WANDERING, A ROHINGYA STORY / ERRANCE SANS RETOUR. Canadá, 2020. Un film de Mélanie Carrier y, Olivier Higgins. 88 minutes.
El drama de los refugiados que tratan de hallar protección en diferentes lugares del mundo es una realidad bien conocida; con todo, lo que este documental ofrece es una descarnada ilustración de lo que acontece en el campo de Kutupalong ubicado al sudeste de Bangladesh, considerado el más grande del mundo. El fotógrafo reportero Renaud Philippe realizó una visita a la zona en 2018 donde además de interiorizarse del problema a través del testimonio de su gente, utilizó su cámara para captar fotografías que vivamente impresionaron a los cineastas Mélanie Carrier y Oliver Higgins; eso les ha servido de inspiración para emprender la realización del presente documental.
Según las estadísticas de 2018 ese campo de refugiados está poblado por aproximadamente 700.000 Rohingyas en una superficie de escasos 13 kilómetros cuadrados. En 2017 sus pobladores estuvieron forzados a huir de Myanmar ‑la tierra natal- debido al genocidio perpetrado por el ejército, especialmente en el estado de Rakhine donde más de 20.000 personas fueron asesinadas. Ese atávico odio se debe en gran medida a que este grupo étnico minoritario ‑cuya ciudadanía le es negada- profesa la fe musulmana a diferencia de la mayoría de la población budista. Lamentablemente en esta matanza estuvo involucrada Aung San Suu Kyi — premiada en 1991 con el Nóbel de la Paz y hoy día bajo arresto debido al reciente golpe militar– quien habiendo liderado al país se abstuvo de condenar la violación, tortura y muerte ejercida por los generales a los Rohingyas.
Gran parte del logro de este remarcable documento es debido a la inestimable colaboración del poeta y refugiado rohingya Kala Miya ‑apodado Kalam- quien se encarga de la narración aunque la misma es hablada por Mohamed Shofi. Kalam, que dejó Myanmar a los 20 años para ir a vivir en India para posteriormente a sus familiares desplazados, relata cómo su deseo de llegar a ser doctor se truncó para convertirse en intérprete para las ONG y los periodistas. De sus declaraciones como también las suministradas por otros refugiados y con la complementación de un importante material de archivo, se puede apreciar la cotidiana existencia de estos desterrados.
Viviendo en condiciones precarias, los documentalistas han evitado mostrar el miserabilismo de esta apátrida población; en cambio, sin recargar las tintas enfocan las colas para lograr los alimentos que son distribuidos, la obtención del agua necesaria, las improvisadas clases de inglés, los partidos de fútbol de los niños, como también la nostalgia emanada por algunos de sus pobladores recordando a Myanmar y a los amigos allí dejados. No faltan algunas notas dramáticas como la de una mujer llorando por los miembros de su familia que han sido ejecutados y las referencias a la desaparición de niños debido al tráfico humano existente. Dentro de ese panorama se evidencia el trauma experimentado por estos expatriados que aunque salvaguardados del terror se encuentran prisioneros de los fantasmas que acuden a la mente recordando el tumultuoso pasado.
La pintura realista a la vez que sensible y conmovedora ofrecida por Higgins y Carrier con la colaboración de la estupenda fotografía de Renaud Philippe, permite que el espectador se involucre con el drama de esta comunidad errante sin nacionalidad ni pasaporte que haciendo sentir su voz busca un lugar en el mundo donde vivir libre de hostigamiento y persecución. Jorge Gutman