RICHELIEU. Canadá-Francia, 2023. Un film escrito y dirigido por Pier-Philippe Chevigny. 89 minutos
La dramática experiencia de personas de otros países que llegan a Canadá para trabajar temporalmente es tratada por Pier-Philippe Chevigny. En su primer largometraje, el novel cineasta sorprende por la gran madurez demostrada en su oficio así como por la solidez de su guión.
Un programa del gobierno canadiense permite que empresas del país puedan contratar a trabajadores extranjeros temporarios. Es eso lo que ha inspirado al realizador a relatar sus condiciones de vida durante el período que se encuentran en Canadá; si en principio su propósito era el de realizar un documental, se percató que sería improbable que los trabajadores entrevistados se animaran a enfrentar una cámara y es por ello que optó por efectuar un relato de ficción.
La acción se desarrolla en el valle de Richelieu, provincia de Quebec, donde funciona una planta de procesamiento de maíz; dado que el costo de la mano de obra de países centroamericanos es más bajo que la de Canadá, es así que un grupo de laboriosos proveniente de Guatemala y de México son contratados teniendo en cuenta que lo que ellos pueden percibir siempre es superior a lo de su país de origen. En la medida que estos inmigrantes latinos no dominan la lengua francesa, la fábrica ha contratado a Ariane (Ariane Castellanos), una canadiense de ancestros guatemaltecos, para que actúe de traductora.
La historia que adopta el punto de vista de Ariane, al mismo tiempo que va traduciendo no se siente muy confortable al tener que transmitir las órdenes del director Stéphane (Marc-André Grondin) dispensando a estos inmigrantes un trato poco agradable. Así, se les exige que paguen una cuota sindical a pesar de que ellos no pueden estar afiliados y a eso se agrega las duras condiciones a que se ven sometidos durante las largas jornadas de trabajo. Eso se debe a que la corporación multinacional francesa que controla a la usina canadiense exige a Stéphane que incremente la productividad de los obreros, corriendo el riesgo de que si no lo logra podrá ser despedido. Con todo y sin que necesariamente el director sea exclusivamente el villano del relato, su inhumano comportamiento se refleja cuando uno de los trabajadores pierde a su padre y se le niega el permiso de poder regresar a su país para asistir al funeral y posteriormente volver.
La situación de los inmigrantes, frente a la humillación que continuamente sufren, resulta penosa para Ariane y eso conduce a un punto límite al ser testigo de lo que aconteció a Manuel (Nelson Coronado), un obrero de Guatemala; debido a que este trabajador sufrió un fuerte dolor en su columna, a fin de que siguiera trabajando se lo forzó a que tomara una cantidad de pastillas antiinflamatorias lo que le ocasionó una úlcera estomacal que puso en riesgo su vida.
La notable maestría de Chevigny se evidencia en la convincente manera de exponer el drama laboral de gente de baja formación cultural y extremadamente vulnerable que se inclinan a trabajar en el extranjero para que sus familias puedan vivir más decentemente, aunque eso implique trabajar en calamitosas condiciones. No obstante tratarse de una ficción, el cineasta impregna a su relato de inmejorable autenticidad en donde el espectador parece contemplar un impecable documental. Para ello ha contado con un magnífico equipo actoral donde Castellanos hondamente transmite la resiliencia de una mujer forzada a actuar de mediadora en el marco de un escenario inconfortable, en tanto que Grondin infunde con firmeza la presencia amenazadora de su personaje; asimismo resulta imposible exigir mayor naturalidad a los actores que personifican a los reventados laburantes.
Dentro de un excelente cine realista el film de Chevigny ilustra sin manipuleos ni golpes bajos la falibilidad de un sistema económico que explota y esclaviza a los inmigrantes trabajadores, aunque lamentablemente esta grave situación no alcanza a trascender públicamente como debiera. Jorge Gutman