Memo­rias de mi Padre

EL OLVI­DO QUE SERE­MOS. Colom­bia, 2020. Un film de Fer­nan­do True­ba. 136 minutos

El direc­tor espa­ñol Fer­nan­do True­ba abor­da en su últi­mo tra­ba­jo la figu­ra del médi­co colom­biano Héc­tor Abad Gómez quien como ardien­te acti­vis­ta de los dere­chos huma­nos fue aba­ti­do por gru­pos para­mi­li­ta­res en Mede­llín en agos­to de 1987. Para que la memo­ria de su padre per­ma­nez­ca en la men­te colec­ti­va, su hijo Héc­tor escri­bió en 2006 El Olvi­do que Sere­mos, una auto­bio­gra­fía en la que refle­ja la gran­de­za huma­na de su padre; es pre­ci­sa­men­te en base a ese libro que David True­ba, her­mano del rea­li­za­dor, se basó para escri­bir el guión de este remar­ca­ble drama.

Nico­lás Reyes Cano y Javier Cámara

El film comien­za en 1983 don­de el adul­to Héc­tor Jr. (Juan Pablo Urre­go) se halla estu­dian­do lite­ra­tu­ra en la Uni­ver­si­dad de Turín y es lla­ma­do por un ex alumno de su padre para que retor­ne a Mede­llín don­de el pro­fe­sor Abad Gómez (Javier Cáma­ra), que ha sido for­za­do a reti­rar­se de la uni­ver­si­dad, será obje­to de un mere­ci­do home­na­je. De este perío­do pre­sen­te fil­ma­do en blan­co y negro, la acción se retro­trae a Mede­llín en 1971 con una foto­gra­fía en color refle­jan­do la infan­cia del escri­tor. Es en esa eta­pa en el que el peque­ño Héc­tor (Nico­lás Reyes Cano) ‑apo­da­do Qui­quín- vive en un hogar de gran armo­nía fami­liar com­par­ti­do por su padre, su madre Ceci­lia (Patri­cia Tama­yo) y sus cin­co hermanas.

A tra­vés de la visión del niño se pue­de apre­ciar la per­so­na­li­dad de Abad Gómez como aman­te espo­so y cari­ño­so pro­ge­ni­tor median­te diver­sas viñe­tas fami­lia­res que nutren al rela­to.. El film ilus­tra la noble­za y pro­bi­dad refle­ja­da por el médi­co abo­gan­do por un efi­cien­te sis­te­ma de salud públi­ca; es así que fomen­ta la crea­ción de alcan­ta­ri­lla­dos en cier­tas zonas des­fa­vo­re­ci­das de la región don­de la mala cali­dad del agua pro­du­ce serias enfer­me­da­des en sus habi­tan­tes al pro­pio tiem­po que enfa­ti­za la nece­si­dad de vacu­na­ción: Eso es cons­ta­ta­do por el niño cuan­do su padre lo lle­va a visi­tar los hos­pi­ta­les vien­do a pacien­tes pos­tra­dos por la ausen­cia de apro­pia­das medi­das sani­ta­rias; en tal sen­ti­do Héc­tor le hace ver a Qui­quín que huma­na­men­te todos deben tener dere­cho a cin­co ele­men­tos bási­cos como lo son el aire, el agua, la ali­men­ta­ción, el abri­go y el afecto.

En su cali­dad de docen­te uni­ver­si­ta­rio mani­fies­ta a sus alum­nos la nece­si­dad de pen­sar antes que memo­ri­zar los libros de tex­to así como la impor­tan­cia de expre­sar las ideas libre­men­te sin tener que recu­rrir a la auto­cen­su­ra. Por sus crí­ti­cas a las trans­gre­sio­nes de los dere­chos huma­nos mani­fes­ta­das en la cáte­dra, entre­vis­tas y medios de difu­sión al refe­rir­se a perio­dis­tas, polí­ti­cos, abo­ga­dos y escri­to­res des­apa­re­ci­dos o eli­mi­na­dos por gru­pos arma­dos, se gran­jea la ene­mis­tad de los sec­to­res con­ser­va­do­res de Mede­llín don­de ade­más es til­da­do de comu­nis­ta. No obs­tan­te que alguien le hace lle­gar un lis­ta­do don­de figu­ra su nom­bre como uno de los can­di­da­tos a ser eje­cu­ta­do, la ame­na­za no logra aca­llar sus denun­cias lo que lo con­du­ce a ser ase­si­na­do fría­men­te en la vía públi­ca por anó­ni­mos sica­rios. Sin entrar a pro­fun­di­zar en la vida polí­ti­ca del país, el rea­li­za­dor per­mi­te que pue­da apre­ciar­se la situa­ción de vio­len­cia que expe­ri­men­ta Colom­bia por el enfren­ta­mien­to del ejér­ci­to con la gue­rri­lla y los escua­dro­nes de la muerte.

Con un enfo­que clá­si­co, Fer­nan­do True­ba ofre­ce un entra­ña­ble retra­to de Abad Gómez evi­tan­do que el rela­to sucum­ba a un melo­dra­má­ti­co sen­ti­men­ta­lis­mo, lo que no impi­de que adquie­ra genui­na emo­ción. La bue­na narra­ción del cineas­ta sos­te­ni­do por el muy bien cons­trui­do libre­to de David True­ba se com­ple­men­ta con la memo­ra­ble inter­pre­ta­ción de Javier Cáma­ra; sumer­gién­do­se en la piel del per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co el vete­rano actor espa­ñol trans­mi­te ple­na­men­te el idea­lis­mo, inte­gri­dad, hidal­guía y cali­dez de un hom­bre ínte­gro y libre pen­sa­dor quien com­pro­me­ti­do con los pro­ble­mas socia­les de Antio­quía es muy que­ri­do y vene­ra­do por su comu­ni­dad como así por sus alumnos.

El títu­lo del film y del libro homó­ni­mo hace alu­sión a un ver­so de un sone­to del gran escri­tor Jor­ge Luis Bor­ges que Abad Facio­lin­ce encon­tró en el bol­si­llo de su padre des­pués de haber sido asesinado.

En los cré­di­tos fina­les se lee que la pelí­cu­la es dedi­ca­da a Ceci­lia Facio­lin­ce de Abad y a sus hijos Mari­luz, Cla­ra, Vicky, Mar­ta, Héc­tor y Sol. Jor­ge Gutman