#JESUISLÀ. Francia-Bélgica, 2019. Un film de Éric Lartigau
Después de haber brindado una comedia cálida y emotiva como lo fue La Famille Bélier (2014), el realizador Éric Lartigau retorna con otra historia intentando captar la simpatía de la audiencia con #Jesuislà; sin embargo este film no alcanza el mismo impacto a pesar de sus buenas intenciones debido entre otras razones a sus abundantes clisés, a algunas situaciones inverosímiles y a un anodino desenlace.
El guión de Thomas Bidegain y Lartigau presenta a Stéphane (Alain Chabat), un hombre de mediana edad, dueño de un restaurante en el País Vasco francés donde a la vez se desempeña como chef de cocina. Divorciado y padre de dos hijos adultos que ya han dejado el hogar, él disfruta de la naturaleza, algunos partidos de pelota con sus amigos dentro de una vida apacible aunque sin mayor excitación. Todo cambia para Stéphane cuando a través de la red social de Instagram entra en contacto con Soo (Doona Bae), una joven surcoreana considerablemente menor que él con quien comienza a flirtear mediante un extendido chateo.
Es en esta primera mitad del metraje donde se puede rescatar la parte humana del film a través de la relación virtual entablada por estos dos personajes. Sin embargo, las expectativas se diluyen a partir del momento en que Stéphane, ansioso por conocer personalmente a Soo, decide viajar a Seúl donde ella lo estará recibiendo en el aeropuerto de Incheon.
Cuando llegado a destino la chica no aparece, él decide aguardarla permaneciendo en el aeropuerto; eso se traduce en un plantón que se prolonga por espacio de 11 días en donde Stéphane continuamente le hace llegar el mensaje #yoestoyaquí, al que alude el título del film. A diferencia de The Terminal (2004) de Steven Spielberg que narra la odisea de un viajero que al llegar al aeropuerto Kennedy de Nueva York debe permanecer en el mismo al ser invalidado su pasaporte, aquí no existe razón alguna que justifique la larga espera de Stéphane. De allí en más se van sucediendo algunas situaciones pretendidamente hilarantes pero de poca eficacia, como cuando, por ejemplo, Stéphane se convierte en un célebre personaje al adquirir sus mensajes pública notoriedad.
Lo más importante del film reside en apreciar los comportamientos de la sociedad coreana a través de la relación que el varado hombre mantiene con la gente que encuentra en el aeropuerto. En todo caso, rasgos de esa cultura se han visto en muchas otras películas de ese país y muy especialmente en el caso de Parasite (2019); con todo, la única novedad reside en que Stéphane aprende el significado de “nunchi”, un concepto tradicional coreano que implica la capacidad de entender y captar las emociones del prójimo sin necesidad de exprimirlas en palabras.
Chabat es un actor muy querido en Francia por la humanidad que despliega en cualesquiera de los personajes que le toca caracterizar. Aquí nuevamente se desempeña de manera impecable pero su presencia no alcanza a atenuar la rutina de este film que a la postre no logra conciliar la premisa inicial del relato con la veta romántica del mismo. A todo ello, Lartigau aletarga el ritmo del relato por el abuso en el empleo del teléfono celular, que siendo omnipresente en todo el metraje resulta extremadamente cansador. Jorge Gutman