Crónica de Jorge Gutman
Tal como estaba previsto, el Toronto Jewish Film Festival (TJFF) comenzará el 22 de Octubre la segunda parte de su 28ª edición que habrá de extenderse hasta el 1 de Noviembre. En esta oportunidad, nuevamente su difusión se efectuará en línea en toda la provincia de Ontario. Su programación abarca poco más de 50 películas de contenido judío procedentes de Canadá y de otros países del mundo.
A continuación se efectúa una breve evaluación de 6 largometrajes programados..
El film de apertura es Sublet (Israel-Estados Unidos) de Eylan Fox quien aborda la singular relación establecida entre dos personas de diferente generación. John Benjamin Hickey da vida a Michael, un periodista gay de 56 años que vive en pareja con David (Peter Spears) en Manhattan y trabaja en el New York Times como columnista de viajes. Con tal propósito arriba a Tel Aviv para volcar sus impresiones de esta cosmopolita ciudad; previamente a su llegada había subalquilado por internet un departamento de Tomer (Niv Nissim), un joven israelí estudiante de cine de veintitantos años e igualmente homosexual. Circunstancias especiales concurren para que Michael invite a Tomer a residir con él durante su estadía de 5 días y aceptar el ofrecimiento de ser su guía turístico. Ese es el motor que impulsa al guión del realizador e Itay Segal para reflejar el considerable contraste existente entre estas dos personas; así la actitud madura, disciplinada y ordenada de Michael es diametralmente diferente a la de Tomer quien desordenadamente espontáneo y de libre espíritu se opone por completo a la monogamia. No obstante, al final de la estadía surgirá entre ambos hombres un cálido vínculo donde el veterano Michael reconsiderará su actitud de adoptar la paternidad con su pareja después de haber sufrido la pérdida de un bebé recién nacido, mientras que Tomer adquirirá mayor madurez al comprender que más allá del hedonista placer sexual predomina un contenido emocional.
Sobriamente dirigido, Fox ha logrado un delicado melodrama adentrándose plenamente en la psicología de dos personajes de diferentes estilos de vida, impecablemente caracterizados por Hickey y Nissim quienes entre ellos mantienen una excelente sintonía. Al margen del tema central, el film ofrece aspectos vívidos de la resplandeciente ciudad israelí a través de su gente en la playa, restaurantes, como también una visión cultural en un espectáculo experimental de danza y una visita al Museo de Arte de la ciudad donde está expuesta la obra del artista israelí David Tartakover.
En Africa (Israel) el novel director y guionista Oren Gerner entremezcla ficción y realidad centrando su atención en su padre en una etapa crítica de su vida. Meir (Meir Gerner) es un ingeniero jubilado de 68 años, quien durante tres décadas en su pueblo de Nirit se encargó de organizar, una tradicional ceremonia que se celebra anualmente; repentinamente descubre que esta vez ha sido reemplazado por jóvenes de la región sin experiencia en la materia. Con su orgullo profundamente herido tratará de demostrar a sí mismo que es aún vital y pleno de energía volcando sus esfuerzos en la construcción de una cama de madera para su nieto.
Lo que precede es la excusa para que el realizador ilustre el sentimiento que experimenta una persona en el crepúsculo de su vida al tener que ceder lugar a la joven generación. En este caso resulta más evidente al ser Meir consciente de que su cuerpo lo está traicionando y es así que se produce una crisis existencial al no querer aceptar la dura realidad. Además del tema central, el guión intercala algunas conversaciones del protagonista con sus seres queridos como así Meier revive el pasado mediante cintas hogareñas en las que contempla un viaje realizado a Namibia con su esposa Maya (Maya Gerner)
Globalmente considerado, el realizador ofrece un pequeño film, íntimo y de sabor nostálgico que está bien narrado y sobre todo naturalmente actuado, teniendo en cuenta que los protagonistas son los verdaderos padres del realizador. En suma, un afectuoso tributo de un hijo a sus progenitores a través del lenguaje del cine.
En Minyan (Estados Unidos) el realizador Eric Steel aborda el proceso de madurez de un adolescente mediante un relato que ya ha sido expuesto en variadas oportunidades sin que en este caso aporte algo nuevo que lo pueda distinguir.
El guión del realizador escrito con Daniel Pearle ubica la acción en 1986 en la comunidad judía de Brighton Beach de Brooklyn presentando a David (Samuel H. Levine) de 17 años de edad e hijo de una familia judía proveniente de Rusia. Efectuando sus estudios religiosos, siente más afinidad estando con su abuelo Josef (Ron Rifkin), recientemente viudo, que con sus padres Rachel (Brooke Bloom) y Simon (Gera Sandler). Sin ser ferviente devoto, es evidente que su rostro circunspecto experimenta el conflicto de ser gay sin que los suyos estén al corriente de su problema identitario.
Discurriendo a través de una zigzagueante narrativa, la trama abarca varios tópicos sin que ninguno de los mismos alcance a desarrollar su potencial; así en principio el tema de la tradición religiosa, se entremezcla con la solidaridad y apoyo que David ofrece a dos viudos ancianos, Herschel (Christopher McCann) y Itzik (Mark Margolis) quienes viven cerca de donde habita su abuelo, para finalmente centralizar su atención en su primera relación homosexual que mantiene con Bruno (Alex Hurt), el barman de un club de danza gay; es con él donde se halla plenamente realizado aunque su felicidad será de corto alcance al ser posteriormente rechazado por su amante al manifestarse ignorante de la crisis del SIDA.
No obstante la impecable actuación de Levine, éste drama de fe religiosa e identidad sexual es demasiado contenido y sin impresionar como debiera por su dispersión y excesiva longitud.
Shalom Taiwan (Argentina) es una comedia que sin ser pretenciosa resulta atrayente enfocando las vicisitudes de un rabino de Buenos Aires que devoto en su fe quiere lo mejor para la comunidad que acude a su templo.
El director Walter Tejblum se vale del guión que concibió con Santiago Korovsky presentando a Aarón (Fabián Rosenthal), buen marido de Laila (Mercedes Funes) y querendón padre de familia, aunque como apasionado rabino involuntariamente puede en ciertas ocasiones dejar de lado a sus seres queridos. Ansioso de remodelar el templo en el que profesa se ha endeudado en 150 mil dólares con la esperanza de que obtendrá donaciones que sufraguen el monto. Al acercarse la fecha del vencimiento de la deuda sin haber logrado su propósito, el financista que le concedió el préstamo (Carlos Portaluppi) le fija un plazo perentorio de 10 días para su devolución, bajo amenaza de que la propiedad de la institución sea embargada en caso de incumplimiento. Todo se complica cuando la suma a devolver es en dólares y el panorama económico del país atraviesa por serias dificultades.
Es así que en una carrera contra el tiempo, Aarón se traslada a Nueva York, esperando que la institución religiosa de Brooklyn pueda ayudarlo. Al fracasar en su intento y teniendo en cuenta que le han asegurado que en Taiwán puede lograr donantes de la pequeña comunidad judía que habita en Taipeí, es allí su próxima meta.
La simple historia es el buen pretexto para que se asista a una trama en donde no faltan los momentos de humor como así también otros de relativa tensión; lo más importante a destacar es la solidaridad y calidez recibida en un país oriental, tan diferente en cultura y costumbres de la de Argentina pero donde ciertamente predomina el sentimiento humanitario como el reflejado por el gerente del modesto hotel donde Aarón se aloja. Asimismo, el relato resalta la importancia del lazo familiar que en última instancia predomina en el protagonista del relato. Con un desenlace ciertamente sentimental el público asiste a una agradable comedia agridulce que aunque convencionalmente realizada permite que el público emerja satisfecho y sonriente después de su visión.
La directora Johanne Helgeland ofrece con The Crossing (Noruega), un conmovedor drama que teniendo como escenario la Segunda Guerra explora el coraje, solidaridad y amistad que se establece entre sus cuatro protagonistas.
El relato basado en la novela de Maja Lunde publicada en 2012 y adaptada para el cine por Espen Torkildsen se desarrolla en la campiña de un lugar no especificado de Noruega en pleno invierno. Otto (Bo Lindquist-Ellingsen) y su hermana menor Gerda (Anna Sofie Sharholt) de 10 años, presencian azorados el arresto de sus padres por representantes de la fuerza de ocupación nazi al sospechar que albergan a chicos judíos; en su ausencia, ellos comprueban que efectivamente en la bodega de la casa se encuentran ocultos Daniel (Samson Steine) y su hermanita Sarah (Bianca Ghilardi-Hellsten). Frente a la amenaza del ejército nazi que transita la zona, valiéndose de un mapa y una brújula Gerda y Otto se proponen ayudar a escapar a estos niños.. Es así que comienza una larga marcha cuyo destino es atravesar la frontera y llegar a Suecia. A través de esa larga travesía, los cuatro peregrinos deberán soportar la fatiga tanto física como psicológica, sobre todo porque los soldados nazis han iniciado una implacable cacería tratando de apresarlos; afortunadamente, gracias a la actitud clemente de uno de los soldados alemanes (Luke Neite) logran superar los obstáculos y finalmente llegar a buen destino.
Es encomiable la labor de la novel directora en haber transmitido con notable intensidad la tensión latente de este relato de discriminación racial, además de haber obtenido de los jóvenes actores una interpretación que se distingue por su completa naturalidad; así entusiasma la remarcable prestación de Skarholt como apasionada mosquetera, Ghilardi-Hellsten conqujista con su innegable gracia y dulzura, como igualmente Lilndquist-Ellingsen y Steine impresionan en sus respectivos roles.
Cabe señalar que en los créditos finales se destaca que 771 judíos noruegos fueron deportados por los nazis durante el sangriento conflicto bélico y que más de 1000 pudieron escapar a Suecia. Finalmente se lee que el film está dedicado a los que huyeron, a quienes ayudaron a hacerlo y a quienes nunca retornaron.
Otro notable film del TJFF es When Hitler Stole Pink Rabbit (Alemania-Suiza) de la laureada directora Caroline Link. Este estupendo drama de familia está basado en la novela semi autobiográfica de la celebrada autora alemana Judith Kerr, fallecida en mayo de 2019.
La adaptación cinematográfica realizada por la cineasta juntamente con la autora y Anna Brüggemann conserva los valores de la obra original donde Link ha logrado un relato vívido e intensamente emocional que no deja indiferente al espectador. Anna (Riva Krymalowski) ‑alter ego de la autora- es una niña de 9 años que vive confortablemente en Berlín rodeada del cariño de sus padres Arthur Kemper (Oliver Masucci) y Dorothea (Carla Juri) y de su hermano Max (Marinus Hohmann) de 12 años. Sin embargo, todo cambia cuando pocas semanas antes de las elecciones germanas de marzo de 1933 que traerían al poder a los nazis, su padre que es un destacado ensayista, crítico teatral y renombrado periodista criticando al nazismo considera que su vida se encuentra en peligro, como así también la de su familia. Por lo tanto es el momento de hacer las maletas y dejar rápidamente Alemania antes de que sus pasaportes puedan ser anulados.. Es emotiva la escena en que la pequeña Anna debe dejar su adorado conejito de paño rosa porque no puede entrar en la valija, como asi también la pena que la invade al tener que alejarse de su entrañable nana Heimpi (Ursula Werner).
El primer lugar de exilio es Zurich y posteriormente lo será París donde la familia pasará estrecheces financieras para finalmente llegar a Londres donde Arthur logra que su guión sobre la vida de Napoleón sea comprado para su traslado al cine.
Vista desde la perspectiva de Anna, se puede apreciar cómo ella va aprendiendo nuevas lenguas y asimila diferentes culturas para adaptarse como refugiada en países diferentes al suyo, así como comprueba los horrores del nazismo con su acérrimo antisemitismo; al propio tiempo, el film ‑al igual que la popular novela destinada al público infantil y cuya lectura ha sido obligatoria en muchas escuelas de Alemania‑, resalta la importancia de los lazos familiares y de la amistad en períodos tan cruentos.
La excelente puesta escénica, el remarcable guión y el irreprochable elenco configuran a dar relieve a este conmovedor y humano relato sobre los primeros años de Kerr.
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