Un Film Inti­mis­ta y Personal

BEL­FAST. Gran Bre­ta­ña, 2021. Un film escri­to y diri­gi­do por Ken­neth Branagh

En su recien­te tra­ba­jo, el sha­kes­pe­riano rea­li­za­dor Ken­neth Bra­nagh ofre­ce un rela­to semi-bio­grá­fi­co de su niñez trans­cu­rri­da en la capi­tal de Irlan­da del Nor­te, cuan­do se vio dra­má­ti­ca­men­te afec­ta­da por los vio­len­tos enfren­ta­mien­tos pro­du­ci­dos entre los repu­bli­ca­nos cató­li­cos y los unio­nis­tas pro­tes­tan­tes. Al igual que Alfon­so Cua­rón pro­ce­dió con su rela­to auto­bio­grá­fi­co en Roma, Bra­nagh home­na­jea a Bel­fast, su ciu­dad natal, median­te una his­to­ria ple­na de melan­co­lía y ternura.

Jude Hill

El rela­to del rea­li­za­dor comien­za en Bel­fast el 15 de agos­to de 1969 cuan­do ines­pe­ra­da­men­te la vio­len­cia explo­ta con la con­fron­ta­ción sec­ta­ria entre cató­li­cos y pro­tes­tan­tes. Es allí don­de vive Buddy (Jude Hill), un niño de 9 años cuya fami­lia pro­tes­tan­te está inte­gra­da por sus padres (Jamie Dor­man, Cai­trio­na Bal­fe), su her­mano mayor (Lewis McAs­kie) y sus abue­los (Cia­ran Hinds y Judi Dench).

Dejan­do en segun­do plano el con­tex­to polí­ti­co de la región, que no obs­tan­te cons­ti­tu­ye el telón de fon­do, el film ilus­tra la vida coti­dia­na del sec­tor en que Buddy habi­ta don­de cató­li­cos y pro­tes­tan­tes se codean sin rece­lo, no obs­tan­te las dife­ren­cias reli­gio­sas. En el queha­cer coti­diano, se pue­de obser­var, entre otros aspec­tos, los jue­gos de fút­bol del chi­co con los otros niños y la asis­ten­cia esco­lar don­de sien­te atrac­ción hacia una de sus compañeras.

En un plano más per­so­nal Buddy no es ajeno a las dispu­tas de sus padres; así su papá que por razo­nes de tra­ba­jo se tras­la­da sema­nal­men­te a Ingla­te­rra, está con­ven­ci­do que la gue­rra civil que se apro­xi­ma en Irlan­da del Nor­te no es el lugar más con­ve­nien­te para vivir y por lo tan­to es nece­sa­rio emi­grar del país en bus­ca de hori­zon­tes más pro­mi­so­rios; sin embar­go su mujer se opo­ne por­que le resul­ta­ría difí­cil ade­cuar­se a una cul­tu­ra dife­ren­te de la suya. No obs­tan­te esas dis­cre­pan­cias exis­te un sóli­do víncu­lo de amor entre ambos y que al ser pro­yec­ta­do al núcleo fami­liar Buddy se sien­te pro­te­gi­do por sus padres ade­más de gozar del cari­ño reci­bi­do de sus entra­ña­bles abuelos.

Bra­nagh ha logra­do un film inti­mis­ta que des­ti­la una sin­gu­lar dul­zu­ra que jamás lle­ga a empa­la­gar. A tra­vés de la mira­da de Buddy ‑su alter ego- que­da expre­sa­da su iden­ti­fi­ca­ción con Bel­fast que que­da resal­ta­da en una esce­na en la que el niño pata­lea por­que no quie­re de nin­gún modo que sus padres dejen la ciu­dad. Las inter­pre­ta­cio­nes son estu­pen­das a nivel glo­bal en don­de Hill lide­ran­do el elen­co sale airo­so expre­san­do el can­dor e ino­cen­cia que ema­na de su per­so­na­je; igual­men­te es bella la secuen­cia can­ta­da y bai­la­da por Dor­man y Bal­fe como tam­bién tras­cien­de la pro­fun­da huma­ni­dad que Dench y Hinds trans­mi­ten como la inque­bran­ta­ble pare­ja que han sabi­do pro­di­gar su amor a toda la familia.

El fotó­gra­fo Haris Zam­bar­lou­kos median­te una fil­ma­ción en blan­co y negro entre­mez­cla­da con esca­sas esce­nas de color, per­mi­te que la pelí­cu­la cobre nota­ble inten­si­dad. Igual­men­te des­ta­ca­ble es el dise­ño de pro­duc­ción de Jim Clay repro­du­cien­do fiel­men­te el esce­na­rio en que trans­cu­rre la acción.

Con un des­en­la­ce pro­fun­da­men­te emo­ti­vo, el rea­li­za­dor dedi­ca este buen film a quie­nes emi­gra­ron de la ciu­dad, a los que deci­die­ron que­dar­se y a las víc­ti­mas pro­du­ci­das por los con­flic­tos fra­tri­ci­das. Jor­ge Gutman