MARIA RÊVE. Francia, 2020. Un film escrito y dirigido por Lauriane Escaffre, Yvonnick Muller. 93 minutos
Después de haber obtenido en 2020 el César por el corto metraje Pile poil las directoras Lauriane Escaffre y Yvonnick Muller debutan en el largometraje con Maria Rêve. Esta comedia romántica de cierto tono fantasioso es capaz de llegar a una población adulta capaz de empatizar con la suerte de sus dos personajes protagónicos.
Dentro de un marco de notable sencillez, el guión de las cineastas presenta a Maria (Karin Wiard), una mujer de 50 años, casada y madre de una hija, que acaba de perder su trabajo debido a que la anciana persona a la que cuidaba ha fallecido. No obstante, logra conseguir un empleo de encargada de la limpieza en la Escuela de Bellas Artes de París. Lo primero que se aprecia es que se está en presencia de una persona que a esta altura de su vida siente que no ha llegado a trascender y su relación conyugal de 22 años transcurre en forma rutinaria sin mayor excitación. El mundo en el que ahora está involucrada le permite apreciar qué es lo que acontece en ese establecimiento, en gran parte mediante su vínculo con Hubert (Grégory Gadebois), el guardián conserje de la escuela que ha pasado toda su vida trabajando allí. A través de él, Maria entra en contacto con los estudiantes de diversas ramas artísticas y en ese devenir va descubriendo un lugar cautivante donde comienza a sentirse rejuvenecida y vislumbrar su futuro con más optimismo. En tal sentido, igualmente influye la presencia de Noémie (Noée Abita) una estudiante de pintura que además de ser su mentora María le sirve de modelo posando para ella semidesnuda de espalda.
Más allá de lo anecdótico de ciertas secuencias, el film acertadamente resalta el papel de una antiheroína que ha permanecido pasiva, sumisa y prácticamente invisible; así la magnífica actriz Karin Viard de manera remarcable traduce el sentimiento de María constatando que a su edad el medio en que se desenvuelve le permite guiar sus emociones y abrirse a la vida aunque fuese soñando para sentirse vital. A su lado Grégory Gadebois confirma su condición de expresivo comediante ofreciendo en su papel una gran humanidad; con suma convicción el actor transmite en su personaje la existencia de un ser solitario que encuentra solaz en los pasos de baile que practica y que finalmente ha encontrado en Maria su alma gemela. La alquimia entre los dos personajes es perfecta en donde la relación mantenida no está exenta de momentos de buen humor como cuando María le prepara el postre “Paris Breast” que resulta decididamente incomible. Asimismo merece distinguir a Noée Abita, quien en un rol de apoyo plenamente persuade como la aspirante pintora que poco le importa la mirada de terceros a través de su personalidad ni demasiado sexual ni tampoco ingenua.
Mediante una sobria puesta escénica Escaffre y Muller han logrado una sutil comedia muy bien encarada y que además de los valores consignados permite descubrir el universo artístico de la Escuela de Bellas Artes que aparece como un adicional personaje de esta emotiva historia. Jorge Gutman