THE FABELMANS. Estados Unidos, 2022. Un film de Steven Spielberg. 150 minutos
Con The Fabelmans Steven Spielberg refleja sus recuerdos de infancia y adolescencia en un relato semiautobiográfico en el que destaca su vínculo familiar y su amor por el cine a través de un período de aproximadamente 13 años. Con gran afecto y empatía se asiste a una historia que aunque evidentemente emocional, el realizador evita cargar las tintas a fin de no caer en falsos sentimentalismos.
Con un esmerado guión del realizador compartido con el dramaturgo Tony Kushner, la acción comienza en enero de 1952 en New Jersey donde se contempla al pequeño Sammy Fabelman (Mateo Zoryon Francis-DeFord), alter ego de Spielberg, asistiendo con sus padres al cine para ver The Greatest Show on Earth; esa película que mucho le impresionó marcaría de algún modo su interés por la cinematografía.
De retorno al hogar se lo contempla festejando con su familia judía la festividad de Janucá y el ambiente circundante es de feliz convivencia; allí están reunidos su padre Burt (Paul Dano) que es un ingeniero eléctrico, su madre Mitzi (Michelle Williams), sus hermanitas, la abuela paterna (Jeannie Berlin) como asimismo Bennie (Seth Rogen) quien como empleado de su padre a la vez que su gran amigo es considerado un miembro más de dicho núcleo. A todo ello con una pequeña camarita Sammy comienza a realizar breves películas caseras filmando a sus hermanas.
Pasan los años y ya se está en presencia del joven Sammy (Gabriel LaBelle) quien ve aumentada su pasión por el cine y ya con una cámara más sofisticada emprende varios cortos. Ese aspecto no va en detrimento de su amor por la familia en donde él guarda una muy buena relación con sus padres. Con su mamá existe un vínculo muy especial dado que se trata de una mujer emocionalmente débil y dueña de un talento artístico como pianista que no lo desarrolló para dedicarse al hogar y es quien más valora la vocación de Sammy; en cuanto a su padre que es un muy buen compañero considera que la afición de su hijo es un mero hobby.
A todo ello, el trabajo de Burt motiva que traslade la familia a Arizona donde también está incluido su amigo Bennie. Allí llega inesperadamente de visita el tío abuelo Boris (Judd Hirsch), un extravagante veterano artista de cine que también actuó en el circo, quien durante su breve estadía ofrece a Sammy algunas nociones precisas sobre el arte, enfatizando que llegará un momento en que tendrá que balancear su pasión artística con el amor por su familia.
La nota dramática del relato se produce cuando en un paseo campestre haciendo picnic, Sammy filma a su familia y en un momento dado al enfocar su cámara efectúa un descubrimiento que lo impacta fuertemente y que habrá de repercutir en su vida.
Nuevamente el empleo de su padre motiva la mudanza de la familia al norte de California; es allí donde en la escuela secundaria a la que asiste Sammy comienza a experimentar los coletazos del sutil antisemitismo existente por parte de algunos de sus compañeros, pero a la postre el sensible muchacho sabrá darles una muy buena lección. A nivel familiar, prontamente se produce la separación de sus padres, hecho que le produce a Sammy una gran pena que es compartida con su hermana Reggie (Julia Butters).
El gran Spielberg ofrece aquí una estupenda lección de cine. No hay elemento alguno que quede librado al azar y su trabajo es uno de los más importantes de su brillante carrera profesional. Sin apelar necesariamente a la clásica nostalgia, el guión se nutre con personajes excelentemente desarrollados en donde se nota la maestría del realizador como asimismo la de Kushner que es un gran conocedor del cineasta.
Comedia y drama están bien cohesionados a través del relato. Entre algunas de las memorables escenas que cunden intensamente en el ánimo del espectador es la del enfrentamiento de Sammy con su querida madre. Altamente atrayente a la vez que jocoso es el primer vínculo romántico que Sammy mantiene con Monica (Chloe East) una chica de fe cristiana. Pero indudablemente la más conmovedora secuencia es la del desenlace de esta historia que tiene lugar en Los Ángeles y que resultaría sumamente indiscreto revelarlo salvo señalar que a partir de allí comenzará el gran derrotero cinematográfico de Sammy (léase Spielberg).
El director ha convocado un antológico reparto donde en los roles más importantes quedan resaltadas las excelentes prestaciones de Williams y Dano quienes en sus personajes sobriamente van transmitiendo las sutiles tensiones de la relación matrimonial; sus actuaciones no van en detrimento del resto del elenco en donde en una breve aparición se destaca la intervención del eminente director David Lynch. Una auténtica revelación constituye la actuación protagónica de LaBelle quien en cuerpo y alma se sumerge en la personalidad de Sammy, transmitiendo con gran autenticidad la inseguridad de un muchacho adolescente que trata de forjar su destino a la vez que vuelca un gran amor a su familia.
No obstante su larga duración la impecable edición de Michael Kahn y Srah Broshar impide que existan tiempos muertos. Una valiosa contribución es la realizada por el laureado compositor John Williams quien ha sabido componer una música asociada emocionalmente a la trama del relato.
A través de sus recuerdos, he aquí el noble y logrado tributo que Spielberg ofrece al cine con este tierno y conmovedor film. Jorge Gutman