Una Boda Diferente

LA BODA DE ROSA. Espa­ña-Fran­cia, 2020. Un film de Icíar Bollaín. 97 minutos

La direc­to­ra Icíair Bollaín que mani­fies­ta una espe­cial sen­si­bi­li­dad hacia los per­so­na­jes feme­ni­nos, tal como lo evi­den­ció en Te doy mis Ojos (2003), nue­va­men­te lo demues­tra en esta come­dia cos­tum­bris­ta cuya mora­le­ja sería la de “res­pé­ta­te a ti mis­mo si quie­res que otros te res­pe­ten”. Eso es lo que acon­te­ce con el prin­ci­pal per­so­na­je de La Boda de Rosa, una pelí­cu­la huma­na, mag­ní­fi­ca­men­te con­ce­bi­da, con un tema capaz de ser acep­ta­do por cual­quier tipo de audiencia.

Can­de­la Peña

El guión de la cineas­ta escri­to con Ali­cia Luna ubi­ca la acción en la ciu­dad de Valen­cia aun­que bien podría desa­rro­llar­se en cual­quier sitio de Espa­ña o en el res­to del mun­do. Allí resi­de Rosa (Can­de­la Peña), una mujer de 45 años que siem­pre ha vivi­do para los demás sin ser due­ña de sí mis­ma. Eso acon­te­ce por­que el núcleo fami­liar que la rodea abu­sa de ella y no pre­ci­sa­men­te por mala fe sino por­que sin dar­se cuen­ta Rosa se deja lle­var. Como incan­sa­ble tra­ba­ja­do­ra en todo momen­to debe estar al ser­vi­cio de sus dos her­ma­nos Arman­do (Ser­gi López) y Vio­le­ta (Natha­lie Poza), así como de Anto­nio (Ramón Barea), su padre viu­do; eso no la exclu­ye de preo­cu­par­se por su hija Lidia (Pau­la Use­ro) que está casa­da y vivien­do en Man­ches­ter con sus dos bebés melli­zos. ¿Pero quién se ocu­pa o preo­cu­pa por Rosa?

Cuan­do su padre deci­de mudar­se de domi­ci­lio para vivir con ella sin que exis­ta nece­si­dad de hacer­lo y a su vez su hija por haber­se sepa­ra­do de su mari­do regre­sa a Valen­cia con sus melli­zos, esa es la gota que rebal­sa el vaso para que esta anti­he­roí­na deci­da cam­biar drás­ti­ca­men­te de vida. A pesar de tener un pre­ten­dien­te que la cor­te­ja (Xavo Gimé­nez) ella ha dis­pues­to casar­se con­si­go misma.

Bollaín sien­te un gran afec­to por estos per­so­na­jes que ade­más de estar efi­cien­te­men­te esbo­za­dos están impe­ca­ble­men­te carac­te­ri­za­dos por un sóli­do elen­co lide­ra­do por la exce­len­te Can­de­la Peña y muy bien acom­pa­ña­da por Poza, López, Barea y Use­ro como los inte­gran­tes de esta anti­con­ven­cio­nal familia.

Por lo que ante­ce­de, la rea­li­za­do­ra logra una deli­cio­sa come­dia con un humor medi­do en don­de no hay espa­cio para el mal gus­to, brin­dan­do un ameno rela­to que emo­cio­na sin recu­rrir a un arti­fi­cio­so sen­ti­men­ta­lis­mo. Entre las muchas acer­ta­das esce­nas, se des­ta­ca la de la boda don­de Rosa pro­cla­ma ante sus invi­ta­dos lo que pro­si­gue: “Pro­me­to res­pe­tar­me, cui­dar­me. Pro­me­to escu­char­me, per­do­nar­me. Pro­me­to hacer lo que me haga bien a mí. Pro­me­to pre­gun­tar­me a mí mis­ma pri­me­ro antes que pre­gun­tar qué quie­ren los demás. Pro­me­to lle­var a cabo mis sue­ños y mis deseos. Pro­me­to que­rer­me con todo cora­zón todos los días de mi vida. Tam­bién quie­ro renun­ciar a poner mi feli­ci­dad en manos de los demás. Y por últi­mo renun­cio a ser obediente”.

Una vez más se con­fir­ma que una ajus­ta­da direc­ción, un esme­ra­do guión y un cali­fi­ca­do elen­co per­mi­ten obte­ner una bue­na pelí­cu­la como la que se aca­ba de comentar.
Jor­ge Gutman