De Hai­tí a Canadá

KANA­VAL. Cana­dá-Luxem­bur­go, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Hen­ri Pardo.

Tras su muy buen docu­men­tal Dear Jac­kie (2021), el direc­tor cana­dien­se Hen­ri Par­do se ubi­ca nue­va­men­te detrás de la cáma­ra para enca­rar en Kana­val su pri­mer lar­go­me­tra­je de fic­ción en el que se ins­pi­ra en hechos de su pro­pia fami­lia oriun­da de Hai­tí; en el mis­mo con­si­gue atraer la aten­ción a lo lar­go de su desa­rro­llo en el mar­co de una tra­ma que ade­cua­da­men­te equi­li­bra la reali­dad con la fantasía.

Rayan Dieu­don­né

El guión del rea­li­za­dor se ubi­ca en 1975 en Hai­tí don­de allí viven Rico (Rayan Dieu­don­né) de nue­ve años con su madre Erzui­le (Penan­de Esti­me), que es maes­tra de escue­la y se encuen­tra en esta­do de gra­vi­dez. El con­flic­to dra­má­ti­co de la his­to­ria se pro­du­ce duran­te la cele­bra­ción anual del car­na­val cari­be­ño don­de la curio­si­dad del niño por lo que acon­te­ce en las calles con los ros­tros enmas­ca­ra­dos de la gen­te, lo impul­sa a esca­par duran­te la noche, pese a las adver­ten­cias en con­tra­rio de su pro­ge­ni­to­ra. A su retorno obser­va como Erzui­le es cas­ti­ga­da por unos sol­da­dos al haber sido acu­sa­da de difun­dir en sus cla­ses ideas comu­nis­tas; el seve­ro ata­que con­du­ce a que ella vea su emba­ra­zo invo­lun­ta­ria­men­te abor­ta­do. Como con­se­cuen­cia de ello, el chi­co es res­ca­ta­do por su tío (Jean Jean) para lle­gar a Chica­go don­de se reúne con su madre. Pron­ta­men­te ambos migra­rán a Cana­dá para ser reci­bi­dos en una peque­ña aldea del nor­te de Que­bec por Albert (Mar­tin Dubreuil) y Céci­le (Clai­re Jac­ques), un matri­mo­nio de edad madu­ra sin hijos ofre­cién­do­les cali­dez y afec­to. Erzui­le rea­li­za todos los esfuer­zos posi­bles para tra­ba­jar como maes­tra y es así que se ale­ja de su hijo duran­te el día, deján­do­le al cui­da­do por sus anfitriones.

Con mar­ca­da soli­dez Par­do refle­ja las vici­si­tu­des que Rico atra­vie­sa. Por un lado, el enfren­ta­mien­to de un mar­ca­do cam­bio cul­tu­ral que le ofre­ce la vida cana­dien­se así como el rigor del invierno, com­ple­ta­men­te opues­to al cli­ma de Hai­tí; asi­mis­mo per­sis­te en él un sen­ti­mien­to de sole­dad al estar dis­tan­cia­do de su madre quien sufre el trau­ma por haber per­di­do el hijo que engen­dra­ba, como así tam­bién año­ran­do su país natal. A todo ello se agre­gan los atis­bos de laten­te racis­mo que expe­ri­men­ta en el nue­vo ambien­te debi­do al color de su piel como igual­men­te al indi­si­mu­la­do aco­so escolar.

Varios fac­to­res con­tri­bui­rán para que la estan­cia de Rico se tor­ne más apa­ci­ble. Por una par­te es gra­ti­fi­ca­do por el inmen­so cari­ño reci­bi­do por Albert y Céci­le y de la sim­pa­tía de Char­les (Ryk­ko Belle­ma­re), un autóc­tono local que tra­ba­ja en la gran­ja del matri­mo­nio. Pero ade­más, median­te su febril fan­ta­sía con­ci­be a Kana (Tyle Epassy) un ami­go ima­gi­na­rio dota­do de un cuer­po mitad humano y mitad ani­mal, que le sir­ve de guía a la vez que le ayu­da a pre­ser­var sus raí­ces hai­tia­nas. Es aquí que con la intro­duc­ción de esta fan­ta­sía, el rea­li­za­dor logra un fas­ci­nan­te cli­ma de rea­lis­mo mági­co, que ade­más de estar muy bien arti­cu­la­do en el mar­co mís­ti­co del rela­to cons­ti­tu­ye asi­mis­mo un home­na­je a la cul­tu­ra haitiana.

En esen­cia la satis­fac­to­ria ópe­ra pri­ma de Par­do per­mi­te que el espec­ta­dor se iden­ti­fi­que con los sen­ti­mien­tos de Rico gra­cias a la bri­llan­te inter­pre­ta­ción que el peque­ño actor Dieu­don­né logra en la carac­te­ri­za­ción de su per­so­na­je; asi­mis­mo en pape­les de apo­yo se dis­tin­guen Dubreuil y Jac­ques. En los aspec­tos téc­ni­cos, la bue­na foto­gra­fía de Glau­co Ber­mú­dez per­mi­te real­zar los valo­res del film. Jor­ge Gutman