Franz Bec­ken­bauer

Cró­ni­ca de José Luis Ridoutt

Franz Bec­ken­bauer falle­ció a los 78 años

El Kai­ser”, como tam­bién se le cono­cía, fue un legen­da­rio juga­dor y entre­na­dor ale­mán, que lle­gó a con­quis­tar el mun­do con su talen­to en el cam­po, que siem­pre será recor­da­do por su valen­tía y des­tre­za, espe­cial­men­te duran­te el Mun­dial de Méxi­co 70, en el que jugó con el hom­bro dislocado.

Ade­más de lucir su talen­to con la Selec­ción de Ale­ma­nia, Bec­ken­bauer tam­bién bri­lló en el Bayern Munich y el New York Cos­mos, con lo que dejó una hue­lla inde­le­ble en el fútbol.

Se crió en la región de la Bava­ria de la post­gue­rra. La Segun­da Gue­rra Mun­dial recién ter­mi­na­da cuan­do nació, el 11 de setiem­bre de 1945. Tuvo que vivir la pri­me­ra eta­pa de la recons­truc­ción y la dura auto­crí­ti­ca que comen­zó a apa­re­cer en bue­na par­te de su país. Con el tiem­po, Bec­ken­bauer expli­có cuá­les fue­ron los ingre­dien­tes de su excep­cio­nal carre­ra: “Para ser exi­to­so como juga­dor, entre­na­dor y diri­gen­te hay que tener mucha dis­ci­pli­na, bas­tan­te suer­te, y nacer en el país y en el momen­to justo”.

Franz Bec­ken­bauer se con­sa­gró cam­peón del mun­do como juga­dor en el Mun­dial de 1974

Tuvo otra nota­ble influen­cia des­de lo depor­ti­vo: ver como niño, a sus nue­ve años, cómo Ale­ma­nia se con­sa­gra­ba cam­peo­na del mun­do por pri­me­ra vez, en Sui­za, remon­tan­do el míti­co par­ti­do a los hún­ga­ros 3 – 2 con Fritz Wal­ter como capi­tán, y se pro­pu­so imi­tar aque­lla haza­ña y lo con­si­guió jus­to vein­te años después.

Duran­te su pri­me­ra tem­po­ra­da con el Bayern Munich, Bec­ken­bauer mos­tró un talen­to excep­cio­nal al ano­tar 17 goles y ayu­dar al equi­po a ascen­der a la Bun­des­li­ga. Sin embar­go, fue en el Mun­dial de Ingla­te­rra 1966 cuan­do asom­bró al mun­do, mar­can­do cua­tro goles y obtu­vo el sub­cam­peo­na­to. De todos modos, su des­ilu­sión por aque­lla final (en la que le tocó mar­car a Bobby Charl­ton) tan irre­gu­lar ante los loca­les le dejó un gran ren­cor y nun­ca le per­do­nó al árbi­tro sui­zo Gott­fried Dienst el haber cobra­do aquel gol fan­tas­ma de Geoff Hurst, autor de dos más (el par­ti­do ter­mi­nó 4 – 2). De todos modos, con los años dijo que “Ingla­te­rra nos ganó esa final por­que Charl­ton era un poco mejor que yo”.

Fue en ese Mun­dial de Ingla­te­rra en el que sor­pren­dió jugan­do en una nue­va posi­ción, como líbe­ro, al pun­to de con­si­de­rár­se­lo como el inven­tor de esa posi­ción. Aun­que era un des­ta­ca­do y ele­gan­te volan­te cen­tral apa­re­cía aho­ra colo­ca­do por detrás de la línea defen­si­va de su qui­po, barrien­do con los ata­ques rivales.

El papel de líbe­ro apa­re­cía como una pla­ta­for­ma per­fec­ta de lan­za­mien­to hacia el ata­que por­que jamás nadie pen­sa­ba en mar­car­lo y como juga­ba atrás de los defen­so­res, tenía tiem­po para pen­sar bien cuán­do pro­yec­tar­se y hacer­lo en abso­lu­ta sor­pre­sa con cal­cu­la­dos sla­loms. Esto lo había vis­to en el late­ral ita­liano Gia­cin­to Fac­chet­ti, que se pro­yec­ta­ba de la mis­ma for­ma por su banda.

Tenía capa­ci­dad de man­do, cor­te en las dos ban­das, y gran poder de anti­ci­pa­ción. Con sali­da exqui­si­ta con la pelo­ta, sabía reven­tar­la a la tri­bu­na si hacía fal­ta. Cruyff, uno de sus gran­des adver­sa­rios, dijo sobre él “para mí, el fút­bol es mucho más que defen­der. Y Bec­ken­bauer era un juga­dor ofen­si­vo que hacía de defensor”.

Bec­ken­bauer lide­ró a Ale­ma­nia a ganar un tor­neo excep­cio­nal. En aque­lla épo­ca no había tan­to fana­tis­mo ni tan­ta preo­cu­pa­ción por la segu­ri­dad. Podía­mos hacer lo que que­ría­mos. Sim­ple­men­te había un poli­cía arma­do como úni­ca vigi­lan­cia, algo impen­sa­ble en la actua­li­dad. Enton­ces, todo era más rela­ja­do y el tor­neo estu­vo lleno de colo­ri­do. El país era una gran fies­ta de fút­bol”, recor­dó con nos­tal­gia pero influ­yó mucho en su mane­ra de ver el fút­bol por­que cua­tro años des­pués, en el Mun­dial como local, se que­jó de las con­cen­tra­cio­nes rigu­ro­sas. Todo había cambiado.

En 1972 comen­zó la era dora­da del fút­bol ale­mán, ganan­do la Euro­co­pa 72, en don­de tuvo una bri­llan­te actua­ción, espe­cial­men­te en la semi­fi­nal ante Bél­gi­ca (2 – 1) y en el con­tun­den­te 3 – 0 de la final ante la URSS, que­dan­do en el equi­po ideal del tor­neo. Tam­bién entre 1972 y 1974 ganó las tres Bun­des­li­gas, y entre el 74 y 76, las tres Copas de Euro­pa (ante el Atlé­ti­co Madrid, el Leeds, y el Saint Etien­ne), en una déca­da de gran due­lo con el fút­bol holan­dés, tan­to en la final del Mun­dial 1974, una tran­si­ción casi per­fec­ta, como que entre 1971 y 1973, el Ajax había sido tri­cam­peón de Euro­pa con Cruyff, Nees­keens, Kai­zer y compañía.

Franz Bec­ken­bauer siem­pre será recor­da­do por su esti­lo de jue­go domi­nan­te y estra­té­gi­co, rede­fi­nien­do el papel del defen­sor en el fút­bol moderno. Su capa­ci­dad para orga­ni­zar la defen­sa y el ata­que des­de la posi­ción de líbe­ro, jun­to con su visión tác­ti­ca y habi­li­da­des téc­ni­cas, lo hizo indis­pen­sa­ble en cual­quier equi­po en el que jugaba.

Juga­dor ele­gan­te, siem­pre pare­cía que anda­ba en pun­tas de pie, y mayor sím­bo­lo del Bayern, un equi­po que dio cracks como Sepp Maier, Gerd Müller, Karl Rum­me­nig­ge, Lothar Matthaus, Michel Ballack u Oli­ver Kahn, muchos afi­cio­na­dos piden que el esta­dio actual del Bayern, el Allianz Are­na, lle­ve su nombre

Ade­más, Bec­ken­bauer fue el pri­mer defen­sa en la his­to­ria del fút­bol en ganar el Balón de Oro, lo que demues­tra su impac­to en el jue­go. Este logro rom­pió las barre­ras tra­di­cio­na­les y demos­tró que no sólo los delan­te­ros pue­den ser reco­no­ci­dos como los mejo­res del mun­do. Su esti­lo de jue­go cam­bió la for­ma en que se inter­pre­ta­ba y juga­ba la posi­ción de defen­sor, dejan­do una hue­lla imbo­rra­ble en el fútbol.