C’EST ÇA LE PARADIS / IT MUST BE HEAVEN. Francia-Qatar-Alemania-Canadá-Palestina-Turquía, 2019. Un film escrito y dirigido por Elia Suleiman. 97 minutos
Con el propósito de reafirmar el sentido de pertenencia a su tierra natal Elia Suleiman decide explorar en It Must be Heaven el comportamiento de la gente en dos de las ciudades más importantes del mundo para verificar si hay alguna diferencia con el predominante en Palestina.
A través de una serie de viñetas culturales el director palestino personificándose a sí mismo observa lo que acontece a su alrededor comenzando por Nazareth, lugar donde reside. Allí, entre algunas de las escenas se encuentra la de un vecino que se apropia de los frutos de un limonero que no le pertenece, la visita de Suleiman a un cementerio, su encuentro con un extraño cazador y con un anciano orinando en la calle en una noche lluviosa, así como la de dos soldados que viajando en un automóvil llevan en el asiento trasero a una joven arrestada con los ojos vendados.
Posteriormente Suleiman viaja a París donde entre otras situaciones contempla un desfile militar en el día de la fiesta patria, se inquieta viajando en metro por la presencia de un hombre tatuado que lo está mirando fijamente y desde la terraza de un café dirige su vista a los habitantes que transitan por el lugar. Lo más destacado de su estadía parisina es su encuentro con un productor de cine quien habiendo leído el guión de un nuevo proyecto del director, gentilmente se lo rechaza porque su contenido no es lo suficientemente palestino.
De allí Suleiman se traslada a Nueva York donde un locuaz taxista que lo traslada desde el aeropuerto le pregunta de dónde viene a lo que él le responde “Nazaret” para inmediatamente agregar “soy palestino”, las tres únicas palabras que pronuncia a lo largo del film. En otra de las escenas neoyorkinas observa cómo los clientes de un supermercado portan armas, presumiblemente para defenderse frente a eventuales actos de violencia. La nota decididamente graciosa del film se refleja en la antesala de una productora donde estando próximo a Gael García Bernal, oye cómo el popular actor y director en una conversación telefónica manifiesta su frustración por haberle sido propuesto realizar un film sobre Hernán Cortes y la conquista de México pero dialogado en inglés.
Cuando al final de su periplo Suleiman regresa a su hogar después de haber comprobado que nada de lo que vio se diferencia mucho de lo que ocurre en donde habita, el reencuentro con su gente a la que ve cantando y bailando con fervor le permite ratificar su identidad palestina.
A diferencia de sus sólidos trabajos precedentes, este liviano docuficción carece de envergadura relevante al no haber conflictos ni mayores sorpresas presentando una sucesión de bosquejos inconclusos que cualquier turista podría constatar visitando otros centros urbanos del mundo occidental. Sin embargo estas observaciones no amedrentarán a los fieles seguidores de Suleiman que se complacerán apreciando su expresión facial imperturbable como protagonista de esta comedia surrealista nutrida de cierto humor absurdo que bordea con la caricatura. Jorge Gutman