Malo­gra­da Comedia

CHA­CUN CHEZ SOI. Fran­cia, 2020. Un film de Michè­le Laro­que. 83 minutes

No siem­pre es posi­ble lograr una bue­na come­dia; en todo caso el comen­ta­rio vie­ne al caso por­que Cha­cun Chez Soi ade­más de no con­for­mar es uno de los fil­mes más ende­bles que den­tro del géne­ro haya brin­da­do el cine de Fran­cia. Sin lugar a dudas, el segun­do tra­ba­jo como rea­li­za­do­ra de la actriz Michè­le Laro­que, quien ade­más lo inter­pre­ta, no enri­que­ce­rá su currículum.

Stépha­ne Groodt y Michè­le Laroque

El guión de Laro­que escri­to con Julien Colom­ba­ni pre­sen­ta al matri­mo­nio inte­gra­do por Yann (Stépha­ne de Groodt) y Cathe­ri­ne (Laro­que), una pare­ja de media­na edad cuya vida con­yu­gal ha trans­cu­rri­do plá­ci­da­men­te, sien­do padres de dos hijas adul­tas que no viven con ellos. Dado que Yann ha ven­di­do la empre­sa que tenía con el pro­pó­si­to de jubi­lar­se, de algún modo la vida de ambos ha cam­bia­do; eso se debe prin­ci­pal­men­te por­que él de mane­ra obse­sio­na­da des­ti­na la mayor par­te del día a cui­dar sus bon­sáis, por lo que su mujer se sien­te un poco ais­la­da a la vez que celosa.

La ruti­na coti­dia­na se alte­ra cuan­do Anna (Ali­ce de Lenc­que­saing), la hija mayor de 27 años, lle­ga con su novio Tho­mas (Oli­vier Rosem­berg) a visi­tar­los y Yann les ofre­ce alber­gue tem­po­ral dado que el joven per­dió su empleo de agen­te de via­jes, ade­más del lugar en que habi­ta­ban. Aun­que lo disi­mu­la muy bien, a Cathe­ri­ne esta invi­ta­ción no le hace mucha gra­cia por­que pre­su­me que la exis­ten­cia apa­ci­ble que lle­va­ba se verá alterada.

La supues­ta chis­pa del rela­to con­sis­te en ilus­trar algu­nas tre­tas que la due­ña de casa ‑ase­so­ra­da por su ami­ga Mylè­ne (Lau­ren­ce Bibot)- uti­li­za para fas­ti­diar subrep­ti­cia­men­te a sus invi­ta­dos a fin de que éstos se encuen­tren obli­ga­dos a mar­char­se lo antes posi­ble; sin embar­go, eso es expues­to de mane­ra cari­ca­tu­res­ca con la inten­ción de diver­tir, aun­que sola­men­te lo logra en esca­sos momen­tos dado que los gags emplea­dos son en su mayor par­te ano­di­nos y sin gra­cia. A todo ello, el libre­to incor­po­ra varias situa­cio­nes que no sola­men­te dis­traen sino que res­tan con­ti­nui­dad al pro­ble­ma cen­tral planteado.

Resul­ta intri­gan­te saber la razón por la que el elen­co de esta come­dia deci­dió par­ti­ci­par en la mis­ma dado que lo expues­to se ase­me­ja a un medio­cre sit­com tele­vi­si­vo. En suma, la correc­ta inter­pre­ta­ción de los acto­res de nin­gún modo com­pen­sa las falen­cias de un fútil guión nutri­do de pobres diá­lo­gos y narra­do sin mayor ima­gi­na­ción; todo ello con­cu­rre a que esta falli­da come­dia resul­te fácil­men­te olvi­da­ble. Jor­ge Gutman

Manual de la Fami­lia Perfecta

LE GUI­DE DE LA FAMI­LLE PAR­FAI­TE / THE GUI­DE TO THE PER­FECT FAMILY. Cana­dá, 2021. Un film de Ricar­do Tro­gi. 102 minutos

Repi­tien­do el éxi­to logra­do en 2015 con Le Mira­ge, el dúo inte­gra­do por el direc­tor Ricar­do Tro­gi y el actor y guio­nis­ta Louis Moris­set­te brin­da una come­dia dra­má­ti­ca sobre la edu­ca­ción de los hijos que ade­más de estar muy bien logra­da adquie­re reso­nan­cia más allá de la pro­vin­cia de Que­bec don­de trans­cu­rre la acción.


Émi­lie Bie­rre y Louis Morissette

Mar­tin (Moris­set­te) es un cua­dra­ge­na­rio casa­do con Marie-Soleil (Cathe­ri­ne Cha­bot) y padre de Mathis (Xavier Lebel), un niño de cin­co años; en su hogar tam­bién con­vi­ve Rose (Émi­lie Bie­rre), su hija de 17 años, que es pro­duc­to de su matri­mo­nio pre­ce­den­te con Caro­li­ne (Isa­be­lle Gué­rard) de quien se había divor­cia­do. En prin­ci­pio se asis­te a la ima­gen de una fami­lia ideal don­de Mar­tin man­tie­ne una armo­nio­sa rela­ción con su actual espo­sa, tie­ne un buen tra­ba­jo como eje­cu­ti­vo en una com­pa­ñía en la que aspi­ra a lograr una pro­mo­ción, al pro­pio tiem­po que se encuen­tra muy orgu­llo­so del exce­len­te pun­ta­je que obtie­ne Rose en su últi­mo año de ense­ñan­za media.

Gra­dual­men­te se obser­va que en la edu­ca­ción de sus hijos se asis­te a un doble están­dar. Mien­tras que Marie-Soleil adop­ta una acti­tud con­des­cen­dien­te con Mathis quien se com­por­ta agre­si­va­men­te, Mar­tin dis­ta de pres­tar mayor aten­ción al niño para con­cen­trar­la en Rose don­de aguar­da que ella se dis­tin­ga no solo en sus estu­dios sino tam­bién en las dife­ren­tes acti­vi­da­des extra­cu­rri­cu­la­res. Cla­ro está que esa mis­ma con­duc­ta la asu­me en su tra­ba­jo coti­diano don­de el joven Pie­rre-Luc (Jean-Carl Bou­cher), uno de sus emplea­dos, no está dis­pues­to a reci­bir la pre­sión que le impone.

El dis­pa­ra­dor de la tra­ma, muy bien esbo­za­da por Moris­set­te con la cola­bo­ra­ción de Fra­nçois Avard y Jean-Fra­nçois Léger, se pro­du­ce cuan­do Rose come­te una gra­ve fal­ta en la escue­la por la cual es sus­pen­di­da por el res­to del perío­do esco­lar y sola­men­te se le per­mi­te que rin­da los exá­me­nes fina­les. Ese moti­vo cons­ti­tu­ye un gol­pe muy fuer­te para Mar­tin pro­vo­can­do que la rela­ción con su ado­ra­da hija comien­ce a ser afectada.

La situa­ción expues­ta per­mi­te que se logre una total empa­tía con su pro­ta­go­nis­ta; por un lado resul­ta com­pren­si­ble que Mar­tin, vivien­do en la socie­dad con­tem­po­rá­nea obse­sio­na­da por el éxi­to, desea que Rose triun­fe en todo lo que enca­ra; pero por otra par­te, en su volun­tad de lograr­lo no tie­ne en cuen­ta que su acti­tud de invo­lun­ta­ria sobre­pro­tec­ción pue­de aca­rrear con­se­cuen­cias nega­ti­vas; así, a pesar del con­ti­nuo con­tac­to man­te­ni­do con su hija, él no ha repa­ra­do has­ta qué pun­to Rose se encuen­tra en un esta­do de pro­fun­da depre­sión que tra­ta de com­ba­tir acu­dien­do al empleo indis­cri­mi­na­do de pas­ti­llas antidepresivas.

No obs­tan­te su tras­fon­do dra­má­ti­co el cineas­ta logra ame­ni­zar el rela­to median­te algu­nas diver­ti­das esce­nas sazo­na­das con sabro­sos diá­lo­gos. Evi­tan­do cual­quier men­sa­je mora­li­za­dor Tro­gi no pre­ten­de ofre­cer un manual sobre el com­por­ta­mien­to de la fami­lia ideal sino ilus­trar a tra­vés de la rela­ción filial, las difi­cul­ta­des que con­lle­va el lle­gar a ser un padre perfecto.

Esta his­to­ria adquie­re com­ple­ta auten­ti­ci­dad gra­cias a la diná­mi­ca rea­li­za­ción, su estu­pen­do guión y la exce­len­te pres­ta­ción de sus dos pro­ta­go­nis­tas. Moris­se­te trans­mi­te ple­na­men­te los dife­ren­tes esta­dos emo­cio­na­les de su per­so­na­je inclu­yen­do la ansie­dad, frus­tra­ción, pate­tis­mo y ter­nu­ra así como la fali­bi­li­dad inhe­ren­te de todo ser humano; por su par­te Bie­rre es suma­men­te expre­si­va como la joven que en el com­ple­jo pro­ce­so de tran­si­ción de la ado­les­cen­cia hacia la eta­pa adul­ta de su vida expe­ri­men­ta la angus­tia al no haber satis­fe­cho las espe­ran­zas que su padre aguar­da­ba de ella. En roles de apo­yo ade­más de la par­ti­ci­pa­ción de Gué­rard y de Bou­cher, igual­men­te se dis­tin­guen Gilles Renaud y Ale­xan­dre Goyette.

He aquí un nota­ble film cana­dien­se que deja sufi­cien­te espa­cio para que el públi­co refle­xio­ne sobre su con­te­ni­do. Jor­ge Gutman

La Ven­gan­za de los Giles

HEROIC LOSERS (LA ODI­SEA DE LOS GILES). Argen­ti­na-Espa­ña, 2019. Un film de Sebas­tian Borensz­tein. 116 minutos

Por si alguien no vivien­do en Argen­ti­na igno­ra el sig­ni­fi­ca­do de la pala­bra “gil”, Fer­min Per­las­si (Ricar­do Darín), uno de los prin­ci­pa­les per­so­na­jes de La Odi­sea de los Giles y que es asi­mis­mo el narra­dor de la mis­ma, lo acla­ra en su comien­zo; así seña­la que el tér­mino alu­de a todo aquél al que le fal­ta vive­za y picar­día y aun­que es hones­to y tra­ba­ja­dor cum­plien­do con las reglas esta­ble­ci­das es con­si­de­ra­do como tal. Cla­ro está que cuan­do el “gil” es explo­ta­do sal­va­je­men­te tra­ta­rá de uti­li­zar su inge­nio­si­dad para vengarse.

Luis Bran­do­ni y Ricar­do Darín

Ins­pi­rán­do­se en el com­por­ta­mien­to de esta gen­te el direc­tor Sebas­tián Borensz­tein, res­pon­sa­ble de logra­dos fil­mes como Un Cuen­to Chino (2011) entre otros, reafir­ma una vez más su talen­to de rea­li­za­dor en esta gra­tí­si­ma tra­gi­co­me­dia basa­da en la pre­mia­da nove­la La Noche de la Usi­na de Eduar­do Sache­ri. La tra­ma tie­ne como telón de fon­do la gra­ve cri­sis finan­cie­ra vivi­da por Argen­ti­na hacia fina­les de 2001 por la que el gobierno deci­dió res­trin­gir la libre dis­po­si­ción de dine­ro en efec­ti­vo de pla­zos fijos, cuen­tas corrien­tes y cajas de aho­rros; en con­se­cuen­cia a la pobla­ción sola­men­te le fue per­mi­ti­do el reti­ro de una ínfi­ma suma sema­nal de su dine­ro depo­si­ta­do en las ins­ti­tu­cio­nes bancarias.

El rela­to adap­ta­do por el autor del libro y Borensz­tein ubi­ca la acción en un pue­blo de pro­vin­cia com­ple­ta­men­te decaí­do eco­nó­mi­ca­men­te, pocos días antes de la drás­ti­ca medi­da guber­na­men­tal. Ahí Fer­mín, un ex juga­dor de fút­bol, deci­de poner en mar­cha un vie­jo sue­ño como lo es el de cons­ti­tuir una coope­ra­ti­va para que una aco­pia­do­ra de gra­nos que esta­ba aban­do­na­da pue­da ope­rar nue­va­men­te y cons­ti­tu­ya una impor­tan­te fuen­te de tra­ba­jo para sus habi­tan­tes. Con la cola­bo­ra­ción de su que­ri­da mujer Lidia (Veró­ni­ca Lli­nás) y de Anto­nio Fon­ta­na (Luis Bran­do­ni), su ami­go anar­quis­ta, logran per­sua­dir a varios veci­nos loca­les de dife­ren­te con­di­ción eco­nó­mi­ca a inver­tir sus aho­rros dola­ri­za­dos para con­cre­tar la ope­ra­ción; entre los mis­mos se hallan un idio­sin­crá­ti­co pero­nis­ta (Daniel Aráoz), los pin­to­res­cos her­ma­nos Ela­dio (Ale­jan­dro Gige­na) y Ata­na­sio Medi­na (Car­los Bello­so) y la diná­mi­ca empre­sa­ria Car­men Lar­gio (Rita Cor­te­se). Mien­tras tan­to el dine­ro dola­ri­za­do que se logró jun­tar es depo­si­ta­do en la caja fuer­te del ban­co local; sin embar­go cuan­do Fer­min deci­de recu­rrir a un prés­ta­mo ban­ca­rio a fin de com­ple­tar la suma nece­sa­ria para el pro­yec­to, el geren­te le acon­se­ja abrir una cuen­ta con el mon­to man­te­ni­do en cus­to­dia a fin de poder obte­ner el cré­di­to. Lamen­ta­ble­men­te, ese fun­cio­na­rio actuan­do de mala fe, al saber de ante­mano el ave­ci­na­mien­to de la deba­cle finan­cie­ra, se alía con un ines­cru­pu­lo­so abo­ga­do local (Andrés Parra) para apo­de­rar­se del dine­ro. Com­ple­ta­men­te esta­fa­dos, estos incau­tos aho­rris­tas se unen para poner en mar­cha un fan­ta­sio­so y arries­ga­do plan a fin de recu­pe­rar el dine­ro sus­traí­do, influi­dos en par­te por lo que se ve en la pelí­cu­la How to Steal a Million (1969) con Audrey Hep­burn y Peter O’Toole.

Uno de los méri­tos de esta his­to­ria radi­ca en la exce­len­te des­crip­ción de los per­so­na­jes quie­nes, cada uno con sus dife­ren­tes carac­te­rís­ti­cas, logran gene­rar una gran empa­tía con la audien­cia que los obser­va; indu­da­ble­men­te, eso es debi­do en gran par­te a la valio­sa pres­ta­ción de un elen­co este­lar y uni­for­me don­de a los acto­res ya men­cio­na­dos se agre­gan Chino Darin que al igual que en la vida real inter­pre­ta al hijo de Fer­mín y Mar­co Anto­nio Capo­ni ani­man­do al hijo de Carmen.

Borensz­tein mane­ja con gran aplo­mo esta huma­na y emo­ti­va his­to­ria don­de equi­li­bran­do el dra­ma con humor y sus­pen­so demues­tra que los nue­ve anti­hé­roes no son tan giles como se les creía. Fina­men­te cabe cele­brar que un muy buen film de Amé­ri­ca Lati­na alter­ne la car­te­le­ra de los cines cana­dien­ses. Jor­ge Gutman

Una Ex Sica­ria en Acción

BLACK WIDOW. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de Cate Shortland. 133 minutos

Des­pués de poco más de un año de espe­ra a cau­sa de la pan­de­mia recién aho­ra vio la luz Black Widow, pro­duc­ción de los estu­dios Mar­vel diri­gi­da por Cate Shortland, cuyo pro­pó­si­to es resal­tar el empren­di­mien­to de su heroí­na Natasha Roma­noff. Aun­que este per­so­na­je mue­re en el epi­so­dio de Aven­gers: End­ga­me (2019), eso no tie­ne mayor impor­tan­cia, sobre todo para quie­nes no hayan vis­to la serie de refe­ren­cia; lo que sí cabe des­ta­car es que en la pre­sen­te oca­sión el uni­ver­so cine­má­ti­co de Mar­vel prio­ri­za a los per­so­na­jes femeninos.

Scar­lett Johansson

Como pró­lo­go de la his­to­ria de Jac Schaef­fer y Ned Ben­son, el guión de Eric Pear­son ubi­ca el esce­na­rio en Ohio en 1995 don­de la niña Natasha (Ever Ander­son) y su her­ma­ni­ta Yele­na (Vio­le­ta McGraw) se ven for­za­das a huir del país con sus supues­tos padres Ale­xei (David Har­bour) y Meli­na (Rachel Weisz), dos espías rusos; des­pués de su retorno a Rusia, esta dis­fun­cio­nal fami­lia se dis­gre­ga. Inme­dia­ta­men­te el rela­to se des­pla­za a 2016 don­de Natasha (Scar­lett Johans­son) reen­con­tra­rá a Yele­na (Flo­ren­ce Pugh) y ambas tra­ta­rán de des­en­mas­ca­rar y derro­tar al villano gene­ral ruso Drey­kov (Ray Wins­to­ne); él super­vi­sa el pro­gra­ma “viu­da negra”, des­ti­na­do a con­ver­tir a jóve­nes huér­fa­nas en sinies­tras ase­si­nas median­te el uso de dro­gas con­tro­la­do­ras de la men­te y en el que des­afor­tu­na­da­men­te Natasha y Yele­na habían sido some­ti­das a ese cruel experimento.

Hay dos aspec­tos que la rea­li­za­do­ra con­si­de­ra en esta his­to­ria. Por un lado se asis­te al típi­co rela­to de acción y aven­tu­ras don­de las fuer­zas del bien lucha­rán con­tra las malig­nas; en ese queha­cer que abar­ca apro­xi­ma­da­men­te la mitad del rela­to, no hay duda que los aman­tes del géne­ro sal­drán satis­fe­chos. Pero más allá del puro entre­te­ni­mien­to ofre­ci­do en las esce­nas de lucha, per­se­cu­cio­nes y bala­ce­ras, median­te una apro­xi­ma­ción deci­di­da­men­te femi­nis­ta la direc­to­ra enfo­ca el deve­nir de Natasha. Debi­do a las hue­llas trau­má­ti­cas de su pasa­do que han que­da­do regis­tra­das en su memo­ria, esta ex sica­ria tra­ta de lograr su ver­da­de­ra iden­ti­dad; es allí que el ciné­fi­lo podrá des­cu­brir el dra­ma de la pro­ta­go­nis­ta en pro­cu­ra de un sin­ce­ro afec­to que final­men­te lo encuen­tra a tra­vés de la soli­da­ri­dad for­ja­da con Yele­na y con sus pro­ge­ni­to­res a pesar de no exis­tir lazos sanguíneos.

Johans­son es una exce­len­te actriz que ha demos­tra­do su inne­ga­ble apti­tud en varios fil­mes, inclu­yen­do entre otros Match Point (2005) y espe­cial­men­te Marria­ge Story (2019); en este caso no resul­ta extra­ño que des­pués de haber dado vida en ocho opor­tu­ni­da­des a Natasha Roma­noff, su nue­va inter­pre­ta­ción del famo­so per­so­na­je resul­ta insu­pe­ra­ble demos­tran­do la deter­mi­na­ción y valen­tía de esta joven mujer aun­que inter­na­men­te se sien­ta vul­ne­ra­ble . A su lado igual­men­te tie­ne oca­sión de lucir­se Pugh como Yele­na logran­do una nota­ble quí­mi­ca con Natasha en las secuen­cias de inti­mi­dad com­par­ti­das; en otros roles se dis­tin­guen la cali­dez brin­da­da por la vete­ra­na Weisz así como Har­bour ofre­cien­do algu­nos momen­tos risue­ños de su sin­gu­lar superhéroe.

Es impor­tan­te remar­car que el film con­clu­ye con un epí­lo­go fue­ra de serie; esto es así, por­que cuan­do comien­zan los cré­di­tos fina­les que se extien­den por 10 minu­tos recién en los últi­mos 2 se inclu­ye una esce­na ‑que obvia­men­te no se deve­la­rá- en la que el espec­ta­dor des­cu­bri­rá quien será la pró­xi­ma super­he­roí­na si es que los estu­dios Mar­vel deci­den con­ti­nuar con esta exi­to­sa fran­qui­cia. En todo caso, se reco­mien­da per­ma­ne­cer en la sala has­ta el últi­mo minu­to. Jor­ge Gutman

Emo­ti­vo Melodrama

I CARRY YOU WITH ME / TE LLE­VO CON­MI­GO. Méxi­co-Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de Hei­di Ewing. 111 minutos.

Con 22 docu­men­ta­les en su haber la direc­to­ra Hei­di Ewing enca­ra en I Carry You With Me su pri­mer tra­ba­jo de fic­ción cen­tran­do la aten­ción en dos per­so­na­jes mexi­ca­nos gays de la vida real, Ivan Gar­cía y Gerar­do Zaba­le­ta, median­te la repro­duc­ción de sus vidas duran­te un lap­so de dos décadas.

Con gran sen­si­bi­li­dad feme­ni­na, Ewing con­si­de­ra varios temas que se van com­ple­men­tan­do como el de la orien­ta­ción sexual, la dis­fun­cio­na­li­dad fami­liar, el reco­no­ci­mien­to pro­fe­sio­nal, el sue­ño ame­ri­cano, la inmi­gra­ción ile­gal así como la diás­po­ra de vivir en un país ajeno.

Arman­do Espi­tia y Chris­tian Vázquez

La acción se ubi­ca en Pue­bla, en 1994. Iván (Arman­do Espi­tia) de 20 años quien es un culi­na­rio diplo­ma­do tra­ba­ja empe­ño­sa­men­te en un res­tau­ran­te lavan­do la vaji­lla, en tan­to que su aspi­ra­ción de ser pro­mo­vi­do a coci­ne­ro y lle­gar a ser chef dis­ta de con­cre­tar­se. Sepa­ra­do de su mujer Pao­la (Miche­lle Gon­zá­lez) que está a car­go de su peque­ño hijo Ricky (Paco Luna), man­tie­ne ocul­ta su homo­se­xua­li­dad. Su vida cobra un vuel­co cuan­do cono­ce a Gerar­do (Chris­tian Váz­quez), un adjun­to pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio que no tie­ne pro­ble­ma alguno en dar a cono­cer su pre­fe­ren­cia sexual, y entre ambos sur­ge un fuer­te víncu­lo sentimental.

A tra­vés de flash­backs en bre­ves esce­nas se apre­cia cómo trans­cu­rrie­ron los años de infan­cia de ambos. En tan­to que el padre de Iván no disi­mu­la su des­ilu­sión cuan­do des­cu­bre su incli­na­ción sexual, el de Gerar­do ‑un rico y machis­ta ran­che­ro de Chia­pas- lo cas­ti­ga seve­ra­men­te por ser como es.

Cuan­do Pao­la des­cu­bre que su mari­do man­tie­ne una rela­ción con Gerar­do, lo ame­na­za con no per­mi­tir­le ver a su hijo. Esa situa­ción impul­sa a Iván a dejar Pue­bla, una ciu­dad don­de los obs­tácu­los socia­les con los pre­jui­cios exis­ten­tes impi­den que pue­da vivir sin temor su amor con Gerardo.

Con­se­cuen­te­men­te Iván acom­pa­ña­do de San­dra (Miche­lle Rodrí­gez), su ami­ga de la infan­cia, ini­cia el ries­go­so via­je clan­des­tino hacia Esta­dos Uni­dos, aspi­ran­do a un mejor por­ve­nir como coci­ne­ro, reu­nir el dine­ro sufi­cien­te para enviar a su hijo y even­tual­men­te retor­nar a Méxi­co algún tiem­po des­pués para reu­nir­se con su compañero.

El res­to del rela­to con­ce­bi­do por Ewing y el coguio­nis­ta Alan Page Arria­ga, expo­ne la expe­rien­cia de lván en terri­to­rio ame­ri­cano quien está afin­ca­do en el dis­tri­to neo­yor­kino de Queens. Comen­zan­do con tra­ba­jos meno­res, a medi­da que el tiem­po trans­cu­rre y con la lle­ga­da de Gerar­do ‑tam­bién de mane­ra ile­gal- la situa­ción pro­fe­sio­nal les lle­ga a son­reír en el ramo gas­tro­nó­mi­co has­ta lograr el mane­jo de un exi­to­so res­tau­ran­te don­de se cum­ple el ansia­do sue­ño de Iván de deve­nir un buen chef.

La tra­ma va adqui­rien­do mayor inten­si­dad emo­cio­nal al ir expo­nien­do la vul­ne­ra­bi­li­dad de estos dos per­so­na­jes que no obs­tan­te la bue­na situa­ción eco­nó­mi­ca y la satis­fac­ción de poder expre­sar su amor libre­men­te, viven indo­cu­men­ta­da­men­te y a la vez sien­ten la gran año­ran­za hacia la tie­rra natal con el vacío que les pro­du­ce estar dis­tan­cia­dos de la fami­lia. Eso se refle­ja más inten­sa­men­te en el caso de Iván quien con gran amor pater­nal anhe­la poder reen­con­trar­se con su hijo adul­to des­pués de más de vein­te años de no haber teni­do un encuen­tro físi­co; pero es cons­cien­te de que si via­ja a Méxi­co no podrá retor­nar a Esta­dos Uni­dos y por otra par­te su hijo tam­po­co pue­de venir a visi­tar­lo por­que le ha sido nega­da la visa americana.

El con­flic­to emo­cio­nal sus­ci­ta­do por la pater­ni­dad está muy bien plan­tea­do por Ewing logran­do que la últi­ma par­te del rela­to adquie­ra con­si­de­ra­ble enver­ga­du­ra dramática.

La obser­va­ción que mere­ce este film es que su narra­ción no cro­no­ló­gi­ca no es la más acer­ta­da en la medi­da que los con­ti­nuos sal­tos en el tiem­po dis­traen en par­te la aten­ción del espectador.

En todo caso el repa­ro men­cio­na­do no ate­núa los méri­tos de esta agri­dul­ce his­to­ria fil­ma­da con cáma­ra en mano don­de la rea­li­za­do­ra con la cola­bo­ra­ción de la impe­ca­ble foto­gra­fía de Juan Pablo Ramí­rez per­mi­te cap­tar autén­ti­ca­men­te tan­to los esce­na­rios natu­ra­les en que trans­cu­rre la acción como asi­mis­mo la inter­ac­ción que se sus­ci­ta entre los pro­ta­go­nis­tas; en tal sen­ti­do la remar­ca­ble inter­pre­ta­ción brin­da­da por Espi­tia y Váz­quez per­mi­te que sus per­so­na­jes logren una exce­len­te quí­mi­ca, muy bien trans­mi­ti­da a la pla­tea. Jor­ge Gutman