AU NOM DE LA TERRE / IN THE NAME OF THE LAND. Francia, 2019. Un film de Edward Bergeon. 103 minutos
A manera de saga familiar el realizador Edward Bergeon aborda una palpitante a la vez que triste historia donde honestas personas que se dedican con toda su energía a trabajar dignamente pueden ver sus vidas destruidas. En tal sentido cabe destacar la remarcable madurez del director en su primer film de ficción al haber logrado un conmovedor drama en el que vuelca su experiencia de haber crecido en un ambiente rural donde su padre ha sido agricultor.
El relato basado en el guión del novel cineasta escrito con Bruno Ulmer y Emmanuel Courco, enfoca a Pierre Jarjeau (Guillaume Canet) quien desde Wyoming retorna a Francia para casarse con su amada Claire (Veerle Baetens) y tomar a su cargo el manejo de la explotación de la granja de su familia. Para ello y valiéndose de un préstamo bancario compra el predio agrícola a su padre (Jacques Rufus), quien no está convencido de que Pierre pueda manejar la empresa exitosamente
En una primera etapa la suerte parece sonreír al joven paisano. Así, su inmejorable relación matrimonial con una compañera que le brinda su profundo amor y amistad más la llegada de dos hijos contribuyen a que Pierre se considere un hombre realizado. En el aspecto profesional no tiene motivos para alarmarse; así, la explotación del predio marcha sobre rieles con la colaboración de su esposa en la parte contable, la ayuda de su hijo Thomas (Anthony Bajon) en sus ratos libres y la asistencia de un fiel empleado (Samir Guesmi), permitiendo a la familia vivir decentemente.
Sin embargo Pierre verá su idílica existencia trastocada a través de los años; eso es debido por haber aumentado su nivel endeudamiento para ampliar el negocio unido al hecho de que el tradicional método de explotación de la tierra y la crianza de pollos han estado sujetos a cambios tecnológicos al que no ha podido o sabido adaptarse.
El apreciable guión ilustra el via crucis de este hombre frente a la incapacidad de saldar sus deudas y comprobar cómo su duro trabajo de sol a sol ya no resulta productivo arrojando considerables pérdidas. A la marcada depresión que lo acosa se une la desgracia de un incendio donde todo queda reducido a escombros.
La sobria y pulida puesta escénica de Bergeon permite que la trama adquiera un delicado equilibrio entre la vida familiar y el exigente trabajo que demanda la labor del granjero. En tal sentido, el deterioro moral de Pierre al ver cómo la pasión volcada a su trabajo ha ido socavando la unidad familiar cunde hondamente en el ánimo del espectador.
La interpretación es otro de los elementos enriquecedores del film. Canet en el mejor papel de su carrera de actor transmite plenamente el descenso a los infiernos del personaje protagónico en medio de un mundo rural olvidado. Baetens cautiva demostrando la fortaleza y empeño de una mujer dispuesta a apoyar a su marido en los momentos más difíciles y al propio tiempo adoptar la fortaleza necesaria para sostener a la familia; igualmente destacable es la prestación de Bajon como el hijo que aunque trata de complacer a su padre no desea continuar la tradición familiar.
En los factores técnicos de producción la fotografía de Eric Dumont capta los bellos paisajes en que transcurre la acción en tanto que la banda sonora de Thomas Dappelo es funcional al desarrollo del relato.
A pesar de su estremecedor desenlace dejando un penoso sinsabor, Bergeon ofrece un remarcable drama humano que destilando absoluta autenticidad permite que el público se involucre plenamente en el mismo. Jorge Gutman