La Cri­sis de un Adolescente

THE SON. Gran Bre­ta­ña, 2022. Un film de Flo­rian Zeller. 123 minutos

Así como en 2020 el dra­ma­tur­go Flo­rian Zeller obtu­vo un reso­nan­te suce­so con  The Father por el que mere­ci­da­men­te Anthony Hop­kins fue pre­mia­do con el Oscar al mejor actor del año, aho­ra retor­na con otro sóli­do dra­ma en The Son basa­do en su pie­za teatral.

En nume­ro­sas oca­sio­nes el cine ha con­si­de­ra­do la ado­les­cen­cia, una eta­pa de la vida que pue­de adqui­rir carac­te­rís­ti­cas preo­cu­pan­tes para los fami­lia­res al tener que lidiar con situa­cio­nes difí­ci­les y no saber o poder resol­ver, aquí Zeller lo explo­ra con remar­ca­ble autenticidad.

Hugh Jack­man y Zen McGrath

El guión del cineas­ta escri­to con la cola­bo­ra­ción del exce­len­te dra­ma­tur­go, escri­tor y direc­tor Chris­topher Ham­pton pre­sen­ta a Peter (Hugh Jack­man), un pres­ti­gio­so abo­ga­do neo­yor­kino con ambi­cio­nes polí­ti­cas que vive momen­tos feli­ces con su mujer Beth (Vanes­sa Kirby) y el bebé recien­te­men­te naci­do. El dra­ma comien­za cuan­do súbi­ta­men­te su ex mujer Kate (Lau­ra Dern) se aper­so­na a su depar­ta­men­to pidién­do­le urgen­te ayu­da para solu­cio­nar el pro­ble­ma del hijo ado­les­cen­te Nicho­las (Zen McGrath); suce­de que este mucha­cho de 17 años ha deja­do de con­cu­rrir a la escue­la, ade­más de mos­trar­se extra­ño, ausen­te y sobre todo expe­ri­men­tan­do una seve­ra depre­sión. Es así que una pri­me­ra medi­da con­sis­te en que este joven con­vi­va con su padre y su nue­va fami­lia para que Peter pue­da des­en­tra­ñar lo que le está suce­dien­do. Aun­que los pri­me­ros inten­tos no fruc­ti­fi­can, al poco tiem­po pare­ce­ría que Nicho­las va adap­tán­do­se con el ambien­te que le rodea, regis­trán­do­se inclu­so una son­rien­te esce­na en que él jun­to a Peter y Beth bai­lan jubi­lo­sa­men­te al com­pás de una agra­da­ble can­ción; sin embar­go, pron­ta­men­te el mucha­cho recae retor­nan­do al pro­ble­ma ini­cial que lo aque­ja. ¿Pero cuál es la causa?

No obs­tan­te los esfuer­zos rea­li­za­dos por Peter para des­en­tra­ñar los moti­vos de la depre­sión de su hijo, no exis­te luz algu­na que cla­ri­fi­que la situa­ción. En prin­ci­pio pare­ce­ría que una de las razo­nes que ha afec­ta­do trau­má­ti­ca­men­te a este chi­co ha sido la sepa­ra­ción de sus padres con­si­de­ran­do a Peter el cau­san­te de la mis­ma; sin embar­go, no hay dato alguno que lo con­fir­me tenien­do en cuen­ta que la rela­ción de su padre con su ex espo­sa es suma­men­te cordial.

La enfer­me­dad men­tal de Nicho­las afec­ta seria­men­te a quie­nes lo rodean. Beth brin­da el máxi­mo apo­yo a Peter, inclu­so sabien­do que la pre­sen­cia de Nicho­las en su hogar podría resul­tar inquie­tan­te para el bebé; del mis­mo modo en los encuen­tros de los ex cón­yu­ges ambos se apo­yan mutual­men­te fren­te al pro­ble­ma que enfren­tan. En todo caso Peter tra­ta de ser un buen pro­ge­ni­tor de su hijo, con­tra­ria­men­te a lo que ha sido su pro­pio padre (Anthony Hop­kins) quien aban­do­nó a su mujer y a él en su ado­les­cen­cia, pri­ván­do­le de afec­to y cariño.

Fren­te a una situa­ción impo­si­ble de resol­ver, la úni­ca posi­bi­li­dad es el tra­ta­mien­to psi­co­ló­gi­co en una clí­ni­ca don­de es nece­sa­rio que Nicho­las que­de inter­na­do por un perío­do; eso gene­ra el momen­to más con­mo­ve­dor de esta his­to­ria, cuan­do Peter y Kate deben deci­dir si acce­der a los rue­gos de Nicho­las que con gran deses­pe­ra­ción no quie­re sepa­rar­se de ellos o bien aten­der a la opi­nión médi­ca de que es suma­men­te urgen­te que el mucha­cho per­ma­nez­ca en la clínica.

Con un esme­ra­do tra­ba­jo de pues­ta escé­ni­ca el rea­li­za­dor obtie­ne un irre­pro­cha­ble desem­pe­ño de su elen­co. Hugh Jack­man con­vin­cen­te­men­te expre­sa el infor­tu­nio de un indi­vi­duo acos­tum­bra­do al éxi­to que sin embar­go se vuel­ve vul­ne­ra­ble al no solu­cio­nar el pro­ble­ma de su hijo; Lau­ra Dern igual­men­te se sumer­ge en el dolor de la sen­si­ble madre que ado­ra a Nicho­las pero inca­paz de ayu­dar­lo a salir del pozo en el que está sumer­gi­do; por su par­te Zen McGrath des­te­lla en las dife­ren­tes face­tas aní­mi­cas de su com­ple­jo y tur­bu­len­to per­so­na­je en tan­to que en un rol de apo­yo se dis­tin­gue Vanes­sa Kirby expre­san­do en su per­so­na­je la com­pren­sión del com­por­ta­mien­to humano de su espo­so. Final­men­te, aun­que en un bre­ve rol el vete­rano Anthony Hop­kins logra muy bien su come­ti­do de haber sido un mal padre.

En esen­cia, aun­que en últi­ma ins­tan­cia nihi­lis­ta, esta tra­ge­dia de un joven sumi­do en la depre­sión den­tro de un con­tex­to paterno-filial reper­cu­te hon­da­men­te en el espec­ta­dor. Jor­ge Gutman