Angus­tian­tes Pesadillas

THE NIGHT HOU­SE. Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de David Bruck­ner. 108 minutos.

La exce­len­te actriz Rebec­ca Hall es la pro­ta­go­nis­ta de The Night Hou­se, un film de terror en don­de su per­so­na­je es casi el úni­co en la mayor par­te de su desa­rro­llo. A pesar de que el direc­tor David Bruck­ner es adic­to a este géne­ro, este film vin­cu­la­do con una man­sión embru­ja­da, que ya ha sido con­si­de­ra­do en innu­me­ra­bles oca­sio­nes, decep­cio­na entre otras razo­nes por su inconsistencia.

Rebec­ca Hall

El guión pre­pa­ra­do por Ben Collins y Luke Pio­trows­ki comien­za de un modo pro­mi­so­rio. Hall da vida a Beth, una maes­tra del nor­te del esta­do de Nue­va York que des­pués de 14 años de matri­mo­nio aca­ba de per­der a su mari­do Owen (Evan Jonig­keit) al haber­se sui­ci­da­do. Su mejor ami­ga Clai­re (Sarah Gold­berg) tra­ta de con­so­lar­la en el due­lo que lle­va a cabo, aun­que sin resul­ta­do posi­ti­vo. Sola en la casa lacus­tre dise­ña­da por su espo­so arqui­tec­to, los pri­me­ros indi­cios que algo raro acon­te­ce es cuan­do fuer­tes gol­pes la des­pier­tan duran­te su sue­ño. A todo ello, un ama­ble vecino del lugar (Von­die Cur­tis-Hall) le hace saber que su cón­yu­ge pare­cía refle­jar cier­ta ines­ta­bi­li­dad men­tal de la que Beth igno­ra­ba por com­ple­to. La situa­ción tien­de a com­pli­car­se cuan­do la des­con­so­la­da mujer des­cu­bre en el celu­lar de su espo­so algu­nas fotos de bellas muje­res don­de una de las mis­mas guar­da un pare­ci­do con ella. ¿Es que Owen le ha sido infiel sin que ella lo supiera?

El film trans­cu­rre en su mayor par­te de noche en don­de sus sue­ños se ven alte­ra­dos por pesa­di­llas que va sufrien­do al oír nue­vos gol­pes, implau­si­bles soni­dos y la voz de ultra­tum­ba de su difun­to mari­do. En un momen­to dado resul­ta difí­cil dis­tin­guir si lo que ella per­ci­be es real o ima­gi­na­rio pero lo con­cre­to es que la pre­sen­cia espec­tral de Owen la con­du­ce a un esta­do de pro­gre­si­va locura.

El entre­ve­ra­do guión, cier­ta­men­te rebus­ca­do, pro­du­ce con­fu­sión sin que en momen­to alguno se pue­da saber quién fue Owen, por­qué se sui­ci­dó o bien cual es la ver­da­de­ra rela­ción que lo unía a su esposa.

El rea­li­za­dor desea crear un cli­ma de ten­sión que no alcan­za a lograr por­que el rela­to care­ce de un foco pre­ci­so. Eso no impi­de apre­ciar el remar­ca­ble tra­ba­jo de Hall dan­do vida a una mujer ator­men­ta­da que en la últi­ma par­te de la tra­ma se retuer­ce, tor­tu­ra y sacu­de deses­pe­ra­da­men­te dan­do la impre­sión de estar poseí­da satá­ni­ca­men­te; con todo, resul­ta difí­cil empa­ti­zar con esta anti heroína.

Más allá de los bue­nos valo­res de pro­duc­ción, el espec­ta­dor adic­to a las pelí­cu­las de terror no que­da­rá gra­ti­fi­ca­do con esta fan­tas­ma­gó­ri­ca e incohe­ren­te his­to­ria que con­du­ce a un desa­bri­do des­en­la­ce. Jor­ge Gutman

Eva­lua­ción de Fan­ta­sia (Segun­da Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Indem­nity (Sudá­fri­ca)

Aun­que no es muy fre­cuen­te apre­ciar films suda­fri­ca­nos, el pre­sen­te dra­ma psi­co­ló­gi­co esco­gi­do por el fes­ti­val resul­ta más que bien­ve­ni­do. No obs­tan­te tra­tar­se de la pri­me­ra pelí­cu­la de fic­ción de Tra­vis Tau­te, él ya ha demos­tra­do ser un madu­ro direc­tor en el remar­ca­ble cor­to metra­je Num­ber 37 (2018) y en algu­nas series rea­li­za­das para la televisión.

Tau­te que asi­mis­mo es el autor del guión de Indem­nity pre­sen­ta a Theo Abrams (Jarrid Geduld), un ex bom­be­ro de la ciu­dad de Cape Town quien sufre de un seve­ro tras­torno de estrés post trau­má­ti­co por haber fra­ca­sa­do en una misión de res­ca­te en uno de los incen­dios en que le cupo par­ti­ci­par. La situa­ción se com­pli­ca cuan­do al des­per­tar encuen­tra el cadá­ver de su espo­sa ase­si­na­da (Nico­le For­tuin) sin poder recor­dar cómo se pro­du­jo el lamen­ta­ble acon­te­ci­mien­to. La situa­ción se vuel­ve más com­pli­ca­da cuan­do la poli­cía lo con­si­de­ra como prin­ci­pal sos­pe­cho­so del homi­ci­dio y en la hui­da deses­pe­ra­da que ini­cia es per­se­gui­do por la poli­cía a car­go de un impla­ca­ble sub­je­fe (Andre Jacobs).

Sin entrar en mayo­res deta­lles, bas­ta anti­ci­par que Theo lle­ga­rá a com­pro­bar que exis­te un víncu­lo entre sus per­se­gui­do­res que quie­ren silen­ciar­lo y la razón por la que su mujer fue eje­cu­ta­da al haber esta­do inves­ti­gan­do un asun­to muy tur­bio que pon­dría en peli­gro a la nación.

Con un muy buen repar­to, ade­más de Geduld, For­tuin y Jacobs, se des­ta­ca la actriz Gail Maba­la­ne. Ofre­cien­do secuen­cias de lucha, explo­sio­nes, e incen­dios exce­len­te­men­te fil­ma­das, Tau­te com­bi­na la acción des­ple­ga­da con un ten­so sus­pen­so. Con su estreno mun­dial en Fan­ta­sía, el ciné­fi­lo sabrá valo­rar la cali­dad de este film que lman­tie­ne per­ma­nen­te aten­ción a lo lar­go de su desarrollo.

Baby, Don’t Cry (Esta­dos Unidos)

La expe­rien­cia de inmi­gran­tes asiá­ti­cos que lle­gan a Esta­dos Uni­dos ha sido recien­te­men­te con­si­de­ra­da por el cine en Mina­ri del rea­li­za­dor Lee Isaac Chung mos­tran­do a una fami­lia sud­co­rea­na que pro­cu­ra lograr el sue­ño ame­ri­cano. En este caso la direc­to­ra Jes­se Dvo­rak ana­li­za el tema bajo una lupa dife­ren­te pero igual­men­te intere­san­te toman­do como refe­ren­cia la his­to­ria de una ado­les­cen­te inmigrante.

A tra­vés del guión de Zita Bai ‑igual­men­te pro­ta­go­nis­ta del film-.se sale al cru­ce de Baby una sen­si­ble chi­na de 17 años que lle­gó a Esta­dos Uni­dos y que habi­ta con su fami­lia en los subur­bios de Seattle. Pro­duc­to de un hogar des­ave­ni­do que le ha deja­do hue­llas en su per­so­na­li­dad, su natu­ra­le­za apo­ca­da y tími­da no le per­mi­te ser fácil­men­te acep­ta­da por el medio social que la rodea. Todo cam­bia para ella cuan­do cono­ce a Fox (Vas Pro­va­ta­kis), un delin­cuen­te tra­fi­can­te de dro­gas de 20 años; aten­dien­do al hecho de que polos opues­tos se atraen, rápi­da­men­te se for­ja un fuer­te víncu­lo entre ambos don­de Baby cono­ce­rá las peri­pe­cias del amor vivi­das con inten­sa y feroz pasión.

La direc­to­ra per­mi­te que el rela­to adquie­ra nota­ble enver­ga­du­ra psi­co­ló­gi­ca des­cri­bien­do el pro­ce­so de madu­rez que atra­vie­sa su pro­ta­go­nis­ta, como asi­mis­mo ofre­ce una bue­na pin­tu­ra de dos jóve­nes que vivien­do mar­gi­na­dos de la socie­dad tra­tan de dejar atrás sus trau­mas para empren­der un via­je emo­cio­nal que les per­mi­ta esca­par de una vida sin aliciente.

En su rea­li­za­ción Dvo­rak ofre­ce un film hones­to y sin­ce­ro, en bue­na par­te gra­cias al con­vin­cen­te guión de Bai y la exce­len­te carac­te­ri­za­ción que ella logra de su per­so­na­je, com­ple­men­ta­do con la acer­ta­da actua­ción de Provatakis.

Al Ter­cer Día (Argen­ti­na)

Daniel de la Vega es por exce­len­cia el cineas­ta argen­tino espe­cia­li­za­do en el géne­ro de terror tal como se evi­den­cia en su fil­mo­gra­fía en don­de Ataúd Blan­co (2016), una de sus pelí­cu­las, fue exhi­bi­da en Fan­ta­sía. Aho­ra el rea­li­za­dor retor­na al fes­ti­val con un dra­má­ti­co rela­to cen­tra­do en una madre que pro­cu­ra ubi­car el para­de­ro de su hijito.

Basa­do en una nove­la de Gon­za­lo Ven­tu­ra, quien a su vez es el guio­nis­ta jun­to con Alber­to Fas­ce, el direc­tor comien­za su rela­to a tra­vés de dos esce­nas simul­tá­neas; en una de ellas se ve a un hom­bre (Gerar­do Romano) que reci­be el encar­go de trans­por­tar un mis­te­rio­so cajón en su camión des­de Bue­nos Aires has­ta la Pata­go­nia; en la otra se obser­va a Ceci­lia (Moro Anghi­le­ri) quien para libe­rar­se de su ex mari­do (Die­go Cre­mo­ne­si) huye con su coche lle­van­do con­si­go a su peque­ño hijo. Cir­cu­lan­do en la auto­pis­ta Ceci­lia cho­ca vio­len­ta­men­te con el vehícu­lo mane­ja­do por el camio­ne­ro y como resul­ta­do de la coli­sión, la mujer per­ma­ne­ce incons­cien­te duran­te tres días; cuan­do en el hos­pi­tal reco­bra el cono­ci­mien­to sin recor­dar nada de lo que ocu­rrió, se deses­pe­ra por saber dón­de está su niño. Ator­men­ta­da por la angus­tia deci­de esca­par de la clí­ni­ca hos­pi­ta­la­ria al haber sido acu­sa­da por su ex cón­yu­ge de haber rap­ta­do al menor y en ese accio­nar es ayu­da­da por el médi­co (Lau­ta­ro Del­ga­do Tym­ruk) que la esta­ba aten­dien­do; por su inter­me­dio ella entra en con­tac­to con un hip­no­tis­ta (Osmar Núñez) a fin de recons­truir lo suce­di­do y echar luces para ubi­car al menor. A todo ello se hace pre­sen­te un poli­cía (Osval­do San­to­ro) para inves­ti­gar y escla­re­cer lo sucedido.

Aun­que en prin­ci­pio la acción se cen­tra en Ceci­lia, es per­ti­nen­te no agre­gar más deta­lles y dejar al espec­ta­dor que des­cu­bra cuál es el papel que le cabe al camio­ne­ro a medi­da que la tra­ma se va espe­san­do. Con un buen domi­nio narra­ti­vo y una apre­cia­ble esté­ti­ca, el direc­tor logra que esta his­to­ria cier­ta­men­te impre­vi­si­ble, sor­pren­da y satis­fa­ga al espec­ta­dor incli­na­do por los fil­mes de sus­pen­so y horror.

La Pasión Por El Tenis

5IÈME SET. Fran­cia, 2020. Un film de Quen­tin Rey­naud. 113 minutos

A pocas sema­nas del estreno de Sam, film cana­dien­se refle­jan­do la pasión de un depor­tis­ta por la nata­ción, aho­ra se estre­na 5ème Set en el que su pro­ta­go­nis­ta expe­ri­men­ta el mis­mo ardor por el tenis aun­que el rea­li­za­dor Quen­tin Rey­naud lo enfo­ca des­de un ángu­lo diferente.

Alex Lutz en 5ème Set

El talen­to­so cómi­co fran­cés Alex Lutz carac­te­ri­za a Tho­mas Edi­son, un tenis­ta de 37 años que en su ado­les­cen­cia fue cata­lo­ga­do como uno de los más jóve­nes pro­di­gios de este depor­te. Sin embar­go su momen­to de glo­ria se des­va­ne­ció cuan­do per­dió en la semi­fi­nal de un cam­peo­na­to; para peor, pade­ce de artri­tis en una de sus rodi­llas por lo que ha sido tres veces operado.

Desem­pe­ñán­do­se como pro­fe­sor de tenis en un esta­ble­ci­mien­to que per­te­ne­ce a su madre Judith (Kris­tin Scott Tho­mas), su vida per­so­nal está vin­cu­la­da con ella así como con su aman­te espo­sa Eve (Ana Girar­dot) y su que­ri­do hiji­to. El trans­cur­so del tiem­po no ha dis­mi­nui­do su pasión por el tenis y su gran ambi­ción es poder com­pe­tir en el impor­tan­te tor­neo efec­tua­do anual­men­te en el renom­bra­do esta­dio depor­ti­vo Roland-Garros de Fran­cia. Para ello tie­ne que cali­fi­car­se jugan­do pre­via­men­te con jóve­nes atle­tas que tam­bién inten­tan par­ti­ci­par; en tal sen­ti­do su mujer que ha sido una renom­bra­da tenis­ta que dejó el depor­te para aten­der a la fami­lia no con­si­de­ra que Tho­mas esté en con­di­cio­nes de afron­tar el desa­fío al igual que Judith lo cri­ti­ca por la deci­sión adop­ta­da tenien­do en cuen­ta que su edad y su inapro­pia­do esta­do físi­co no son ele­men­tos favo­ra­bles para inter­ve­nir en la contienda.

A pesar de los incon­ve­nien­tes que debe supe­rar, el obs­ti­na­do Tho­mas logra cali­fi­car­se y en con­se­cuen­cia par­ti­ci­par en el cru­cial match en don­de tie­ne como con­trin­can­te al joven Damien Thos­so (Júr­gen Briand), con­si­de­ra­do como la gran espe­ran­za del tenis de Fran­cia. Es en esa media hora final en el que se sigue el desa­rro­llo de la con­tien­da, la exce­len­te fil­ma­ción per­mi­te que se vivan momen­tos de con­si­de­ra­ble sus­pen­so e inten­sa emoción.

La impe­ca­ble rea­li­za­ción y guión de Rey­naud per­mi­te refle­xio­nar sobre las exi­gen­cias del depor­te que no es muy cle­men­te a medi­da que se supera cier­ta edad para ejer­cer­lo; asi­mis­mo Rey­naud ilus­tra muy bien la diná­mi­ca fami­liar del pro­ta­go­nis­ta así como su rela­ción con aus­pi­cia­do­res del even­to y los medios de difusión.

La vibran­te inter­pre­ta­ción de Lutz con­tri­bu­ye a valo­ri­zar el rela­to. El se aden­tra con pro­fun­di­dad en la psi­co­lo­gía del acci­den­ta­do tenis­ta que con­tra vien­to y marea pro­cu­ra rena­cer como el ave fénix a fin de supe­rar los fra­ca­sos y poder triun­far en este depor­te que es uno de los móvi­les fun­da­men­ta­les de su exis­ten­cia. A su lado Scott Tho­mas favo­ra­ble­men­te impre­sio­na como la seve­ra aun­que hones­ta madre de Tho­mas y tam­bién Girar­dot se des­ta­ca brin­dan­do soli­dez en su rol de esposa.

Una ven­ta­ja adi­cio­nal de este logra­do film es que el cineas­ta ha sido en su juven­tud un tenis­ta de alto nivel y por lo tan­to no resul­ta extra­ño que su expe­rien­cia en la mate­ria le haya per­mi­ti­do trans­mi­tir cabal auten­ti­ci­dad a la his­to­ria que rela­ta; este hecho se refuer­za tenien­do en cuen­ta que el direc­tor y su equi­po obtu­vie­ron el per­mi­so per­ti­nen­te del esta­dio Roland-Garros para el roda­je del tor­neo final. Jor­ge Gutman

Eva­lua­ción de Fan­ta­sia (Pri­me­ra Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

He aquí una bre­ve rese­ña de tres de los fil­mes vis­tos en el fes­ti­val Fan­ta­sia que se está desa­rro­llan­do has­ta el 25 de agosto.

One Second Cham­pion (Hong Kong)

Una con­ven­cio­nal fan­ta­sía ambien­ta­da en el mun­do del boxeo es lo que se con­tem­pla en este entre­te­ni­do film con­ve­nien­te­men­te narra­do. El direc­tor de Hong Kong Sin-hang Chiu pre­sen­ta a Tin-yan Chow quien en el momen­to de nacer per­ma­ne­ció muer­to duran­te un segun­do; esa dra­má­ti­ca cir­cuns­tan­cia atra­ve­sa­da le per­mi­tió gozar de la habi­li­dad de vis­lum­brar el futu­ro con un segun­do de anti­ci­pa­ción y por ese moti­vo su poder sobre­na­tu­ral lo con­vir­tió en un céle­bre niño. Sin embar­go en su eta­pa adul­ta (Endy Chow) las glo­rias del pasa­do se han esfu­ma­do y ahora.es un hom­bre típi­ca­men­te per­de­dor tra­ba­jan­do sin muchas aspi­ra­cio­nes en un bar local.

Como padre mono­pa­ren­tal su máxi­ma preo­cu­pa­ción es que su hiji­to (Cheuk-lok Hung) pue­da ser some­ti­do a una ope­ra­ción qui­rúr­gi­ca a fin de solu­cio­nar su defi­cien­cia audi­ti­va; para ello pre­via­men­te debe reu­nir el mon­to nece­sa­rio que deman­da tal inter­ven­ción. La suer­te le son­ríe cuan­do un día Shun (Sin-hang Chiu), un faná­ti­co del box, al visi­tar el bar tie­ne oca­sión de apre­ciar su habi­li­dad boxís­ti­ca al ver­lo pelear con uno de los parro­quia­nos; allí le pro­po­ne entre­nar­lo en su gim­na­sio para que pue­da par­ti­ci­par en pró­xi­mas con­tien­das. Así, gra­cias a su capa­ci­dad de adi­vi­nar lo que sobre­ven­drá en el lap­so pre­vio de un segun­do, Tin-yan logra salir bien para­do enfren­tan­do a sus con­ten­dien­tes; pero la situa­ción se vuel­ve más com­pli­ca­da cuan­do él pier­de esa magia al tener que vér­se­las en un duro match con un eli­tis­ta boxea­dor tai­lan­dés (Cha­non Santinatornkul).

Aun­que a la pos­tre se ve venir lo que pasa­rá, ese fac­tor no des­me­re­ce la visión de esta his­to­ria gra­cias a una ágil direc­ción y a su buen elen­co don­de tam­bién par­ti­ci­pa Min-chen Lin carac­te­ri­zan­do al poten­cial inte­rés román­ti­co de Tin-yan. En suma, he aquí un film esca­pis­ta de agra­da­ble visión.

Love, Life and Gold­fish (Japón)

Basa­da en una his­to­ria refe­ri­da a las popu­la­res series man­ga de Nori­ko Ota­ni, este film de Yuki­no­ri Maka­be cum­ple su come­ti­do de satis­fa­cer al com­bi­nar apro­pia­da­men­te la come­dia del absur­do con la moder­na músi­ca de Japón.

El rela­to se cen­tra en Mako­to (Matsu­ya Onoe) quien es un fun­cio­na­rio ban­ca­rio tra­ba­jan­do en Tok­yo que aguar­da ser pro­mo­cio­na­do; sin embar­go por un error que come­tió cae en des­gra­cia al ser degra­da­do y ade­más trans­fe­ri­do a una peque­ña sucur­sal del inte­rior del país. Bus­can­do esca­par de la frus­tra­ción que lo envuel­ve, la opor­tu­ni­dad se le pre­sen­ta al cono­cer a Yoshino (Kana­ko Momo­ta) quien es la due­ña de un local en don­de sus clien­tes se pres­tan a un curio­so jue­go en el que com­pi­ten en la pes­ca de pece­ci­tos de colo­res. No trans­cu­rre mucho tiem­po en que Mako­to se sien­te atraí­do por la bella Yoshino aun­que ella está ena­mo­ra­da de Nobo­ru (Haya­to Kaki­za­wa), un pia­nis­ta que tam­bién par­ti­ci­pa en el jue­go de los peces; a todo ello Asu­ka (Nico­le Ishi­da), la enig­má­ti­ca due­ña de un bar local, pare­ce gus­tar de Makoto.

A pesar de una tra­ma muy livia­na cen­tra­da en el con­flic­to román­ti­co de Mako­to, muy bien inter­pre­ta­do por Onoe, se apre­cia el modo en que él va adap­tán­do­se a las nue­vas con­di­cio­nes de vida, lejos de la urba­na metró­po­li en que solía habi­tar. Glo­bal­men­te con­si­de­ra­do, el film se des­ta­ca por la cali­dez que Maka­be impreg­na en su rela­to, la sim­pa­tía de sus per­so­na­jes, su exce­len­te des­plie­gue visual con ópti­mos dise­ños de pro­duc­ción y muy espe­cial­men­te por la inser­ción de colo­ri­dos núme­ros musi­ca­les inte­gra­dos por can­cio­nes popu­la­res del país nipón que per­te­ne­cien­tes a dife­ren­tes esti­los resul­tan gra­tos al oído.

Muer­to con Glo­ria (Uru­guay-Argen­ti­na)

Des­pués de haber debu­ta­do con Los Moder­nos (2016), los direc­to­res Mau­ro Sar­ser y Mar­ce­la Mat­ta retor­nan con una come­dia sazo­na­da con fenó­me­nos paranormales.

Tenien­do en cuen­ta que en esta épo­ca los víncu­los amo­ro­sos adquie­ren un matiz dife­ren­te, aten­dien­do a la visión de los rea­li­za­do­res pare­cie­ra que el sexo cons­ti­tu­ye el motor fun­da­men­tal del víncu­lo de una pare­ja; con­se­cuen­te­men­te Sar­ser en su con­di­ción de guio­nis­ta, don­de ade­más actúa, con­ci­be un rela­to sobre este tema cuya acción trans­cu­rre en Mon­te­vi­deo. En una libre­ría cén­tri­ca de la ciu­dad tra­ba­jan Glo­ria (Ste­fa­nia Tor­to­re­lla) y San­dra (Nenan Pele­nur) de apro­xi­ma­da­men­te 30 años quie­nes son dos ami­gas de opues­tas per­so­na­li­da­des; mien­tras que Glo­ria es una reca­ta­da y cul­ta ven­de­do­ra aman­te de la lite­ra­tu­ra y preo­cu­pa­da en ofre­cer una bue­na guía a los poten­cia­les clien­tes que con­cu­rren al local, San­dra es des­preo­cu­pa­da y lo úni­co que la moti­va es man­te­ner fre­cuen­tes rela­cio­nes sexua­les que sean capa­ces de hacer­la gozar ple­na­men­te. Es así que San­dra con­ti­nua­men­te ase­dia a su ami­ga para que le cuen­te si aca­so tie­ne orgas­mos en sus encuen­tros íntimos.

El dis­pa­ra­dor del rela­to se pro­du­ce cuan­do alo­ja­da en el depar­ta­men­to que aca­ba de alqui­lar Glo­ria fija su aten­ción en la foto de un hom­bre que era el pre­ce­den­te inqui­lino y que aca­ba de morir. Es ahí que el film gira de tono cuan­do al dor­mir­se ella cree que está hacien­do el amor con el falle­ci­do, pro­fi­rien­do exal­tan­tes gri­tos mien­tras está dis­fru­tan­do de un inusual orgasmo.

Al tran­si­tar entre la reali­dad y el terreno de lo absur­do, Mat­ta y Sar­ser brin­dan un risue­ño entre­te­ni­mien­to a pesar de que no siem­pre se encuen­tra el apro­pia­do equi­li­brio entre el ero­tis­mo y la cuer­da román­ti­ca. Con una irre­pro­cha­ble actua­ción de Tor­to­re­lla y sobre todo Pele­nur en su des­co­ca­do per­so­na­je, esta sobre­na­tu­ral come­dia cobra mayor impul­so en su últi­mo tra­mo, cuan­do Glo­ria encuen­tra al hom­bre ideal de su vida en el due­ño de la libre­ría (Sar­ser). Como esce­na­rio del rela­to, la bue­na foto­gra­fía de Ger­man Luon­go per­mi­te cap­tar pano­rá­mi­ca­men­te la bella capi­tal de Uruguay.

Die­ci­séis Primaveras

SEI­ZE PRIN­TEMPS. Fran­ce, 2020. Un film de Suzan­ne Lin­don. 74 minutos.

Una de las más agra­da­bles sor­pre­sas de un fes­ti­val es cuan­do se des­cu­bren nue­vos valo­res capa­ces de revi­ta­li­zar la cine­ma­to­gra­fía; eso acon­te­ció en el Fes­ti­val de Toron­to de 2019 en el que Suzan­ne Lin­don, de ape­nas 20 años de edad se reve­ló como una con­su­ma­da direc­to­ra, guio­nis­ta y pro­ta­go­nis­ta de su pri­mer lar­go­me­tra­je Sei­ze Prin­temps.

Suzan­ne Lindon

Lin­don ani­ma a Suzan­ne, una chi­ca de 16 años de natu­ra­le­za tími­da que pro­vie­ne de una fami­lia de cla­se media vivien­do en París. Bien que­ri­da por sus padres (Fré­dé­ric Pie­rrot y Flo­ren­ce Via­la) y por su her­ma­na mayor, no hay nada que en ese ámbi­to pue­da afec­tar­la. Apar­tán­do­se de los clá­si­cos pro­ble­mas que sur­gen duran­te la tran­si­ción ado­les­cen­te, en este caso la novel direc­to­ra moto­ri­za su rela­to enfo­can­do la casual atrac­ción de Suzan­ne hacia Raphaél (Arnaud Valois), un actor de 35 años a quien lle­gó a divi­sar en su camino de la escue­la hacia su hogar. Indu­ci­da por ella, pron­ta­men­te se esta­ble­ce una apro­xi­ma­ción entre ambos don­de sus encuen­tros se pro­du­cen en algu­nos cafés. A tra­vés de ges­tos más que de pala­bras pro­pia­men­te dichas exis­te una comu­ni­ca­ción natu­ral don­de pare­cie­ra no impor­tar la dife­ren­cia de 19 años que media entre ellos. Para Suzan­ne ése es su pri­mer sen­ti­mien­to amo­ro­so que bro­ta de su cuer­po; para él que igual­men­te se ena­mo­ra de la ado­les­cen­te pre­fie­re guar­dar la dis­tan­cia nece­sa­ria res­pe­tán­do­la en todo momen­to y evi­tan­do que la pasión irrum­pa en ese amor platónico.

Con poco diá­lo­go, Lin­don a tra­vés de obser­va­cio­nes pre­ci­sas trans­mi­te elo­cuen­te­men­te la tur­bu­len­cia, con­fu­sión, emo­ción y has­ta cier­to temor de Suzan­ne hacia una per­so­na que aun­que la doble en edad la hace feliz aun­que el víncu­lo román­ti­co no lle­gue a con­su­mar­se. Con un final abier­to, la inte­li­gen­te rea­li­za­do­ra demos­tran­do una inusual madu­rez entre­ga una peque­ña joya, tier­na y poé­ti­ca, capaz de con­for­mar ple­na­men­te al espec­ta­dor. Sien­do Lin­don la hija de dos exce­len­tes acto­res como lo son Vin­cent Lin­don y San­dri­ne Kiber­lain aquí podría apli­car­se el refrán “De tal palo, tal asti­lla”. Jor­ge Gutman