LE MILIEU DE L’HORIZON. Suiza-Bélgica, 2019. Un film de Delphine Lehericey.
Las vicisitudes por las que atraviesa una familia de granjeros es lo que se aprecia en Le milieu de l’horizon de la directora Delphine Lehericey. La acción transcurre en una zona rural de Suiza no especificada, en el verano de 1976 donde el continente europeo experimenta una fuerte ola de calor. La consiguiente sequía aflige al granjero avicultor Jean (Thibaut Evrard) quien vive con su esposa Nicole (Laetitia Casta), su hijo Gus (Luc Bruchez) de 13 años, su hija Léa (Lisa Harder) un poco mayor y el sobrino Rudy (Fred Hotier).
En un comienzo lo que más se destaca es el ambiente armonioso de la familia y muy en especial el vínculo de inmenso cariño existente entre Nicole y Gus. Esa apariencia idílica del mundo rural se ve trastocada por el extremo calor reinante y la profunda sequía que motiva que tanto el ganado y muy en especial el inmenso gallinero adquirido por Jean vaya produciendo diariamente la muerte de un buen número de gallinas.
Si la canícula reinante es de por sí uno de los grandes obstáculos que perturban a los personajes de esta historia en la medida que afecta gravemente la explotación de la granja, la principal tensión se produce con la llegada de Cécile (Clémence Poésy), una gran amiga de Nicole; esa íntima amistad nutrida de secretos bien ocultos provocará el desequilibrio de los miembros de la familia y muy en especial la comunicación de Gus con su madre.
El peso del film recae fundamentalmente en el joven actor Bruchez que ofrece una excepcional caracterización de su personaje. A través de su actuación transmite los primeros impulsos sexuales de la pubertad, sus escapadas y primeras emociones vividas con Mado (Sasha Gravat Harsh), la chica del pueblo, y fundamentalmente el profundo resentimiento que siente hacia su querida madre a partir del momento en que descubre una faceta que desconocía de ella y que produce la pérdida de su inocencia; en gran parte, no hablando mucho, el rostro de Bruchez es totalmente elocuente de lo que bulle en su interior. Casta ofrece con su presencia el toque de sensualidad femenina así como permite que su personaje exprese convincentemente la pena producida por ser la causa del desmembramiento familiar y sobre todo comprobar el sentimiento de rechazo de su querido hijo. Asimismo, la participación de Evrard es elocuente componiendo a un hombre laborioso y buen padre de familia que debe afrontar el doble golpe de comprobar cómo colapsan sus sueños de adaptarse al sistema moderno de producción capitalista y su felicidad conyugal.
Al satisfactorio trabajo actoral se añade la buena realización de Lehericey permitiendo que el guión por ella escrito junto con Joanne Giger logre transmitir el viaje emocional de sus personajes contenidos en la novela original de Roland Buti. En esencia, he aquí un film bien construido que sin pretenciosidad gratifica al espectador. Jorge Gutman