JOYLAND. Pakistán, 2022. Un film de Saim Sadiq. 127 minutos
No es frecuente contemplar en Canadá un film de Pakistán; es así que resulta auspicioso el estreno de Joyland que por su notable calidad le ha merecido obtener el Premio del Jurado en la sección Una Cierta Mirada del festival de Cannes 2022.
Con asombrosa madurez, ya demostrado en varios cortos realizados, en su primer largometraje Saim Sadiq ofrece un retrato realista de la sociedad pakistaní enfocando a la familia Rana que reside en Lahore. La misma está integrada por el autoritario padre Appa (Salman Peerzada), su hijo mayor Kaleem (Sohail Sameer), su mujer Nucchi (Sarwat Gilani) quienes son padres de tres niñas y una próxima por nacer, y el hijo menor Haider (Ali Junejo) casado con Mumtaz (Rasti Farooq) quienes aún no tienen descendientes.
El guión del realizador compartido con Maggie Briggs enfoca su atención principal en Haider quien estando desempleado desde hace un tiempo se ocupa de las tareas domésticas en tanto que su bella mujer es quien con su trabajo de esteticista aporta los ingresos de la familia; si bien esa división del trabajo no afecta en absoluto el satisfactorio vínculo matrimonial, el resto de la familia no ve con buenos ojos ese cambio de roles.
Cuando finalmente Haider consigue un trabajo como bailarín en un teatro erótico, la situación familiar se ve alterada; eso es debido a que Nucchi no puede quedar sobrecargada para atender por sí sola las necesidades del hogar y es necesario entonces que Mumtaz deje su empleo para que la ayude. La situación se complica cuando en su trabajo Haider experimenta una atracción hacia Biba (Alina Khan), una bailarina transexual.
El film describe minuciosamente las costumbres familiares dentro del marco de un entorno conservador, musulmán y religioso donde es necesario mantener las apariencias, tratando de ocultar todo aquello que pueda transgredir las normas sociales imperantes. Sin que necesariamente el relato enfoque la transexualidad, con todo queda bien reflejado qué es lo que implica ser un transgénero y la dificultad de tener que superar el obstáculo de la identidad genérica como es el caso de Biba.
Con su excelente narración el novel cineasta permite adentrarse plenamente en la cultura pakistaní reflejando la importancia que adquiere vivir independientemente de las expectativas generadas en una comunidad tradicional. El relato rebosa plena humanidad y ternura a través de sus personajes magníficamente perfilados trasuntando la variedad de emociones que les embarga a través de sus alegrías, frustraciones y contradicciones que son remarcablemente caracterizadas por un competente elenco.
Evitando caer en un artificioso melodrama, este sensible relato de vida conduce a un desenlace muy emotivo dejando una excelente impresión en el espectador que lo contempla. Sin duda, esta ópera prima de Sadiq, además de constituir una favorable carta de presentación para futuros proyectos, despierta interés por poder juzgar otros trabajos de la cinematografía de Pakistán. Jorge Gutman