Una Emo­ti­va Travesía

UNE BELLE COUR­SE / DRI­VING MADE­LEI­NE. Fran­cia, 2022. Un film de Chris­tian Carion. 86 minutos.

El rea­li­za­dor Chris­tian Carion ofre­ce un film hones­to que sin ape­lar a gol­pes bajos resul­ta con­mo­ve­dor; eso en gran par­te se debe a la estu­pen­da actua­ción de sus dos pro­ta­go­nis­tas quie­nes vuel­can en sus per­so­na­jes la huma­ni­dad con­te­ni­da en el guión de Cyril Gély.

Line Renaud y Dany Boon

La vin­cu­la­ción que se pro­du­ce entre un leal ser­vi­dor y una mujer ancia­na ha sido exce­len­te­men­te rese­ña­da en el film de 1989 Dri­ving Miss Daisy don­de des­co­lla­ron Jes­si­ca Tandy y Mor­gan Free­man. Pro­ba­ble­men­te ins­pi­ra­do en dicha pelí­cu­la, los res­pon­sa­bles de Une Belle Cour­se resol­vie­ron ape­lar a la mis­ma fór­mu­la a tra­vés de una his­to­ria capaz de cau­ti­var a lo lar­go de su desarrollo.

Char­les (Dany Boon) es un taxis­ta pari­sino, casa­do y padre de fami­lia que atra­vie­sa un pro­ble­ma de endeu­da­mien­to; a pesar de tra­ba­jar seis días por sema­na y doce horas por día ape­nas logra pagar el alqui­ler del coche que arrien­da para su tra­ba­jo; eso moti­va a que con sus 46 años de edad se haya vuel­to iras­ci­ble y no muy socia­ble. Su vida ruti­na­ria se alte­ra cuan­do debe trans­por­tar a la clien­ta Made­lei­ne Keller (Liné Renaud) de 92 años des­de una zona pró­xi­ma a Notre Dame hacia el otro extre­mo de París; el des­tino es una resi­den­cia de ancia­nos a la cual ella ingre­sa­rá para hos­pe­dar­se. El tras­la­do comien­za gra­cio­sa­men­te cuan­do la ancia­na tra­ta de man­te­ner una con­ver­sa­ción con Char­les quien por su par­te no se mues­tra muy dis­pues­to a seguir­la; sin embar­go, cuan­do ella le soli­ci­ta hacer un alto en el camino para visi­tar el vie­jo vecin­da­rio de Vin­cen­nes don­de tiem­po atrás había habi­ta­do, la tra­ve­sía adop­ta un giro dife­ren­te. Es así que reme­mo­ran­do su vida, Char­les va ente­rán­do­se de que en su juven­tud Made­lei­ne (Ali­ce Isaaz) estu­vo muy ena­mo­ra­da de un hom­bre casa­do del cual que­dó emba­ra­za­da debien­do aten­der y criar a su hijo como madre sol­te­ra. La situa­ción se vuel­ve más tur­bia para esta mujer cuan­do se casa con un enco­le­ri­za­do indi­vi­duo (Jéré­mie Laheur­te), cuyo víncu­lo adqui­ri­rá reper­cu­sio­nes nega­ti­vas uni­do al hecho de que el des­tino le depa­ra un muy duro gol­pe emo­cio­nal. A medi­da que trans­cu­rre ese nos­tál­gi­co via­je se va cimen­tan­do una rela­ción afec­ti­va entre el chó­fer y la benig­na pasa­je­ra en la medi­da que el rela­to de Made­lei­ne y su inna­ta cali­dez lle­ga a enter­ne­cer a su con­duc­tor quien a su vez se ani­ma a con­tar­le deta­lles de su vida personal.

Sin reve­lar cómo pro­gre­sa esta emo­ti­va his­to­ria solo pue­de anti­ci­par­se que con­du­ce a un cli­max capaz de emo­cio­nar legí­ti­ma­men­te. Den­tro de un nivel sen­ci­llo y sin gran­di­lo­cuen­cia algu­na, Carion gra­ti­fi­ca a la audien­cia con una mag­ní­fi­ca pues­ta escé­ni­ca don­de en la mis­ma ha con­ta­do con la lumi­no­sa y radian­te actua­ción de Renaud así como con la sobria actua­ción de Boon; ambos artis­tas han logra­do una mag­ni­fi­ca quí­mi­ca de sus per­so­na­jes capa­ces de sedu­cir al más indi­fe­ren­te espec­ta­dor, sobre todo en la mag­ní­fi­ca esce­na en que Made­lei­ne ape­la a su inge­nio para con­ven­cer a la auto­ri­dad poli­cial de no apli­car­le a Char­les una seve­ra mul­ta por infrac­ción de tránsito.

Más allá de su tema cen­tral, el film ilus­tra acer­ta­da­men­te entre otros aspec­tos cómo en los años fres­cos de Made­lei­ne, la mujer esta­ba suje­ta a la com­ple­ta sumi­sión de su cón­yu­ge has­ta inclu­so tener que tole­rar en cier­tos casos un exa­cer­ban­te nivel de violencia.

Un comen­ta­rio final mere­ce la esme­ra­da foto­gra­fía de Pie­rre Cot­te­reau que a tra­vés de esta bella tra­ve­sía supo refle­jar nume­ro­sas esce­nas de dife­ren­tes barrios de la her­mo­sa ciu­dad pari­si­na y sus subur­bios. Jor­ge Gutman