Crónica de Jorge Gutman
He aquí comentarios de algunos de las películas vistas en el Festival du Noveau Cinéma que concluyó el 17 de octubre en salas de cine y que continúa en línea hasta el 31 del corriente.
Jacques Audiard, el realizador de memorables trabajos ‑entre otros De battre mon cœur s’est arrêté (2006), Un prophète (2009) y en Dheepan (2015) que obtuvo la Palma de Oro en Cannes- presenta en Les Olympiades (Francia) una historia que transcurre en el Distrito 13 de París.
En ese sector ubicado en el sudeste de la capital de Francia, caracterizado por sus altas torres residenciales y poblado por un amplio conglomerado social, se hallan los cuatro personajes de la trama concebida por el realizador con Céline Sciamma y Léa Mysius que a su vez está basada en historias creadas por el dibujante americano Adrian Tomine.
Lucie Zhang interpreta a Émilie una joven de ancestros taiwaneses que trabaja en un centro de llamadas del distrito y reside en un departamento perteneciente a su anciana abuela. Al haber colocado un aviso para alquilar una de las habitaciones se presenta Camille (Makita Samba), un profesor de enseñanza media que de inmediato se convierte en su amante; sin embargo Émilie se siente desilusionada porque al considerar a Camille como si fuera su real pareja, él no alienta el mismo propósito porque dado su estilo donjuhttps://www.youtube.com/watch?v=gFh45p4NSx8anesco no quiere estar sometido a ningún compromiso sentimental.
Nora (Noémie Merlant) de 32 años llega a Paris procedente de Bordeau para estudiar abogacía en la Sorbone; por su naturaleza solitaria y retraída no mantiene contacto con sus compañeros de curso que son más jóvenes que ella. En tanto, Camille se ha tomado un año libre de sus tareas docentes para ayudar a un amigo en una agencia inmobiliaria en donde Nora consigue un empleo; en un santiamén ambos se conectan sexualmente; con todo para ella es más importante el vínculo virtual que mantiene con Amber Sweet (Jehnny Beth), una mujer que a través de la red se desempeña como operadora sexual.
Mediante los encuentros y desencuentros amorosos que se establecen entre los personajes descriptos, lo que fundamentalmente trasciende es la importancia atribuida al vínculo sexual antes que el sentimiento afectivo; así Camille abiertamente manifiesta a Émilie que su frustración profesional la canaliza en su intensa actividad sexual en tanto que ella le replica que antes que nada lo primero que importa es copular. En consecuencia, según lo ilustrado en esta era digital el sexo es la vía en la que dos personas se comunican antes de entrar a conocerse, sin considerar la implicancia emocional de la relación.
Con una buena descripción de personajes muy bien caracterizados por su eficiente elenco multicultural, sobre todo por las actuaciones de Zhang y Samba, la buena narración de Audiard permite que este drama sexual logre atraer la atención del espectador como asimismo permita reflexionar sobre el significado del amor y de qué modo se refleja la intimidad en el mundo de la actual generación. A ello se complementa la vibrante fotografía en blanco y negro de Paul Guilhaume captando magníficamente el barrio parisino en el que se desarrolla la acción del relato.
Wheel of Fortune and Fantasy (Japón), ratifica la aptitud de impecable narrador del director y guionista Ryusuke Hamaguchi tal como lo demostrara en Cannes de 2018 con Asako I & II.
Estructurado en 3 episodios independientes es difícil precisar cuál es el mejor dado que cada uno de los mismos se destaca por su originalidad, estupendos diálogos y la impecable actuación de su elenco.
El primer segmento Magic presenta a la modelo Meiko (Kotone Furukawa) quien habiendo regresado de una filmación comparte un viaje en taxi con su amiga Tsu (Hyunri). Ella le cuenta que durante su ausencia llegó a conocer a Kazuaki (Ayumu Nakajima), un hombre encantador con quien vivió un encuentro mágico sin sexo alguno, excepto unas meras caricias de manos; Tsu alberga la posibilidad de que pronto se produzca un nuevo encuentro con Kazuaki quien le había confiado la decepción experimentada por la infidelidad de su ex compañera. Quiere la casualidad que este hombre es precisamente con quien Meiko convivió y del cual se separó hace dos años aunque aún sigue enamorada de él. Resulta interesante apreciar lo que acontece cuando estos tres personajes se encuentran reunidos y la reacción que se produce en cada uno de ellos.
En el segundo capítulo Door Wide Open el guión presenta a Sasaki (Shouma Kai), un ex estudiante que desea vengarse de Segawa (Kiyohiko Shibukawa), un escritor premiado por su última novela, quien lo había humillado cuando fue su profesor. Para ello le pide a su compañera Nao (Katsuki Mori) que lo llegue a seducir; por lo tanto ella se dirige al despacho de Segawa con la excusa de que le firme un autógrafo del libro galardonado. La conversación mantenida con este autor de sobrio comportamiento, que durante su transcurso insiste en dejar abierta la puerta de su oficina, genera un clima de marcado erotismo que el realizador lo logra sin tener que recurrir a ninguna escena sexual.
En el tercer episodio intitulado Once Again Natsuko (Fusako Urabe) se apresta a asistir a una reunión de ex estudiantes de clase de 1998 y su interés es encontrar a una compañera con quien compartió especiales momentos de intimidad. Es así que cree haberla ubicado cuando divisa a Aya (Aoba Kawai) aunque en realidad ella no lo es; de todos modos el encuentro entre estas dos mujeres extrañas genera una humana fantasía donde ambas intercambian confidencias de sus vidas asumiendo que se habían conocido.
Mediante casualidades, coincidencias y los giros del destino, Hamaguchi recompensa al espectador con este ajustado, austero y encantador film.
Después de haberse exhibido en el FNC de 2020 Uppercase Print, un remarcable documental político exponiendo los abusos sistemáticos cometidos en la Rumania comunista de Ceasescu, Radu Jude quien es uno de los más importantes exponentes de la nueva ola del cine rumano retorna al festival con Bad Luck Banging or Loony Porn (Rumania-Luxemburgo-Croacia-República Checa).
En esta audaz sátira rodada en plena pandemia, el director expone con inusitada franqueza algunos de los males que afectan a su país. Configurado como un tríptico, en su prólogo se contempla por espacio de 3 minutos una gráfica escena sexual de Emi (Katia Pascariu) con su marido en el dormitorio conyugal y que ellos decidieron filmarse. Aunque la forma en que dos personas hacen el amor es patrimonio exclusivo de ambos, resulta que ese video casero se ha filtrado en las redes sociales y ése es el puntapié que genera el conflicto dramático del film.
En su primera parte se observa a Emi deambulando en pleno verano por las calles de Bucarest con la máscara adherida a su cara, mostrándose extremadamente preocupada por la viralización del video y que ahora circula en el colegio donde ella es una respetada profesora de enseñanza media. En el segundo capítulo, completamente independiente del anterior, el realizador se vale de un material de archivo que pasa revista a acontecimientos históricos del país con algunos ecos del régimen comunista así como de la violencia doméstica imperante.
Es en el segmento final donde retomando lo que aconteció en el inicial la desesperada maestra afronta el tribunal integrado por padres de los alumnos del colegio quienes habrán de decidir si Emi debe o no ser expulsada mientras que ella trata de defender su vida privada y sobre todo su dignidad. Es a través de ese juicio donde en nombre de una falsa moral criticando la obscenidad del video que debió haber quedado en la intimidad matrimonial, van aflorando las hipocresías y miserias de grupos reaccionarios de la sociedad rumana.
Habiendo competido este año en el festival de Berlín, por sus innegables méritos esta obra artística fue galardonada con el Oso de Oro y en consecuencia resulta promisoria su presentación en el FNC.
Después de haber impresionado gratamente con su ópera prima The Happiest Day in the Life of Olli Mäki (2016) el director y guionista finlandés Juho Kuosmanen ofrece en Compartment N° 6 (Finlandia-Alemania-Estonia-Rusia) una ligera y muy agradable comedia que fue premiada (ex aequo) con el Gran Premio del Jurado en Cannes 2021.
La historia basada en una novela de Rosa Likson enfoca a Laura (Seidi Harla), una finlandesa estudiante de arqueología, que se encuentra en Moscú para aprender el idioma ruso y reside en el piso de su amada pareja Irina (Dina Drukarova). Juntas tienen la intención de viajar a Murmansk, bien al norte de Rusia, donde Laura desea ver los célebres petroglitos (rocas pintadas) que allí se encuentran. Cuando a último momento Irina no puede acompañarla, ella decide efectuar el viaje sola en tren. Al ubicar su asiento constata que debe compartir su cabina con Ljoha (Yuri Borisov) un joven hombre ruso quien medio ebrio le causa una desagradable impresión; al no lograr que le cambien de compartimento no le cabe otra opción que tolerar su presencia.
Poco a poco las asperezas van desapareciendo entre ambos pasajeros a medida que se establece una inesperada afinidad que se va intensificando a través del largo trayecto. Al llegar a destino donde Ljoha trabaja como minero, él le será de gran ayuda para poder llegar al lugar donde se encuentran las antiguas rocas, superando los inconvenientes producidos por la inmensa nieve que obstaculiza el camino.
A pesar de que casi todo el film se desarrolla a bordo del tren, la claustrofobia de ningún modo se hace sentir gracias a la ágil puesta escénica de Kuosmanen. La muy buena actuación de sus dos protagonistas y los interesantes diálogos que surgen entre sus personajes contribuyen a que esta road movie dentro de su sencillez destile una inusual frescura contagiosa.
En Earwig (Gran Bretaña-Francia-Bélgica) la directora Lucile Hadzhalilovic ofrece una película sumamente extraña en la que la búsqueda de explicaciones de lo que sucede resulta infructuosa.
La acción que se desarrolla en un país no determinado después de la Segunda Guerra se centra en Albert (Paul Hilton) un misterioso individuo viviendo en un lúgubre departamento ubicado en un incierto barrio de la ciudad, donde mantiene las ventanas cerradas. Su misión es cuidar a Mia (Romane Hemelaers) de 10 años de edad en que además de suministrarle comida su tarea principal es la de proceder a cambiarle su dentadura de hielo varias veces por día. Sin saber a qué se debe esa extraña cirugía bucal que se asemeja a la de una tortura que la niña debe tolerar, el misterio persiste cuando periódicamente suena el teléfono y del otro lado de la línea una voz no identificada supervisa la labor de Albert, por la cual es remunerado. Un buen día él recibe la orden de trasladar a Mía hacia un nuevo lugar. A todo ello la narración hace saber acerca del trauma sufrido por Albert durante la guerra en donde perdió a su esposa y de qué manera su doloroso pasado se vincula con su vida actual, aunque sin profundizar en la psicología de este personaje.
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El relato de la realizadora está basado en la novela del escritor y escultor británico Brian Catling en donde su lectura puede que resulte más atractiva que su traslado a la pantalla. A falta de una historia que adquiera sentido común, la directora crea un clima atmosférico de horror en donde se conjugan satisfactoriamente la fotografía de Jonathan Ricquebourg y el diseño sonoro a cargo de Ken Yasumoto.
No es desechable la intención de Hadzihalilovic de incursionar en un terreno surrealista; sin embargo esta incomprensible fábula gótica que bordea con lo macabro, sólo interesará a aquel sector de la audiencia que se deje seducir por sus valores visuales.
La incertidumbre de una muchacha insegura sobre lo que quiere o desea en la vida es el tema abordado por el director Joachim Trier en The Worst Person in the World (Noruega-Francia-Suecia-Dinamarca).
En la narración estructurada en un prólogo, 12 capítulos y un epílogo, a través de la voz en off se sabe que Julie (Renate Reinsve), próxima a celebrar sus 30 años, desde su etapa de estudiante universitaria no tuvo claro cuál era su verdadera vocación; así habiendo seguido sus estudios en medicina, posteriormente creyó que la psicología se ajustaba más a su personalidad para finalmente dedicarse a la fotografía.
Esa indefinición permanece en su vida afectiva. Cuando conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie), un autor de historietas gráficas de 44 años, cree haber encontrado al hombre ideal no obstante la diferencia de edad; aparentemente la única divergencia existente es que él desearía tener un hijo en tanto que Julie se niega a tal idea por considerar que no está preparada para ser madre.
Su naturaleza inconstante motiva a que en una fiesta de bodas a la que asiste furtivamente conozca a Eivind (Herbert Nordrum), un empleado de café, con quien de inmediato se siente atraída sexualmente; aunque en un principio solo existen caricias, abrazos y besos, el adulterio no tarda en producirse así como la necesidad de vivir juntos; consecuentemente su separación de Aksel es inevitable. Sin embargo ella dista de estar satisfecha, no debido a Eivind sino por su eterna inseguridad que le impide conocer hacia dónde sus sentimientos apuntan.
La objeción que merece esta comedia dramática, radica en que la narración se alarga en demasía y en la poca empatía que generan las contradicciones permanentes de Julie en su búsqueda de emancipación femenina a pesar de que nadie la retiene. Aunque Trier no alcanza el nivel de excelencia logrado en Oslo, August 31st (2011), la visión del film se justifica aunque más no fuera por su magnífico elenco en el que además de Reinsve, que este año obtuvo en Cannes el premio a la mejor actriz, igualmente se destacan Danielsen Lie y Nordrum.
En su vigésimo quinto opus el prolífico director surcoreano Hong Sangsoo sigue deleitando una vez más con Introduction (Corea del Sur), un film agraciado por su excelente puesta escénica, su original guión donde su contenido no está exento de poético encanto. Absteniéndose de la sangre, violencia, crueldad y sexo de dudoso gusto que generalmente abundan en los blockbusters, el realizador demuestra cómo con apenas 66 minutos de duración es posible alcanzar un apreciable nivel de calidad.
El film abarca 3 capítulos filmados digitalmente en blanco y negro en donde a través de los mismos sus personajes se entrecruzan. En su comienzo se observa a un médico acupunturista de mediana edad (Kim Youngho) que ubicado en su despacho ruega a Dios que le otorgue una segunda oportunidad, aunque no se sabe el porqué. De inmediato observamos al joven Youngho (Shin Seokho), quien es un aspirante actor que tiene dificultad en lograrlo por no saber disimular sus sentimientos mientras actúa; habiendo sido citado por el acupunturista, Youngho le pide a su novia Juwon (Park Miso) que le aguarde hasta que pueda ser atendido. Mientras tanto el médico recibe de visita a su amigo Hong (Ki Joobong) que es un veterano actor teatral; de inmediato se sabe que Youngho es hijo del facultativo con el que mantiene una relación distanciada aunque cordial. Posteriormente se observa a la madre del muchacho (Cho Yunhee) quien tratando de ayudarlo por querer abandonar la carrera que se había propuesto, lo invita a que mantenga una conversación con el reputado actor de teatro que se encuentra presente a fin de que pueda orientarlo a través de algunos consejos.
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Mediante conversaciones que mantienen los diferentes personajes a través del zoom y que en apariencia podrían resultar banales, los diálogos entre diferentes generaciones resultan de interés ilustrando cómo los padres pueden tener influencia en sus hijos. En todo caso, lo que más trasciende es el proceso de madurez atravesado por Youngho, su cuestionamiento de la vida y la relación mantenida con su novia que se halla en Berlín para estudiar diseño de modas. Sangsoo, además de ser responsable del guión, la fotografía en blanco y negro y de la edición, con delicadeza y sin grandilocuencia alguna permite que el cinéfilo se regocije con una historia bien urdida y respaldada por un irreprochable elenco.
Una ilustración sobre las diferentes clases sociales de Bosnia y la actividad criminal del tráfico humano se conjugan en The White Fortress (Canadá-Bosnia y Herzegovina), un drama del realizador bosnio Igor Drljača que reside en Canadá.
La acción transcurre en uno de los suburbios pobres de Sarajevo donde el joven huérfano Faruk (Pavle Čemerikić) trabaja con su tío (Jasmin Geljo) vendiendo chatarra, como asimismo se ocupa de atender a su anciana abuela. Para aumentar su precario ingreso, junto con su amigo Almir (Kerim Čutura) están involucrados en traficar chicas para el poderoso patrón Cedo (Ermin Bravo).
La vida del muchacho adquiere un significativo giro cuando llega a conocer en un centro comercial de Sarajevo a Mona (Sumeja Dardagan), una tímida y dulce adolescente proveniente de una familia pudiente y próxima a viajar a Toronto para proseguir sus estudios donde vivirá con sus tíos. A partir de allí Faruk, comienza a cuestionar su quehacer delictivo decidiendo abandonar su detestable actividad pero no le será sencillo poder liberarse de Cedo.
Es apreciable la intención del realizador en tratar de describir la diferencia de clase existente entre Faruk y Mona como buena muestra de la disparidad socio-económica prevaleciente en Bosnia, como así también considerar la deplorable actividad de atraer a jóvenes chicas que engañadas se enfrentarán con la cruel realidad de la prostitución; sin embargo la narración es desigual sin alcanzar la necesaria envergadura dramática de su planteo. Queda no obstante destacar la acertada actuación de su elenco, sobre todo la de Čemerikić, así como la notable fotografía de Erol Zubčević que llega a deslumbrar en la última escena captada en la fortaleza blanca a la que alude el título.
Para completar esta crónica es muy grato elogiar a Mr. Bachmann and his Class (Alemania), que merecidamente obtuvo el Premio Especial del Jurado en Berlín 2021. En este excelente documental de Maria Speth, ella aborda un tema ya tratado por el cine en anteriores ocasiones con gran calidad (Être et Avoir, Entre les murs, entre otros títulos); no obstante, el retrato de un profesor de escuela devoto a su alumnado adquiere en esta caso connotaciones diferentes.
Speth con el coguionista Reinhold Vorschneide examinan lo que acontece en la única clase de una escuela local ubicada en la ciudad alemana de Stadtallendorf donde asisten alumnos entre 12 y 14 años cursando el último año de enseñanza primaria; se trata de estudiantes recién llegados al país quienes son hijos de humildes inmigrantes turcos, búlgaros, rusos y de otros países de Europa Oriental. El más destacado de los maestros es Dieter Bachmann, un apacible y bonachón individuo de 64 años que con total devoción destina su atención a este grupo multiétnico, aplicando un método educativo no convencional pero altamente efectivo. Manteniendo la disciplina sin modo alguno de ser autoritario Bachmann como profesor de música y capacitado guitarrista ha sabido granjearse la simpatía y afecto de sus alumnos inculcándoles el amor a la música a través de canciones entonadas en conjunto. Con todo, lo más importante de su estoica labor es el permitir que los chicos teniendo en cuenta que no dominan por completo el idioma alemán puedan verse reconfortados y estimulados a ganar mayor confianza en sí mismos para que puedan integrarse mejor a la tierra que los ha acogido. Entre otros aspectos que caracterizan la conducta de este talentoso profesor es la de invitar a los padres de algunos de ellos para que vean su desempeño y además realizar viajes instructivos fuera del aula; eso incluye la visita a un museo local donde se registra la historia de la ciudad como así también les hace saber un poco de la historia de Alemania con referencia al régimen nazi que azotó al país y a Europa. En las charlas cotidianas mantenidas con estos preadolescentes el apreciado docente trata de eliminar los prejuicios cuando introduce el tema de la orientación sexual entre personas del mismo sexo.
Con poco más de 3 horas y media de duración que no se hacen sentir en momento alguno, este absorbente y elocuente documental es altamente inspirador ilustrando cómo un remarcable educador puede influir positivamente en sus alumnos.