MA RAINEY’S BLACK BOTTOM. Estados Unidos, 2020. Un film de George C. Wolfe. 93 minutos. Disponible en Netflix
Esta película de George C. Wolfe está basada en la pieza teatral Ma Rainey’s Black Bottom de August Wilson escrita en 1982 con la adaptación realizada por el guionista Ruben Santiago-Hudson. En la obra el remarcable autor y dramaturgo americano desaparecido en 2005 rinde tributo al blues a través de la personalidad de Gertrude “Ma” Rainey (1886 – 1939). Esta cantante negra considerada la “Madre del Blues” ha sido una de las mayores representantes de esta expresión musical que surgió a principios del siglo pasado expresando el sentimiento y legado de la comunidad afroestadounidense.
Aunque este film no oculta su origen teatral, el realizador transmite de manera concisa y con justeza el vigoroso contenido de la pieza a través de las estupendas interpretaciones de Viola Davis y Chadwick Boseman así como la del irreprochable elenco que los rodea.
En la primera escena se observa a dos jóvenes muchachos corriendo por una zona boscosa para llegar a tiempo al concierto de la gran Rainey (Davis) en Barnesville ‑estado de Georgia- en 1927. Después de esa secuencia la acción continúa en el verano del mismo año en Chicago en los estudios de grabación del productor blanco Sturdyvant (Jonny Coyne) donde se efectuará un registro discográfico de la cantante incluyendo las canciones más celebradas de su repertorio. Aguardando su llegada, en la sala de ensayos del estudio se halla su banda de músicos negros integrada por el trombonista Cutler (Colman Domingo), el pianista Toledo (Glynn Turman), el contrabajista Slow Drag (Michael Potts) y el joven trompetista y compositor Levee (Boseman) . A todo ello Irvin (Jeremy Shamos), el inquieto representante blanco de la cantante, trata de aplacar la impaciencia de Sturdyvant ante la prolongada demora de la diva.
Cuando finalmente ella arriba acompañada de Dussie Mae (Taylour Paige), su joven y atractiva pareja y de su sobrino Sylvester (Dusan Brown), no tiene intención alguna de disculparse por la tardanza; encontrándose en el pináculo de su carrera sabe que su voz constituye su gran tesoro y por ello es capaz de desafiar al establishment blanco al proporcionarle suculentos beneficios pecuniarios con sus grabaciones. Al reencontrarse con sus músicos se produce el primer momento de tensión cuando ella rechaza el estilo musicalmente moderno efectuado por Levee de “Black Bottom”, una de las canciones a ser grabada, amenazando con retirarse del estudio en caso de no ser aceptada la versión tradicional. El otro encontronazo se produce cuando insiste en que sea su sobrino, en lugar de Levee, quien la presente antes de comenzar a cantar a pesar del intermitente tartamudeo del muchacho.
Davis tal como lo demostrara en Fences (2016) ‑otra versión fílmica de la obra homónima de Wilson por la que obtuvo un Oscar- sigue deslumbrando al haberse introducido por completo en la personalidad de una artista que consciente de sus excelentes condiciones vocales en la música que interpreta sabe que tiene la sartén por el mango enfrentando a los blancos en un medio socialmente racista; es admirable la caracterización que efectúa exhibiendo el temperamento volcánico de Rainey, su extravagancia, capricho, obstinación y desinhibición dada su diferente orientación sexual.
La hipnótica interpretación de Davis de ningún modo hace sombra a la de Boseman en su último trabajo para el cine poco tiempo antes de fallecer en agosto pasado a causa de un cáncer. El malogrado actor transmite maravillosamente el ímpetu del joven músico dueño de un estilo diferente que aspira a crear su propia banda musical. Su actuación es nada menos que antológica en dos inolvidables secuencias; en una de ellas, a través de un conmovedor monólogo recuenta su traumática experiencia cuando a los 8 años de edad testimonió las vejaciones que varios hombres blancos infligieron a su madre y la lección recibida de su padre sobre cómo tratarlos sin temor alguno; en otra escena expresa con ardiente rabia su negación de Dios porque de haber existido no habría permitido la salvaje explotación e injusticia sufrida por la comunidad negra.
Este elocuente y potente drama además de ilustrar los conflictos internos entre los miembros de la comunidad afroamericana deja trascender la lucha emprendida por su dignidad en un período en que los migrantes negros del sur creyeron que desplazándose al norte del país encontrarían mejores condiciones de vida; evidentemente, ese sueño americano nunca llegó a concretarse y lo que resulta más desafortunado es que el segregacionismo racial de antaño aún sigue persistiendo en la actualidad. Jorge Gutman