LA VIDA ANTE SÍ . Italia, 2020. Un film de Edoardo Ponti. 94 minutos. Disponible en Netflix
Basado en el libro La vie devant soi de Romain Gary, Edoardo Ponti vuelve a dirigir a su madre, la mítica Sophia Loren, después de varios años de estar ausente del cine. Ella es la brillante protagonista de este drama, que ya había sido trasladado a la pantalla por Moshé Mizrahi en 1977; en aquel entonces, la inolvidable Simone Signoret fue premiada con el Cesar a la mejor actriz en tanto que el film en 1978 fue galardonado con el Oscar a la mejor película extranjera.
Esta adaptación del realizador y Ugo Chiti trata de conservar el espíritu de la novela original aunque con algunos cambios importantes realizados aunque no siempre afortunados. La acción de la versión actual transcurre en la portuaria ciudad italiana de Bari en donde reside Madame Rosa (Loren), una anciana judía que ha sobrevivido en el campo de concentración de Auschwitz; habiendo abandonado la prostitución ejercida en su mejor época ahora dedica su tiempo a cuidar y brindar amor a niños abandonados de la mano de Dios. Al comenzar la trama se la ve en el mercado local portando un bolso con candelabros cuando inesperadamente un chico se lo arrebata; él es Momo (Ibrahima Gueye), un huérfano de 12 años procedente de Senegal que está al cuidado del doctor Cohen (Renato Carpentieri) quien es el facultativo de Rosa. Cuál será la gran sorpresa de esta mujer cuando el médico le pide que se ocupe de Momo y ella se enfrenta con el ladronzuelo. A pesar de su reluctancia en aceptarlo finalmente cede para complacer a Cohen.
A diferencia del film original, Momo no ha sido criado por Rosa desde pequeño sino que aquí es un preadolescente iracundo con ciertas explosiones violentas, que no se adapta con facilidad a su nuevo hogar; a todo ello, el pillo se dedica a vender drogas a través de un traficante que lo explota sin que Rosa lo sepa. A pesar de la buena disposición de la anciana, Momo se muestra poco dispuesto a aceptar sus buenos consejos, manteniendo con ella una relación tirante.
De lo que antecede resulta difícil simpatizar con Momo ‑no obstante la excelente actuación de Gueye– y más aún de aceptar el vuelco que se produce en él quien de indomable preadolescente se convierte repentinamente en un ser cariñoso con la mujer que le ofreció su hogar y que sabrá velar por ella en momentos en que su salud se deteriora y comienza a perder su lucidez. Aunque correctamente realizado, Ponti no logra una adecuada progresión dramática en su narración, además de apelar a un sentimentalismo forzado que no llega a emocionar como debiera. Con todo, el film se aprecia por el placer que resulta de ver nuevamente a la incomparable Sophia quien con sus 86 años y después de casi siete décadas de excelente trabajo profesional sigue demostrando su gran talento de actriz de pura raza. Jorge Gutman