FATHER SOLDIER SON. Estados Unidos, 2020. Un film de Catrin Einhorn y Leslye Davis. 99 minutos. Disponible en Netflix
El drama de los veteranos de guerra en Estados Unidos ya ha sido tratado por el cine en varias oportunidades; en esta ocasión las noveles realizadoras Catrin Einhorn y Leslye Davis lo consideran bajo un ángulo diferente centrándose en el vínculo existente entre un militar y su familia. El documental producido por The New York Times y distribuido exclusivamente por Netflix es nada menos que excepcional debido a la impecable meticulosidad de su tratamiento, sobre todo teniendo en cuenta que la filmación se efectúó a lo largo de 9 años con personajes reales.
La saga comienza en 2010 presentando al sargento americano Brian Eisch en misión en Afganistán. Padre de Isaac y Joey de 12 y 9 años de edad respectivamente, en su ausencia los niños son cuidados por un familiar cercano. Es emotivo presenciar el reencuentro de estos chicos cuando su padre después de haber estado 6 meses en el frente llega por dos semanas de vacaciones a Wisconsin; en el aeropuerto los niños y su padre se abrazan con euforia transmitiendo el inmenso amor que los embarga a pesar de la ausencia de una madre que ha abandonado el núcleo familiar. La alegría de la llegada se nutre de tristeza cuando Brian debe retornar a la convulsionada región de combate.
Prontamente se avecina el drama; eso acontece cuando estando en el frente él sufre una grave herida en una de sus piernas como consecuencia de una emboscada tendida por los talibanes, lo que lo obliga a regresar de inmediato al hogar. No obstante estar rodeado por el cariño de sus hijos, él no puede disimular el dolor que lo aqueja y cuando finalmente su pierna debe ser amputada comienza a experimentar una inmensa frustración al no sentirse ya más útil como soldado y no poder continuar sirviendo a su patria. Su estado anímico cobra un vuelco positivo al conocer a María, una abnegada mujer con quien habrá de casarse. De este modo con el hogar ahora ampliado con María y uno de sus 3 hijos, todo parecería que Brian retorna a una vida normal. Sin embargo, al poco tiempo y a pesar de todo el amor que sus hijos y su esposa le prodigan, Brian permanece aislado de los suyos destinando gran parte de su tiempo a los juegos de video de carácter militar.
Con la vasta experiencia que reúne Einhorn como reportera del New York Times y ganadora del Premio Pullitzer, unida a la de Davis que se ha distinguido como fotógrafa del mismo periódico, no resulta extraño que ambas documentalistas hayan sabido captar la variada gama de sentimientos y matices que anima a esta familia. Así, durante el período en que transcurre el documental, van reflejando los momentos de alegría ‑incluyendo un nacimiento- como también uno de inmenso pesar frente a una inesperada tragedia.
Las realizadoras demuestran su profunda empatía hacia todos los integrantes de la familia. Con respecto a Brian ellas se han adentrado en la psicología de un hombre que durante 17 años ha encontrado un sentido a su vida como militar de tercera generación y que a pesar de estar mutilado quisiera volver a demostrar su lealtad, honor, sacrificio así como su hombría a la patria que ama. Paralelamente, el documental destaca la forma en que los restantes miembros del núcleo familiar se encuentran afectados por la baja autoestima del frustrado excombatiente, donde finalmente todos han sido dañados.
El film deja de lado el aspecto político de Estados Unidos sin entrar a comentar las medidas adoptadas por la administración Obama y posteriormente por la de Trump con respecto al envío de tropas a Afganistán. Lo importante es constatar la sensibilidad de Einhorn y Davis de haber construido magníficamente una historia ilustrando de manera íntima y tierna a la vez la evolución de una familia como consecuencia de una guerra; en tal sentido, el objetivo ha sido ampliamente logrado. Huelga señalar que Father Soldier Son engrosa la lista de los mejores filmes presenciados en el año y por lo tanto merece su visión. Jorge Gutman