THE MAURITANIAN. Gran Bretaña-Estados Unidos, 2020. Un film de Kevin MacDonald. 129 minutos.
Un triste episodio basado en un acontecimiento veraz acontecido en la prisión de Guantánamo es el que el realizador Kevin Mac Donald reproduce en The Mauritanian basado en el drama vivido por Mohamedou Ould Slahi que lo narra en su libro “Guantanamo Diary”. A decir verdad, lamentablemente hoy día no causa mayor sorpresa, la situación que a través de los años innumerables prisioneros políticos hayan sido alojados en ese recinto sin haber existido evidencias concretas de lo que se les acusaba; con todo, el ver reflejado en la pantalla el caso de Slahi resulta sumamente patético.
Si bien en sus primeros minutos la narración ofrece cierta confusión, a medida que transcurre el relato va adquiriendo la solidez necesaria para comprender cómo los hechos se han ido concadenando. La acción comienza en Mauritania, país ubicado al este de África, dos meses después del trágico 11 de septiembre de 2001, cuando funcionarios de la policía local llegan al hogar de Slahi (Tahar Rahim) indicándole que debe acompañarlos a fin de ser interrogado por las autoridades de Estados Unidos; lo que parecería implicar una breve ausencia, tal como se lo expresa a su madre, resulta el comienzo de su calvario en el centro de detención de Guantánamo a partir de septiembre de 2002, previa prisión de 8 meses en Jordania. El arresto es debido porque el FBI supone que él ha estado implicado en el acto terrorista neoyorkino. Los elementos en que se fundan es haber mantenido contacto telefónico con su primo perteneciente a al-Qaeda, y que además durante sus estudios realizados en Alemania, años antes al del ataque de Nueva York, mantuvo contacto con un yihadista de Yemen.
Valiéndose del guión de M.B. Traen, Rory Haines y Sohrab Noshirvani, el realizador enfoca su relato ilustrando las denigrantes técnicas de interrogación aplicadas por el personal militar de la infame cárcel. A su vez, destaca los esfuerzos realizados por la abogada Nancy Hollander (Jodie Foster) quien, trabajando junto con su joven asociada Teri Duncan (Shailene Woodley) en un gabinete jurídico de New Mexico, está sumamente interesada en asumir la defensa de Slahi para lograr que le sea concedido el habeas corpus; este es un método empleado para proteger a una persona acusada que ha sido privada de su libertad sin haber sido juzgada y sin evidencia legal incriminatoria.
Es dramático comprobar cómo Slahi es tratado por sus guardianes a fin de obtener su confesión, utilizando métodos aberrantes de tortura en el que es encadenado, sometido a temperaturas extremas, recibiendo brutales golpes y hasta ser sometido con los ojos vendados a un falso acto de ejecución. Así, en los continuados viajes que efectúa Hollander a Guantánamo con el propósito de actuar en su defensa, el desgraciado sujeto no puede menos que expresar su pesimismo, frustración y su manifiesta desconfianza hacia ella. En tanto que la abogada trata de reunir y examinar los legajos del acusado, por su parte Stuart Couch (Benedict Cumberbatch) actuando como el procurador militar del gobierno desea que el proceso adquiera el máximo de transparencia posible donde en todo momento las reglas de la ley sean aplicadas; sin embargo cuando Couch comprueba que eso no es posible, renuncia a su cargo.
Cuando finalmente en 2010 el juicio tiene lugar con Slahi en la base naval americana y el juez Robertson (Andre Jacobs) en New Mexico, después de haber oído los alegatos del caso el magistrado otorga el habeas corpus manifestando que las asociaciones que mantuvo el incriminado no ameritan legalmente su detención. Tal como aparece en los créditos finales, el Departamento de Justicia apeló la decisión y es así que Slahi recién obtuvo su libertad en octubre de 2016, después de 14 años y 2 meses de confinamiento; sin haber sido inculpado de delito alguno ni el Departamento de Defensa, como tampoco ninguna agencia gubernamental de Estados Unidos reconoció responsabilidad alguna por los abusos sufridos en Guantánamo.
A través de una sobria y clásica narración MacDonald permite que este drama sensibilice al espectador gracias en parte al impecable elenco que ha logrado reunir. Rahim efectúa una magnífica composición del sufriente prisionero que en la soledad trasunta increíble humanidad, encuentra solaz en su fe religiosa e incluso la inspiración para escribir en su encierro sus experiencias que serían volcadas en su exitoso libro. No menos ponderable es la labor de Foster quien descuella como la jurista de notable integridad moral que está determinada a toda costa a que su defendido logre ser juzgado. En papeles de apoyo se destaca Cumberbatch componiendo al abnegado fiscal que abandona el caso por cargo de conciencia cuando descubre que las confesiones del acusado han sido obtenidas bajo coerción.
Al terminar su proyección no cabe menos que reflexionar sobre las anomalías que suele presentar el sistema judicial de Estados Unidos y, sobre todo, que la cárcel de Guantánamo siga aún existiendo. Jorge Gutman