi­ma cate­go­ría tam­bién han sido nomi­na­dos Dolor y Glo­ria y Les Misé­ra­bles, igual­men­te pre­sen­ta­dos en Cannes.

La ofi­ci­na de pren­sa hace saber que la Selec­ción Ofi­cial y la com­po­si­ción del Jura­do serán deve­la­dos a media­dos de abril.

Escri­to sobre piel

WRIT­TEN ON SKIN

La com­pa­ñía Opé­ra de Mon­treal (ODM) pre­sen­ta­rá como pri­me­ra pro­duc­ción de 2020 Writ­ten on Skin del com­po­si­tor bri­tá­ni­co Geor­ge Ben­ja­min, quien es reco­no­ci­do como uno de los com­po­si­to­res con­tem­po­rá­neos más talen­to­sos de su generación.

Alan Gauthier (Foto: ODM)

Esta acla­ma­da ópe­ra del siglo actual se estre­nó en el Fes­ti­val de Aix-en-Pro­ven­ce en 2012, diri­gi­da por su autor y fue meses des­pués fue repre­sen­ta­da en la Royal Ope­ra Hou­se de Lon­dres, el Tea­tro de la Ópe­ra de Áms­ter­dam, Flo­ren­cia, Bos­ton y París.

Maga­li Simard-Gal­dès (Foto: ODM)

El libre­to per­te­ne­cien­te a Mar­tin Crimp trans­por­ta a la audien­cia al siglo XI don­de se alber­ga un coro de ánge­les. Un rico pro­pie­ta­rio, lla­ma­do “Pro­tec­tor”, invi­ta a un artis­ta ‑un Ángel deno­mi­na­do “Chi­co”- para rea­li­zar un libro de ilu­mi­na­ción. Este tra­ba­jo tie­ne como pro­pó­si­to inmor­ta­li­zar en imá­ge­nes la humil­dad y obe­dien­cia infan­til de su joven espo­sa Agnès quien tole­ra sumi­sa­men­te el yugo de su pose­si­vo y vio­len­to mari­do. Evo­lu­cio­nan­do en un uni­ver­so opa­co y sofo­can­te, la rea­li­za­ción de ese libro se con­vier­te en un cata­li­za­dor pro­pi­cio para que ella se rebe­le. Así cuan­do Agnès y Chi­co se encuen­tran sur­ge una atrac­ción mutua en la que ella apro­ve­cha la inti­mi­dad exis­ten­te con el pro­pó­si­to de influen­ciar a su aman­te en el con­te­ni­do del libro; eso moti­va a que su mari­do al ente­rar­se de lo que suce­de se sien­ta impul­sa­do a come­ter un acto de pro­vo­ca­ción fatal.

DANIEL OKU­LITCH (Foto: ODM)

En la pre­sen­te pro­duc­ción, la pues­ta escé­ni­ca está a car­go de Alain Gauthier y según se anti­ci­pa cuen­ta con una esce­no­gra­fía apo­ca­líp­ti­ca ima­gi­na­da por Oli­vier Lan­dre­vi­lle en tan­to que el repu­tado dise­ña­dor Phi­lip­pe Dubuc es el res­pon­sa­ble del vestuario.

LUI­GI SCHI­FANO (Foto: ODM)

En el elen­co par­ti­ci­pa la soprano colo­ra­tu­ra cana­dien­se Maga­li Simard-Gal­dès quien según Michel Beau­lac, direc­tor artís­ti­co de la com­pa­ñía, su can­dor y la fuer­za expre­si­va vocal que ema­na de su per­so­na la con­vier­ten en la intér­pre­te ideal para dicho per­so­na­je. A su lado par­ti­ci­pa el barí­tono bajo cana­dien­se Daniel Oku­litch encar­nan­do al Pro­tec­tor en tan­to que el con­tra­te­nor ita­liano Lui­gi Schi­fano can­ta el papel de Chi­co, el pri­mer ángel. En otros roles par­ti­ci­pan la mez­zo soprano cana­dien­se Flo­ren­ce Bour­get como el Segun­do Ángel y el tenor cana­dien­se Jean-Michel Richer en el papel del Ter­cer Ángel. El pres­ti­gio­so maes­tro cana­dien­se Nico­le Pai­ment ten­drá a su car­go la direc­ción musi­cal de la ópera.

La ópe­ra estruc­tu­ra­da en 3 par­tes y 15 esce­nas será can­ta­da en su idio­ma ori­gi­nal inglés con sobre­tí­tu­los en fran­cés e inglés. Como pri­mi­cia cana­dien­se, la pri­me­ra repre­sen­ta­ción se efec­tua­rá el 25 de Enero  (19h30) y a ello segui­rán las del 28 y 30 de Enero (19h30) y la del 2 de Febre­ro (14h00) en la sala Wil­frid-Pelle­tier de la Pla­ce des Arts.

Una pre­sen­ta­ción gra­tui­ta ten­drá lugar una hora antes de cada repre­sen­ta­ción en el Piano Nobi­le de la sala Wil­frid-Pelle­tier con la ani­ma­ción del dis­tin­gui­do musi­có­lo­go Pie­rre Vachon 

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